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Maximus SantiagoCruda fandomía
Colisevm V
Maximus Santiago



Campo de batalla: el fandom (IV)
Los fanzines, mi des(a)tino (IV)
El fandom en llamas:
regresando a Belzagor

Cuando se escribe la historia de las publicaciones del fandom, se tiende a seguir una especie de línea recta en la cual sólo caben las más directamente comprometidas con el mundillo, aquellos fanzines y revistas puramente metafandomíticos, y tiende a obviarse una inmensa corriente, en absoluto desdeñable, de heroicas aventuras desarrolladas -al menos en lo relativo a los años setenta- al margen de las emblemáticas Nueva Dimensión, Kandama o Fan de Fantasía. Se olvida, por ejemplo, que el auténtico récord de supervivencia y números aparecidos de una publicación no lo ostenta Nueva Dimensión, sino Belzagor, el fanzine (semiprozine, más bien) del que vamos a hablar a continuación.

Y es una lástima, porque Belzagor fue, hablando en términos de calidad-cantidad, la mejor publicación que ha existido jamás en el panorama cienciaficcionero patrio. Sin embargo, una serie de circunstancias la han relegado a un olvido, creo yo que interesado, un ninguneo concienzudo y absolutamente injustificado, como si el hecho de haber funcionado durante veintisiete años y doscientos seis números al margen de la corriente principal de opinión del fandom madrileño-barcelonés hubiese sido un pecado mortal absolutamente imperdonable, causa de la pérdida de la Gracia Divina y, repito, un olvido sistemático que se traduce incluso en la práctica ausencia de documentos escritos que acrediten su existencia. En efecto, encontrar un número suelto de Belzagor es una tarea prácticamente imposible, y más aún en los cauces habituales. Consultadas al efecto librerías como Gigamesh, Arte 9 o Miraguano, lo más que ha conseguido este cronista de las miserias fandomíticas han sido airados o despectivos comentarios o, simplemente, un incómodo silencio, por no decir que un delator cambio de tema, con mirada hacia otro lado incluida. Definitivamente, Belzagor es el grano en el culo del actual fandom español, se pregunte a quien se pregunte, y tal vez se trate de la única cuestión en la que las guerritas del fandom quedan arrinconadas y la unanimidad es total. Haced la prueba en la próxima HispaCon a la que asistáis, venga, intentadlo.

El caso es que esta unanimidad resulta comprensible. Envidia cochina, queridos lectores, eso es lo que le sucede al fandom, incapaz de asumir que la publicación más brillante de toda la historia de la cf española no sólo no le debe nada al fandom sino que se le adelantó en prácticamente todos los logros y avances que éste ha ido consiguiendo a lo largo de los años.

Nace Belzagor en enero de 1973, por obra y gracia de dos activos aficionados, sumidos hoy en el olvido más ignominioso: Fernando Torque Sánchez (Alba de Tormes, 1942) y María del Pilar de Andrade y Mendoza (Ferrol, 1942). Licenciados en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, donde descubren la ciencia-ficción gracias a un seminario sobre "Otredad y cristianismo en la Saga de los Aznar" impartido por Gonzalo Torrente Ballester y Enrique Miret Magdalena, ambos habían frecuentado las reuniones del mítico CLA (Círculo de Lectores de Anticipación, la primera asociación española dedicada a la ciencia-ficción) e intervenido de manera activa en la organización de la primera HispaCon,
Fernando Torque y Pilar de Andrade en la HispaCon '69 la de Barcelona ´69. De hecho, el único documento gráfico en el que tenemos constancia (algo borrosa, eso sí) de su existencia es una fotografía tomada durante la representación, en el transcurso de aquel evento, de la obra teatral Sodomáquina de Carlo Frabetti. Habían contraído matrimonio en Ferrol el 31 de enero de 1967, celebran sus nupcias con un viaje por los Estados Unidos en el que conocen (de obra y en persona) a buena parte de los más influyentes (y completamente inaccesibles en España por aquella época) autores norteamericanos contemporáneos (Charles Bukowski, William Burroughs, Thomas Pynchon), se empapan de la ciencia-ficción rupturista que por aquella época invade el género (testigos privilegiados del nacimiento de la New Wave) y, en definitiva, fruto de su unión nacerán Pilar (1967) y Teodoro (1969). Con respecto a este último existe una anécdota ciertamente jugosa. El retoño recibe este nombre en claro homenaje al autor estadounidense Theodore Sturgeon, aunque ellos siempre comentaron (en el editorial de Belzagor nº 2, por ejemplo), no se sabe si en serio o en broma, que su deseo era llamarle Michaelmoorcock de Jesús y de Todos los Santos, pero el párroco, el Padre Usillos, amenazó con excomulgarles, no obstante lo cual consintió en que se le impusiesen, además, los nombres de Miguel (por Moorcock) y, cómo no, Roberto (por Robert Silverberg). He intentado confirmar este extremo, pero, puesto en contacto con el Obispado de Salamanca, sólo acertaron a informarme del trágico fallecimiento del Padre Usillos y del hecho de que las partidas bautismales de Pilar y Teodoro ardieron a causa de un cortocircuito producido en las dependencias del Archivo Parroquial.

