Comienza a poder hablarse de un estilo propio en cierta
ciencia-ficción de los últimos años. Significa esto que la influencia entre
unas películas y otras ha llegado a tal punto que han creado un subgénero de
la ciencia-ficción diferente de otros. De este modo, por un lado tendríamos
las clásicas novelas de acción, aventuras, BEMs (tipo Star Wars)... Por otro, el subgénero
apocalíptico (en general serie B) y, por último, el de las reflexiones sobre
aspectos sociales, políticos, psicológicos, filosóficos (y no incluimos
aquí Matrix, sino Gattaca,
Blade runner, El show de Truman, Olvídate
de mí, etcétera)... Es en esta última línea donde podemos empezar a ver algunos
factores en común.
Incluso un autor tan personal como Michael Winterbottom llega en
esta "manera de hacer ciencia-ficción" a coincidir en muchos
elementos con muchas otras películas que también reflexionan sobre la sociedad
y la psicología. ¿Es esto un defecto? Por supuesto que puede serlo o no, según
transmitas algo nuevo o te limites a repetir lo de siempre. En este sentido, Código
46 apenas aporta nuevas ideas, con lo cual sales de la película satisfecho,
habiendo pasado un excelente rato, disfrutando de una historia y una atmósfera
muy bien ensambladas, pero con la sensación de que no te han contado nada que
no hayas visto ya en otras películas.
No significa esto que no pueda ser recomendada; en
absoluto, uno lo pasa bien y está llena de aciertos, resueltos con un pulso
excelente. Es sólo que sus aportaciones innovadoras en materia de ciencia-ficción
son escasas.
Como película, es muy interesante el punto de vista
escogido, con una voz en off que acompaña la visualización de los
acontecimientos desde una curiosa ambigüedad. Este tono, esta manera de narrar
de uno de los protagonistas ya satisface por sí mismo: literariamente funciona
y tiene un aire de cuento que engancha desde el principio y cuya citada ambigüedad
atrae de inmediato. Recomiendo fijarse en cómo las impresiones de esta voz en
off revelan los sentimientos de una protagonista hacia el otro y cómo, al
contrario, los sentimientos del segundo protagonista son mostrados por planos
subjetivos de la cámara. De este modo, cada personaje tiene su lenguaje,
reflejo también de su peculiar manera de ser: extrovertida ella, introvertido
él. Éste quizá sea el mayor acierto de la película, por la poeticidad y el
estilo propio que aportan.
Sin embargo, la solidez del guión no sostiene toda la
información en dicha voz en off. Su empleo es sumativo y estético, no
esencial; la imagen no deja de ser el principal motor narrativo. Se trata de una
literaturización muy conseguida de la narración cinematográfica, con el uso
del "relato" como recuperación de la historia -muy adecuado en un
tema de olvidos y recuerdos-. Esta recuperación de la pérdida a través de la
narración oral es el principio motor de la película, su principal razón de
ser junto a la idea de "Destino", la cual analizaremos más abajo.
Ya siguiendo con los personajes, nos encontramos con una de
las primeras similitudes con el Lost in Traslation de Sofia Coppola: dos personajes en "jet lag", perdidos
en una situación extraña y muy diferentes entre ellos. Como recurso
interesante -aunque no demasiado innovador- está el uso de la cámara en mano
en momentos de desubicación en la relación entre ellos. No es una cámara en
mano mareante, sino sólo incómoda, que va encontrando su sentido según
cambian la acción y los sentimientos.
Tampoco aquí queda justificada la atracción que sienten
el uno por el otro y se desvía dicha justificación, como en la película de
Coppola, hacia la convención cinematográfica. El tono de cuento escogido, así
como el bonito uso -la película disfruta de un montaje muy interesante- de la
inserción de los sueños de ella, resuelven la situación: la idea de Destino -como
decíamos- recorre como una maldición toda la película.
En muchos momentos, los personajes parecen arrastrados a
hacer lo que hacen; poco poder de decisión les queda. Bien las normas sociales
y políticas, bien la dirección de una empresa, bien los sueños, bien las
casualidades... Los obstáculos se van alternando para que apenas puedan hacer
nada para resolver la situación y todo quede dirigido hacia lo predeterminado.
Para ello, se juega con una estructura muy interesante, contemplando las
actitudes de cada personaje respecto a un mismo problema de manera sucesiva:
otra de las virtudes de la película. Hay un juego simétrico de actitudes, con
una división en varias unidades argumentales muy bien planteada -de bonita
alternancia entre abandonos y recuperaciones- y sin que se note la transición
de una a otra. La cohesión de esta estructura vuelve a deberle mucho a la
cuidada voz en off. Con ella, la sensación de un destino tiránico se mantiene
durante toda la película, pero sin que prácticamente en ningún momento se
muestre desde lo dramático. Por ello, el tiempo de la película pasa muy
liviano, sin horrores ni grandes tragedias. La cotidianidad -incluso en unos
hechos tan rompedores en las vidas de los personajes- aligera la carga de la película,
dejando al espectador la reflexión sobre lo que está ocurriendo y las
conclusiones que él mismo quiera sacar. También debe mucho esta facilidad de
ritmo a las calculadísimas actuaciones de Tim Robbins y Samantha Morton, cuyas
interpretaciones acompañan a la perfección el ritmo del montaje. Respecto a
este hecho, hay que destacar el excelente planteamiento y ejecución de Morton, en un papel que podría haber sido forzado hacia la exageración, pero
que ella consigue controlar.
