De
la conquista de América se han escrito algunas ucronías, pero casi siempre
vistas desde el punto de vista de Occidente. Generalmente se tocaba el hecho de manera
tangencial, encuadrándose dentro de un universo ucrónico más amplio.
Roma Eterna, de Robert Silverberg, o
"Tierra de venados", de Juan Manuel Santiago, son relatos que tocan la
conquista desde otro punto de vista; en el primero es la Roma Imperial la que
realiza la incursión y en la segunda, siendo la España imperial la iniciadora,
el Rey Felipe V acude a las "Indias" para contemplar la realización
de un temprano canal de comunicación entre el Atlántico y el Pacífico. Pero
pocas son las historias que tratan la conquista al revés, o al menos yo no las
conozco. Que una avanzadilla de las civilizaciones incas, mayas o aztecas
llegaran al "viejo mundo" antes que Colón al nuevo es una, en
principio, interesante historia que leer. Este es el caso de El conquistador,
una novela de reciente edición en España y que consiguió el premio Planeta
Iberoamericano en su edición de 2006.
"¿Cómo sería
el mundo si la historia no hubiera sido como creemos que fue? Guiado por las
profecías del calendario azteca, Quetza, un joven brillante criado por un
sabio en el antiguo México, se lanza a la aventura. Adelantándose a los
grandes viajeros, es el primer hombre que logra unir ambos continentes,
descubriendo un nuevo mundo: Europa."
Ésta es la sinopsis
que nos ofrece el editor para introducirnos en la trama. La novela se divide en
dos partes muy diferenciadas; la que trascurre en Tenochtitlan y la posterior
aventura en la vieja Europa. La primera parte nos hace ver, a través de la
perspectiva del protagonista, "Quetza", cómo es la civilización
Mexica. Sus contrastes, sus aciertos, sus fracasos y sus contradicciones. Es una
historia de ascensión y de aprendizaje, que puede incluso recordar a El
juego de Ender, de Orson Scott Card, por lo que de mesiánico y
extraordinario tiene su niño-joven protagonista. Estamos, una vez más, ante el
prototipo de héroe que reúne todas las cualidades importantes que lo elevan
por encima de la media. En este caso es más inteligente, más compasivo y más
astuto que sus pares en la "escuela" donde aprende, sobre todo, a
guerrear.
Pero es la segunda parte la que más interesa para esta
columna.
Quetza tiene una
premonición sobre la caída del imperio Mexica. Cree que la única solución
para evitar este colapso pronosticado es hallar nuevas tierras que conquistar.
Con sus hombres, proscritos y procedentes de tribus conquistadas, construye un
navío y se lanza a la mar, con tan buena fortuna que viene a recalar a la
Huelva del siglo XV y concretamente después de la conquista de Granada.
El autor da poco
margen temporal de actuación a sus protagonistas, sólo les concede unos seis
meses, justo el tiempo que trascurre entre el 2 de enero de 1492, la fecha de la
rendición de Boabdil, hasta el 2 de agosto del mismo año en el que Colón
partió de Palos de la Frontera hacia "las Indias". En estos meses la
expedición americana visita el viejo continente, y lo que encuentran no les
gusta en demasía. Contemplamos la visión de un extraño -casi un
extraterrestre- acerca de los reinos cristianos de la época. Quetza observa una
civilización tan salvaje, o más, como aquella de la que procede. Su primer
choque cultural es contemplar un auto de la Inquisición en la que se quema a un
"hereje". Este sacrificio le parece abominable, tan abominable como
los sacrificios ofrecidos a su dios de la muerte Huitzilopotchtli. Los
paralelismos entre los dioses aztecas y cristianos se van desgranado lentamente
al visitar una iglesia en la que la Virgen se le asemeja a la diosa de la
fecundidad o Jesucristo es el propio Huitzilopotchtli, dios de los sacrificios,
de la guerra y de la muerte. Otro de los impactos es descubrir una tecnología
superior en muchos aspectos: las armas de fuego, las naves más grandes y
poderosas o las bestias de carga -caballos o mulos-, la rueda y el eje, todos
ellos totalmente desconocidos para las civilizaciones americanas de la época.
Los viajeros hacen un recorrido por España para poder visitar a los Reyes Católicos,
aunque sólo conseguirán entrevistarse con Isabel. Este encuentro es decisivo
ya que en el mismo está presente Cristóbal Colón que llega a confirmar, por
las descripciones de Quetza, que la Tierra es redonda. Eso le dará el empujón
necesario para realizar su posterior viaje hacia el Nuevo Mundo. La expedición
visitará la Europa del Renacimiento recorriendo Italia y Francia y emprendiendo
una posterior singladura hacia Cipango.
El resultado del
viaje de Quetza y sus hombres no varía en nada la historia conocida, por lo que
desde el punto de vista de esta columna la ucronía dista mucho de ser canónica
y la historia continúa sin cambios apreciables. Desde esta óptica el relato no
reinventa nada y se limita a contar una aventura que podría haber sucedido en
cualquier otro viaje con un destino diferente.

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