Hecho este inciso, debemos entrar en materia. El matrimonio Torque de Andrade se traslada en 1970 a Harvard, en cuya prestigiosa Universidad ambos imparten sendos lectorados sobre "Literatura fantástica gallega: de Rosalía de Castro a Álvaro Cunqueiro" y "El racismo en Dune: el punto de vista gusano". Allí conocen a Arthur C. Clarke, a quien, por cierto, regalan toda la Saga de los Aznar, que al parecer sirvió de inspiración al autor británico para su Cita con Rama. Es un período fecundo de dos años, en el que los Torque profundizan en sus anteriores amistades, asisten con regularidad a las convenciones mundiales de ciencia-ficción, publican reseñas en New Worlds y Locus y, por fin, se lanzan a la fanedición, con una pléyade de one-shots o fanzines de una sola aparición: Autoplaneta Valera (editado en español junto con un grupo de aficionados chicanos), Them! (consagrado al estudio de autores no anglosajones de ciencia-ficción), Killer Bambies (un cuento infantil un tanto sangriento, dedicado a los pequeños Pilar y Teodoro) y Nova Express (un experimento en el que se dan cita casi todos los artífices de la contracultura americana de la época). Ninguno de estos fanzines se ha conservado hasta la actualidad, pues, en palabras de Fernando:

"Esto ocurrió en la HispaCon del 78. Hacía años que no me hablaba con nadie del fandom y, pese a que ello me costó una bronca del copón con tu madre, decidí coger el coche y acercarme a Madrid. Para variar, me hicieron el vacío más absoluto, así que decidí irme a un bar cercano a tomar un trago y aplacar el cabreo. En esto me encuentro con un aficionado bastante señalado, cuyo nombre no te voy a decir por mucho que me insistas, y me invita a una copa. Y a otra. Y a otra más. Lo último que recuerdo es que me dijo: "Mira, Fernando, aquellos fanzines que hicísteis Pilar y tú en Estados Unidos son únicos e inigualables. Hasta tal punto que, ahora mismo, sólo quedan dos ejemplares de cada uno de ellos: uno de ellos lo tienes tú, y el otro yo. Si quieres, puedo quemar delante de ti los míos para que, de este modo, los tuyos sean, efectivamente, ejemplares únicos". Y allí mismo los quemamos. No sé qué ocurrió después. El caso es que cuando llego al hotel, me encuentro con que no tengo ni uno solo de mis fanzines. El muy cabrón me había hecho la picha un lío y había quemado los míos para que los suyos fueran los únicos. Pero, ¿sabes?, se los puede meter (...) y luego (...) con un yunque, eso a mí me la (...) floja."

(Fragmento de una carta a su hija, con fecha 4 de octubre del 97)

Los Torque de Andrade regresan a España en 1972 y fijan su residencia en la localidad albaceteña de Villarrobledo, en cuyo Instituto Fernando y Pilar ganan plazas de profesores de Literatura Española y Lengua Inglesa, respectivamente. Y así, ya definitivamente asentados en la inmensidad manchega, los Torque emprenden la aventura más quijotesca de la historia de la ciencia-ficción española: el fanzine Belzagor.