En realidad, son dos personajes atados por el mundo en el
que viven, y aquí entra la historia de amor en contacto con la parte de crítica
social. El problema de la globalización está presente a lo largo de toda la
película. No encontramos esa saturación de orientalismo de otras historias
ambientadas en China, sino que observamos constantemente la mezcla de razas,
presente de manera muy explícita incluso en los diálogos, salpicados de
referencias a otros idiomas. Se pretende reflexionar sobre la situación actual
y para ello hay un adelanto de muy poco tiempo en el futuro, con una gran cercanía
a nuestro tiempo en vestuario y en la mayor parte de la tecnología: el autor no
quiere que el espectador vea el problema como algo lejano. En este sentido
guarda no pocas relaciones con la Hasta el
fin del mundo de Wenders (estéticamente hablando, insistimos).
También debe señalarse el excelente uso de los paisajes
urbanos, otorgando enorme protagonismo a las ciudades. De nuevo, la relación
con Lost in Traslation es inmediata:
planos estáticos muy seguidos para marcar las transiciones -en lugar de las clásicas
panorámicas-: planos de composiciones arriesgadas, en la línea de los
movimientos fotográficos actuales. Y, si en aquella película el uso del
urbanismo japonés apoyaba la desubicación de los personajes, en ésta nos
sirve para ambientarnos en una atmósfera futurista y de actitud dialéctica del
director hacia la globalización. La ciudad de Shangai, desconocida para la
inmensa mayoría de los espectadores, parece en sí misma un escenario de
ciencia-ficción y así la aprovecha el director. En esta misma línea, el
contraste entre los paisajes naturales y los urbanos puede sugerir
constantemente la idea de invasión de lo artificial. En este sentido, conviene
fijarse en los numerosos planos de ciudades observadas desde lejos, rompiendo
con el desierto.
Y es en esta cuestión estética donde se aprecia esta línea
del nuevo cine de ciencia-ficción reflexiva: uso muy simbólico de los
espacios; colores poco saturados; fotografía de alta sensibilidad, con poca
definición; vestuario cercano al actual; espacios con abundancia de motivos
geométricos, en contraste con el caótico "afuera"; planos muy simétricos
y centrados... Lo hemos visto en Inteligencia
Artificial, Minority
Report, Olvídate de mí, El show de
Truman, Gattaca (exceptuando lo
dicho acerca de los colores y la sensibilidad de la película), entre otras.
Incluso esta diferenciación entre el "afuera" y lo controlado
socialmente ya viene de THX-1138 o La fuga de Logan, por ejemplo, películas que contenían en sí la
idea de futuro frío y geométrico que iniciara 2001: una odisea en el espacio.
Por otro lado, nos encontramos ante otro de los temas de
moda en la ciencia-ficción actual: la inconsistencia de nuestra mente y de
nuestras identidades, así como -a partir de ello- la falta de certeza en
nuestra relación con la realidad. Somos sólo meros cuerpos, limitados al
funcionamiento de nuestro cerebro, y éste puede ser manipulado al no existir
alma. No podemos, por tanto, estar seguros de nada de nuestro entorno. ¡Son
tantas las películas de ciencia-ficción centradas en este problema! La cada
vez más obsesiva identificación de la personalidad con los recuerdos y las
percepciones nos ha traído: Nivel 13,
Matrix, Dark City, Días extraños,
Desafío total, El show de Truman, Big Fish,
eXistenZ, Olvídate de mí... No tiene poco que ver con esto la obsesión
actual de Hollywood con los relatos de Philip K. Dick, muestra de cómo los principios de
la postmodernidad están en la base intelectual del cine de especulación.
Por último, está el tema de la genética, gran mcguffin
de la película. Con una idea un tanto retorcida, se nos muestran las
consecuencias de la manipulación genética en los nacimientos, la cual impide
incluso relaciones amorosas. En este sentido, tenemos un protagonista enamorado
de una mujer con el código genético de su propia madre. Ni Winterbottom ni el
guionista se molestan en profundizar en las posibilidades psicológicas de este
conflicto y se muestran más interesados en la idea de Destino ya comentada. Lo
que interesa es la relación amorosa entre ambos y la manera de reaccionar ante
los obstáculos sociales, no la reflexión sobre el progreso de la genética.
Especialmente interesante es la manera en que la determinación médica impuesta
puede alterar el libre albedrío de los protagonistas.
En definitiva, multitud de temas tradicionales bien
ensamblados, bien narrados e interesantes para pasar un buen rato, girando en
torno a la esclavitud del destino. Sin grandes adelantos respecto a la ciencia-ficción
que ya conocemos, pero de resultados notables.
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