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Juan Manuel SantiagoCruda fandomía
Mentidero 5
Juan Manuel Santiago




Los fanzines, mi des(a)tino (VI)
Parsifal: el xixón sound
a la conquista del ffandom

Decíamos ayer que hacia mediados de década irrumpieron en el fandom los fanzines de la Generación del DIN-A5, con Kenbeo Kenmaro como punto culminante. Son los típicos fanzines que con el tiempo uno acaba recordando con un cariño extremo, compañeros de una época dorada del fandom que, por lo demás, tampoco fue como para tirar cohetes. Pero están ahí, marcan en cierta medida las influencias fanzinísticas de los aficionados que se subían al carro por aquel entonces y con el tiempo uno acaba descubriéndoles valores impensables en su momento.

Parsifal es un ejemplo paradigmático. Con este fanzine xixonés, uno aprendió a valorar los relatos cortos, así como a toda una generación de escritores (asturianos, en su mayoría) que no procedían exclusivamente del fandom, algunos de los cuales tienen hoy su renombre. También fue una publicación que podía permitirse el lujo de aportar todo su descaro (el de su faneditor, José Luis Rendueles, en primer lugar, pero también el de sus colaboradores más allegados) para tratar de relativizar las broncas fandomíticas que por aquel entonces alcanzaban su máxima crudeza, por la vía de crear otras nuevas y ridiculizar las preexistentes. En el fondo, ese es el signo de Parsifal: se trataba de un fanzine limítrofe entre el fandom y el mainstream, que cuando se ponía fanzinero podía llegar a ser muy fanzinero, pero siempre desde una perspectiva distanciada, irónica y en ocasiones abiertamente crítico-paródica.

Este rollo no se entiende si antes no hablo del editor del invento, José Luis Rendueles, alias "Gandules" (por motivos que quien le conozca comprenderá inmediatamente). Este xixonés de la quinta de 1972 empieza a moverse por el mundo del asociacionismo cultural y, una vez infiltrado en la Asociación Juvenil Cartafueyu (que patrocinará el producto hasta el número 5), acomete en 1992 la empresa de editar unos "Cuadernos de poesía y literatura fantástica" que habrían de llevar el wagneriano nombre de Parsiffal (sí, con dos efes). La referencia a la poesía no es en absoluto baladí: Rendueles, al igual que muchos de los integrantes de Cartafueyu, es poeta antes que narrador, y un sólido historial le avala: es el primer ganador por partida doble (en las modalidades de poesía, con Momentos acotados, y narrativa, con Historias de Comarca) del premio Asturias Joven, y empieza a hacerse un nombre con sus poemas. De hecho, su participación en la antología Diez menos treinta (Pre-textos, 1997), editada por Luis Antonio de Villena, le sitúa a la cabeza de la llamada "poesía de la experiencia", un movimiento de enfants terribles menores de treinta años que irrumpen con su realismo social y pretensiones narrativas en el mundo poético. En aquella antología, por ejemplo, podíamos leer una obra suya (precisamente, la que escogió para recitar en la presentación oficial del libro, acaecida en la madrileña Residencia de Estudiantes, a primeros de 1997) inspirada nada menos que en un poema de Lisa Tuttle, conocida en el mundillo por sus colaboraciones con el gran George R.R. Martin. No contento con esta faceta, Rendueles se lanza a la conquista de la narrativa en asturiano (terreno en el que últimamente parece estar asentándose) o con temática asturiana. Buena prueba de esta vertiente es la antología Historias de Comarca (1998), en la que se pueden leer relatos tan sólidos como "De los dioses de Comarca" (también conocido como "De los dioses de Asturias") y "La doncella y el vikingo". En otro orden de cosas, tal vez los relatos más conocidos de Rendueles en el mundillo de la cf sean "Un animal en tu estómago" (Visiones 1996), ultracorto con temática alien y segunda persona absolutamente ejemplar (y, hasta donde alcanzo a saber, la única historia española de cf que ha sido traducida al japonés), y la "Historia del insomnio de Raazd el Ocioso y del triunfo de Pafpaf, deshacedor de entuertos real" (Visiones 1998), modélico pastiche del universo narrativo de Tierra Vaga, de Enrique Lázaro, uno de los grandes de la fantasía española reciente.