Encandilados por la narrativa de Robert Silverberg, a quien habían conocido en los Estados Unidos, la elección del nombre no resulta difícil para los Torque. Su novela favorita de este autor, Downward to Earth (1970, traducida años más tarde en España como Regreso a Belzagor) les ofrece el compendio de sus inquietudes y perspectivas: una narrativa profunda y bien escrita, con referentes literarios tan evidentes como Joseph Conrad y su Corazón de las tinieblas, claramente alejada del space opera al uso y de la ya tópica dialéctica entre literatura de ideas y la preponderancia de la forma sobre el fondo. El número 1 de Belzagor -124 densas páginas ciclostiladas, de las que se tiran 10 ejemplares- resulta ejemplar en este aspecto, y buena muestra de ello es su contenido: "Jinetes del salario púrpura" de Philip José Farmer (en su primera publicación en español), "¡¡Arrepiéntete, Arlequín!! (dijo TicTocMan)" de Harlan Ellison y "Viaje número 7" de Stanislaw Lem (de quien por aquel entonces no se había traducido ninguna obra). Ocho de aquellos diez ejemplares son remitidos a la revista Nueva Dimensión, pero debido a un inocente malentendido acaban incinerados en la estufa de la oficina de la revista. Al enterarse, Pilar monta en cólera, en el editorial del número 7 lo achaca todo a una maniobra intencionada por parte del trío editor de la revista y, durante cinco años, rompe relaciones con el aún incipiente fandom español, en la que con toda justicia podemos considerar la primera auténtica batalla fandomita patria. Son los años más duros de un enfrentamiento que se traducirá en verdaderas puñaladas traperas, como el simulacro de secuestro de la publicación urdido por los Torque en el número 14 (febrero 1974), a imagen y semejanza del sonado secuestro (éste sí, auténtico) del mismo número de Nueva Dimensión. Editaron este número a sabiendas de que no iba a pasar el control de la ya por entonces no demasiado férrea censura, con unos contenidos decididamente adelantados para lo que se estilaba en aquella época. Publican, por ejemplo, un libelo claramente pro-catalanista, "Catalunya Rules the World", escrito a dúo pero firmado con el nombre de su hija de siete años, Pilar Torque de Andrade. Agentes de la policía secreta se presentan en el domicilio familiar con una orden de detención para Pilar Torque, por actividades subversivas, y al descubrir el engaño, incautan todos los ejemplares de la revista, a excepción del polémico número 14, que apresuradamente había sido puesto a buen recaudo en el horno de leña de la cocina. Al retirarse la policía (junto con todos los ejemplares existentes de los míticos primeros trece números, que para aquel entonces ya tenían una lujosa presentación con portadas de Aubrey Beardley, Frank R.Paul o Carlos Giménez y habían publicado a la plana mayor de la ciencia-ficción mundial, desde un adelanto en exclusiva del primer capítulo de Los dioses, ellos mismos de Isaac Asimov hasta "Un billete para Tranai" de Robert Sheckley), se llevan la desagradable sorpresa de que han olvidado apagar el horno, con lo cual el polémico objeto de la discordia acaba aderezando la pata de cordero a las finas hierbas que ambos estaban preparando en el nefando momento (¡malhaya la hora!) de la irrupción policial. Para justificar en la medida de lo posible la desaparición de estos ejemplares, los Torque emprenden una campaña internacional (pues el fandom español se niega a hacerse eco de los comunicados de los Torque: tan enviciadas estaban las relaciones) contra el agonizante régimen franquista. Las repercusiones son espectaculares, y exceden las más optimistas previsiones del matrimonio editor. La Universidad de Harvard, en emocionante gesto de solidaridad para con sus antiguos profesores, paraliza sus actividades durante varios días. En San Francisco, Philip K. Dick pronuncia un durísimo discurso en el que establece paralelismos entre la persecución a que están siendo sometidos los de Villarrobledo y la que él mismo sufría por aquel entonces bajo la administración Nixon. La prensa española, evidentemente, silencia estos hechos.