No obstante este carrerón, el Gandules tiene otra veta más lúdica, amante del cachondeo, la juerga y la sidrina, la buena conversación, la buena música (de hecho, entramos en contacto porque le había hecho gracia un comentario mío en el que declaraba como grupos favoritos a los Pixies y Sonic Youth...) y otras aberraciones tales como rematar todas sus cartas con el ya clásico "Un abrazo en las partes nobles". Un equilibrio entre seriedad cuando hay que ser serio y esparcimiento cuando hay que esparcirse que, en fin, es lo que hizo funcionar tan bien a Parsifal durante diez números y seis años...

Arranca Parsiffal en 1992, como "cuaderno de poesía y literatura fantástica" en el que los miembros de Cartafueyu dan salida a sus aún titubeantes y primerizas obras, más poéticas que narrativas. Ya podemos leer a colaboradores fijos como Fran Gayo (quien con el tiempo acabaría de subdirector del Festival de Cine de Gijón y fundador de Mus, uno de los grupos musicales más singulares del panorama español) o Igor Medio (con sus cada vez mejores cómics), así como otros nombres muy activos en los primeros números del fanzine pero que luego desaparecieron del mapa (Ana Belén Barreales). Para bien y para mal, se nota que el fanzine es cosa de uno...

Detalle que soluciona la aparición (irrupción, más bien) de Rodolfo Martínez en las tareas de coordinación del fanzine. El número 2, de 1993, ya incluye cuentos de cierto calado, como "La carretera" del propio Rodolfo Martínez, una obra realmente ambiciosa cuya acción se desarrolla en la parte más chunga y psicodélica de su particular universo de Drímar, un relato emparentado con El alfabeto del carpintero (Espiral CF nº 11) y que en cierto modo marca el inicio de la ascensión del autor en pos del título de escritor español de cf más prolífico de la década de los noventa. También asoma otro de los buenos escritores asturianos, Javier Cuevas, aunque lo hace con un relato menor. Ricardo Agudín (pseudónimo del propio Rendueles) comienza a dejarse caer por las páginas de Parsifal (ahora, con una sola efe) y el cómic en asturiano "Qué vida ésta", de Igor Medio, pone el contrapunto gracioso. Un detalle: comienzan a aparecer ilustraciones con mujeres impúdicamente vestidas o desvestidas, las famosas "pericas" (con o sin tanga, con o sin espada) que ya nunca dejarían de verse en las páginas de Parsifal...

El número 3 (primavera 1994) inicia otra de las sanas costumbres del fanzine astur: la sección "Despidiéndonos", en la que Gandules lanza sus puyazos a diestro y siniestro, con singular gracejo, y sus siempre muy convenientes citas cultas. También inaugura una tradición: la de pintar a rotulador todos y cada uno de los ojos de lobo, jabalí, dragón o cualquier otro animalico que apareciera en las portadas de la publicación; total, sólo eran doscientos ejemplares... El relato más consistente de aquel número fue "Las hojas secas", del aún primerizo Félix J. Palma. Lo cual no puede hacernos olvidar los (relativos) méritos de "Historias ante una puerta", más o menos consistente relato de Ricardo Agudín con tintes dunsanyanos, "Oye, véndeme tu alma", intrascendente pero bien escrito divertimento de Rodolfo Martínez, o "Mercenarios", space opera bélico de Javier Cuevas, muy en la línea de otras historias suyas posteriores como "Abolicionistas" o "Contramedidas".

El número 4 marca un punto de inflexión: por unos meses, Parsifal es la comidilla del fandom, el centro de atención donde confluyen todas las miradas, la estrella extraoficial de la HispaCon de Burjassot 1994. Y no sin motivos.

En primer lugar, la eliminación del relato premiado en la tercera edición del concurso Domingo Santos, "El último viaje del Enguindador", de Luis G. Prado, se debió a que el relato acababa de ser publicado en este número, y las bases indicaban que los relatos debían ser inéditos. En todo caso, se trataba de una historia muy primeriza (con el tiempo, Luis acabaría escribiendo relatos bastante mejores, como "Josaphat Rey", en Visiones 1997 y A Quien Corresponda 106) cuyo mayor mérito era el guiño a la serie Enano rojo. El asunto salió a relucir, el relato fue descalificado y en su lugar se declaró ganador a Ricardo Oyón (editor, en aquellos tiempos, del fanzine Cygnus) y "La máscara marciana".

En segundo lugar, un hecho inédito: Parsifal incluía publicidad. Según cuenta Rendueles, la condición de socios preferentes en todos los tugurios gijoneses llega hasta el extremo de que Bacardi, Eristoff y Jack Daniel´s se anuncien en las páginas del fanzine, flanqueando el poster en páginas centrales de Ángel Saquero, con -cómo no- una "perica" en tanga y con espada como inequívoco motivo.

Y en tercer lugar, por el hecho que sin duda hizo pasar a la historia este número de Parsifal, uno de los sucesos más comentados de la historia del fandom reciente, el punto de inflexión en la bobería autocomplaciente de que siempre ha hecho gala este solipsista microuniverso fandomita: la polémica carta-artículo de Alonso Ballesteros.

¿Cómo? ¿Nunca habéis oído hablar de Alonso Ballesteros? ¿Nunca os habéis preguntado por qué todas las secciones de correo de todos los fanzines y revistas editadas a partir de 1994 advertían claramente en sus cabeceras que NO publicarían cartas remitidas bajo pseudónimo? ¿No? ¿Seguro? Eso sólo puede significar una cosa: desembarcasteis en el fandom después de 1995. O habéis llegado a esta página por error, que también pudiera ser: a veces, los buscadores de Internet juegan malas pasadas...

Veamos. El caso es que en el correo del número 4 aparece "No somos para tanto", una carta firmada por un tal Alonso Ballesteros, de Jaén, aunque en realidad Alonso Ballesteros no era más que un pseudónimo. Una carta-artículo que, previamente, había sido rechazada por otras publicaciones como Cyber Fantasy, al considerar que escudarse bajo un pseudónimo no era la mejor manera de defender unos postulados. La carta-artículo aparece en Parsifal y, evidentemente, se lía. Durante la HispaCon de Burjassot prácticamente no se habla de otra cosa y el fandom vive durante al menos dos años presa del síndrome de Alonso Ballesteros. En el diario de la convención, Papel Mojado, se realiza una encuesta de emergencia en la que se apunta como posibles autores de "No somos para tanto" a Julián Díez, Pedro Jorge, el Grupo Interface en pleno, Javier Cuevas... Incluso, en el paroxismo de los delirios, se llegaba a sugerir la posibilidad de que Alonso Ballesteros fuera en realidad un señor de Jaén llamado Alonso Ballesteros.

Ahora bien, os preguntaréis, ¿qué decía este tal Alonso Ballesteros para que casi todo el fandom se soliviantara del modo en que lo hizo? Para entenderlo mejor, hay que haber vivido aquellos años desde dentro del fandom, preso de lo que doy en llamar "síndrome de Joaquín Luqui". Ya sabéis: "Lo último de Fulanito de Tal es lo más suyo, lo mejor de lo mejor que ha escrito, y llegará al tres, dos o uno, como tú y yo sabemos, ¡ou, yeah!" La ciencia-ficción española, tras su supuesta "década oscura", emerge con fuerza a primeros de los noventa, con una verdadera avalancha de publicaciones, iniciativas y autores que en apenas un par de años transforman completamente el panorama existente y levantan una serie de expectativas más que optimistas. Para apoyar a los emergentes autores responsables de este salto cualitativo y cuantitativo, se incurre a veces en el papanatismo más descarado e infundado, con comentarios laudatorios casi siempre exagerados. No es que lo que se dijera fuera mentira -la cf española realmente había progresado de una manera casi milagrosa en apenas tres años-, pero sin duda se exageraron los efectos de aquel progreso. La cf española era la hostia, BEM lo decía bien claro, y poner en solfa cualquier obra de cualquier autor ya suponía incurrir en cierto modo en una pequeña traición al género. A ver, ¿quién se hubiera atrevido por aquel entonces a afirmar, con su propio nombre y sin que nadie se dedicase a malmeter a sus espaldas en los pasillos de una HispaCon, que novelas como La leyenda del Navegante de Rafael Marín (Miraguano) eran fallidas pese a su innegable ambición, que Wyharga de Ángel Torres Quesada (Miraguano) era un coñazo absolutamente ilegible o que El refugio de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal (Nova CF) estaba mal escrita, era notablemente peor que las magníficas Mundos en el abismo e Hijos de la eternidad y que no sólo no marcaba la mayoría de edad de la ciencia-ficción española (como afirmaba la contraportada) sino que era uno de los mayores bluffs de la historia del género? Muy pocos. El linchamiento moral era una posibilidad bastante factible. Es la única explicación verosímil para que una reflexión tan inocua como "No somos para tanto" tuviera que ser publicada bajo pseudónimo.