Los años transcurren, siempre marcados por la ignorancia mutua entre Belzagor y el resto de fanzines y revistas españolas de cf, y por periódicos escándalos como la publicación de un relato de Pilar y Fernando que apareció simultáneamente en Nueva Dimensión, firmado con el nombre de la abuela materna de ella (Doña Concepción Bahamonde), lo cual acrecentó la tensión y el cruce mutuo de acusaciones de juego sucio. Entre los hallazgos de estos números podemos encontrar la primera publicación en España de grandes clásicos como Paul Auster o J.R.R.Tolkien (El señor de los anillos se publica serializado entre los números 37, de enero de 1976, y el 48, de diciembre de 1977). También se presta una especial atención al cómic, con la reedición de las aventuras del Capitán Hispacón de Celso Tarragonés y los primeros trabajos de Alfonso Font o Frank Miller, por poner dos ejemplos sobradamente conocidos. Pero el esplendor de Nueva Dimensión y Zikkurath por un lado, y la articulación de un fandom potente y conjuntado en torno a las HispaCones de Madrid (ya hemos visto cuán desafortunada fue la experiencia de Fernando Torque en Madrid ´78) y la Sociedad Española de Ciencia Ficción por el otro lado consiguen que estos innegables hallazgos no trasciendan del ámbito de la cultura manchega. Sin embargo, nada es eterno y, en el apocalíptico y largamente esperado año del Señor de 1984, llega la gran oportunidad de tomarse la revancha.

En efecto, Nueva Dimensión desaparece en 1984 con su número 148. Belzagor alcanza por aquel entonces, siguiendo su impecable trayectoria mensual, los 144 números. Al confirmarse la noticia, Pilar y Fernando publican cinco números simultáneamente, por el poco ortodoxo (y éticamente discutible) método de publicar cada uno de los cuadernillos por separado, añadiéndole una portada de cartón grapada en cuyas páginas interiores se pueden leer los editoriales. De este modo, en el número 149 (enero de 1985) aparece un llamativo editorial, "¿Ah, sí? ¡Pues ahora os jodéis!", en el que denuncian todas las afrentas que habían sufrido por parte de un fandom que no quiere ni oír hablar de la existencia de Belzagor (no sin razón, todo hay que decirlo: como ya hemos visto, los Torque se las gastaban de una manera que...), proclaman abiertamente su alivio por la desaparición de su contrincante editorial ("Por suerte, Nueva Dimensión y el puto fandom español están cómodamente muertos... por el momento") y anuncian dos noticias bomba. La primera, los contenidos del número 150: nada menos que la antología Mirrorshades, que por cierto no apareció en los Estados Unidos hasta el año siguiente, por lo cual los Torque pueden presumir con toda justicia de haber publicado por primera vez en el mundo mundial, y cuyos derechos habían adquirido en su integridad por la simbólica cantidad de un (sí, 1) dólar USA apelando aún a la persecución política (sic) que habían padecido en tiempos del franquismo y a su carácter de modesta publicación amateur sin apenas recursos económicos. La segunda bomba: anuncian por sorpresa la inminente celebración (del 14 al 19 de marzo) de una HispaCon, organizada por ellos mismos, en Villarrobledo.

En cierto modo, resulta extraña la renuencia del matrimonio Torque de Andrade a organizar un gran evento cienciaficcionero. Por aquel entonces, Fernando era concejal de Cultura en su ciudad adoptiva y Pilar era administradora del Centro Cultural Robert Silverberg de dicha localidad, que el propio autor norteamericano en persona había inaugurado en marzo de 1980, coincidiendo con la presentación a nivel mundial de El castillo de Lord Valentine... acto que, huelga decirlo, el fandom español ignoró olímpicamente, por no decir abiertamente que boicoteó. Así pues, Fernando mueve todos sus hilos e influencias para organizar una HispaCon que, dado el estado cataléptico en el que se encuentra sumido el fandom español (son los auténticos Años Oscuros de la cf española, ese incierto período de inactividad total habido entre los últimos años de ND y la eclosión de 1990-91). Se contacta con las únicas publicaciones existentes en aquel momento, entre ellas Maser o Tránsito, por citar las más conocidas, pero las cartas en que se anunciaba el programa del evento a toda la comunidad cienciaficcionera española tienen un mal final: el tren correo que las transportaba descarrila a la altura de Arganda, en un trágico accidente que sin duda muchos de vosotros recordaréis, y se incendia, segando la vida de 25 pasajeros. En vista del ya más que previsible fracaso (ya sólo faltan diez días para la HispaCon), Fernando y Pilar deciden promocionarla con ciertos incentivos añadidos con que hacerla atractiva para sus conciudadanos. Así, la asistencia será masiva, creen ellos. Se decide hacer una plantà (no en vano, la HispaCon va a coincidir en el tiempo con las Fallas valencianas), en la que destacan sobremanera los originales diseños de temática fantástica, como la bellísima "Alegoría de Conan el Sifilítico", tomada de una idea de Ignacio Romeo, o la anunciada a bombo y platillo "El gran miedo", que sin embargo no llegó a ser presentada en público. Un concierto de Aviador Dro y Devo rematará la fiesta.

Nada sale como se esperaba. Los invitados de honor no aparecen, el esperado público asistente no aparece y, visto lo visto, ni siquiera Fernando y Pilar aparecen, largándole todo el marrón a la aún jovencísima (dieciocho años recién cumplidos el 1 de febrero) Pilar Torque... Para sorpresa de todos, la chica demuestra poseer unas dotes organizativas que resultan providenciales para salvar en cierta medida el evento. Improvisa un cuentacuentos de narraciones fantásticas tradicionales de la zona, con la intervención estelar de la Ambrosia (no se indican los apellidos en las actas de la convención, redactadas a toda prisa y con errores gramaticales de juzgado de guardia por el conserje del Centro Cultural, por razones que veremos a continuación), quien triunfa con sus historias, de amplia raigambre en la región, "Periquillo, Periquilla, el lobo feroz y los marcianillos de Almansa" y "La historia de la zagala a la que le brotó un hombre en el bancal". Todo estaba saliendo razonablemente bien hasta que se desencadena la catástrofe.

El caso es que, para cubrir un hueco en el programa de actos, la señora de la limpieza estaba ofreciendo una interesantísima conferencia sobre "La fantasía pa´marujas: el verdadero alcance del género de escoba y brujería", con lo cual no reparó en el hecho de que había dejado un cubo de agua para limpiar en precario equilibrio cerca del conmutador de la luz del centro cultural. Según el informe policial, lo más probable es que el retumbar del tremendo trueno con que se desencadenó la mayor tormenta en veinte años terminase de desequilibrar al inocente cubo de agua, el cual provocó un chispazo, que a su vez devino en un pequeño fuego. Comoquiera que la puerta de la habitación había sido dejada abierta, debió saltar alguna chispa a la estancia contigua, en la que se guardaban todos los artefactos pirotécnicos con que animar las fallas que estaban programadas para esa misma noche. El incendio se propagó en cuestión de segundos, se produjo una tremenda explosión que sacudió al pueblo entero y, en aciaga conjunción con un rayo que acertó a la falla denominada "Murciano, vete a casa", desencadenó la tragedia. El domicilio de los Torque, que a esas alturas habían hecho apresuradamente las maletas y se habían largado de Villarrobledo para no volver jamás, ardió inmisericordemente y, con él, todos los ejemplares existentes hasta aquel momento de Belzagor. Huelga decir que la familia entera fue declarada non grata en la localidad albaceteña y el incidente provocó una crisis política que se tradujo en una moción de censura contra el alcalde, que por cierto prosperó por unanimidad.

Los Torque, como Don Quijote, abandonan La Mancha y emprenden un periplo a lo largo y ancho de la geografía española. Son años de los que nada se sabe: evidentemente, Belzagor deja de publicarse. En torno a 1991, Pilar Torque, la hija, radicada en Madrid como doctoranda en Químicas (con una llamativa tesis: "Materiales ignífugos en la elaboración de celulosas y papeles"), comienza a frecuentar la Tertulia de ciencia-ficción de Madrid (TerMa) e incluso llega a colaborar en fanzines como Núcleo Ubik, lo cual le supone cortar definitivamente relaciones con el resto de su familia, que la acusa de traidora colaboracionista. Su hermano Teodoro, que por aquel entonces estaba preparando las oposiciones al cuerpo de bomberos, llega a tildarla en público de "perra, Judas, ramera". Quienes tratamos a Pilar no supimos nada acerca de su ascendencia hasta fechas bien recientes, en el transcurso de las nupcias de un contertulio cuyo nombre no viene al caso. En medio de una descomunal borrachera, cuando
Pilar Torque en la boda de un contertulio ya estábamos próximos todos a acabar a cuatro patas y empezábamos a desgranar melodías pertenecientes al más sórdido cancionero etílico español, se nos acerca a Julián Díez, Héctor Ramos, Javier Negrete y yo y nos dice: "Oye, ¿nunca os habéis parado a pensar por qué [Agustín] Jaureguízar, [Carlos Saiz] Cidoncha, Miquel [Barceló], Domingo Santos y en general todos los aficionados veteranos suelen rehuirme e incluso despreciarme en público en la tertulia y en las HispaCones?". A continuación nos relató la historia que acabo de contaros, nos ofreció pruebas que, en el estado en que nos hallábamos, nos parecieron irrefutables acerca de la veracidad de su historia (entre ellas, la carta cuyo contenido extracto más arriba), y nos detalló qué había sido de su familia. Habían vagado por toda la geografía española, emprendiendo una incansable cruzada contra la ciencia-ficción, inundando las HispaCones de pasquines denigratorios (que, por suerte para el fandom, siempre eran descubiertos a tiempo de ir directos a la papelera sin que aficionado alguno consiguiera leerlos), realizando oscuros rituales semiclandestinos consistentes en quemar en efigie fotografías de autores conocidos de cf, autos de fe en los que a veces ardían los restos de la biblioteca que Pilar de Andrade había dejado en Ferrol antes de casarse con Fernando. Pilar se había descolgado de esa absurda forma de vida, pero se enteraba por las periódicas cartas que, a escondidas de su autoritaria mujer, le iba enviando su padre, quien, no obstante, siguió editando Belzagor, esta vez en ejemplares únicos y manuscritos, también a escondidas de su mujer. Hasta que un día fue descubierto, apenas un mes antes de la conversación que estábamos manteniendo con Pilar. Belzagor iba ya por el número 198, había publicado por primera vez en España a Greg Egan ("El asesino infinito" y "Razones para estar contento", ambos en el nº 179, marzo de 1994), James Morrow (toda su serie Historias de la Biblia para adultos), Connie Willis, Maureeen F. McHugh o Jonathan Lethem, por ejemplo. El divorcio fue casi automático, y Fernando abandonó el hogar familiar, para retirarse a vivir al Pirineo oscense, donde encontró empleo como guarda forestal. Seguía manteniendo contacto epistolar con él.

Después de aquello, parece que los acontecimientos se precipitaron. Una tarde de julio de este mismo año, en la TerMa, se presentó Pilar, a quien no veíamos desde primeros de 1998, con un sobre en cuyo interior, nos dijo cerciorándose antes de que ninguna "vieja gloria" nos oyese, nos aseguró que se encontraba un testimonio fotográfico único: el número 202 de Belzagor. El último, por el momento, pues Fernando, desde su retiro en las montañas, seguía editándolo, esta vez grabado a punzón directamente sobre cortezas de roble y empleando pintura blanca para facilitar su lectura. De este modo, los números 199 a 202 de Belzagor se encontraban en perfecta comunión con la naturaleza, formando parte del paisaje. Sus propósitos eran abrir aquel bosque al público, para que, años después, el mundo tuviese acceso al mítico fanzine que, después de tantos años, por fin íbamos a conocer. Con el tiempo, la intención de Fernando era más ambiciosa aún: pretendía grabar todos los ejemplares de Belzagor en aquel mismo bosque, pues los recordaba de memoria. No hubo suerte: en ese mismo momento sonó el móvil de Pilar y todos asistimos acongojados al súbito empalidecimiento de su rostro. Sin decirnos una palabra, conteniendo a duras penas las lágrimas, salió a toda prisa de la cafetería Alameda, llevándose consigo el sobre. Justo en aquel momento, el televisor de la cafetería anunciaba que un pavoroso incendio forestal había quemado hasta la última brizna de hierba de un bosque Pirineo oscense. Sólo había una víctima mortal: el guardabosques, Fernando Torque, de cincuenta y ocho años. Creí advertir un momentáneo gesto de felicidad en el semblante de los contertulios más veteranos, pero probablemente fuesen imaginaciones mías. De todos modos, para asegurarme, le pregunté:

-Oye, por casualidad, ¿a ti no te sonará un fanzine que se llamaba Belzagor?

Oír aquel nombre maldito y perder la razón fueron todo uno. A mí llegó, airada y colérica, la última mención a Belzagor que he escuchado desde entonces:

-¿Belzagor? ¡No chabemoch qué fue Belzagor!


Fe de erratas. En el artículo de la anterior actualización, "El estado de la ciencia-ficción en España: Quién es quién en el fandom" hay un pequeño error. Línea 34. Donde dice: "estúpido incompetente" debería decir: "cretino de mierda". Desde aquí no podemos sino disculparnos por este lamentable error, y aseguramos que no volverá a repetirse.


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