Porque Alonso Ballesteros no sólo no decía ninguna barbaridad, sino que resultaba de lo más sensato, acertado y comedido en sus juicios:

"Resulta curioso cómo optimismo y pesimismo conviven actualmente en determinados sectores del fandom para referirse precisamente a lo mismo. Por un lado, se dice, contamos con excelentes autores que nada tienen que envidiar a los anglosajones. Al mismo tiempo, son frecuentes los lamentos por lo mal que las editoriales del género tratan a los escritores nacionales. (...) tengo que decir, con gran dolor de mi corazón, que los escritores de ciencia ficción españoles no son para tanto, que todavía tienen bastante que aprender de sus colegas americanos y que esa euforia exagerada ante la calidad del material nacional puede acabar resultando contraproducente. (...) La edición de españoles es imprescindible precisamente para que exista una ciencia ficción escrita por autores nacionales, una ciencia ficción fuerte, saludable, que no tenga nada que envidiar a los americanos. (...) Pero lamentablemente creo también que aun no existe una CF así en nuestro país. Hay esperanzas, sin duda, los autores que ahora mismo consiguen (con muchas más dificultades, es cierto, de las que deberían existir) publicar están, como mínimo, a un nivel correcto (superan sin problemas el aprobado y hay novelas extranjeras de CF mucho peores que son publicadas con gran éxito). Y quizá con el tiempo puedan competir sin rubores con los grandes modelos anglosajones. Pero de momento, y salvo las excepciones reseñadas [Juan Miguel Aguilera/Javier Redal y Javier Negrete], no lo veo así. El tiempo lo dirá, de todas formas."

Pues sí: el tiempo lo ha dicho. Siete años después, la literatura fantástica española ha seguido mejorando, aunque de un par de años para acá creo que está empezando a percibirse un cierto estancamiento, cuando no retroceso, especialmente acusado en la ciencia-ficción, ya claramente superada por la fantasía. Pero lo dicho por Alonso Ballesteros sigue estando plenamente vigente, tal vez hoy más que nunca.

"No somos para tanto" revolucionó a un fandom que por aquel entonces estaba más sumido que nunca en su "síndrome de Joaquín Luqui" particular, deslumbrado por una serie de hallazgos que hacían que prácticamente de un mes para otro se pudiera percibir el crecimiento del género en España. Sin embargo, no cayó en saco roto, pues dio origen a una serie de reflexiones sobre la cf española desde el propio fandom, recapitulaciones como "Nosotros" de Rafael Marín, "Criterios de selección" de Alfredo Benítez o "Quemados por el sol" de aquí un amigo, en los que ya se podía hablar sin tapujos de nuestra forma de ver el género, de nuestras preocupaciones acerca de sus aciertos y carencias, de su evolución y su futuro. Alonso Ballesteros nos quitó complejos de encima y nos enseñó a llamar a las cosas por su nombre.

Y el lector se preguntará: ¿y quién era Alonso Ballesteros? La respuesta, evidentemente, ya es de dominio público, pero el misterio tardó años en desvelarse. Y este Mentidero 5 es el lugar adecuado para recordárselo a quienes no conocen la historia. En primer lugar, porque la polémica surgió en las páginas de Parsifal, el fanzine del que estamos hablando en esta entrega. En segundo lugar, porque los responsables no fueron otros que los responsables de Parsifal, Rodolfo Martínez y José Luis Rendueles. Hartos de tanta tontería, urdieron la carta-artículo con pseudónimo, cada uno puso cosas de su cosecha y movieron su "No somos para tanto", a ver qué ocurría. A ellos corresponde juzgar si los efectos superaron o no sus expectativas; pero sin duda deben estar contentos.

Pero Alonso Ballesteros no fue el único colaborador que anduvo fino en aquel Parsifal. También aparece un cómic de Ángel Torres y otro, divertidísimo, de César Esteban Muñoz: "Joe Yes contra todo". Félix Palma publica un ultracorto muy curioso, "Jasminum", a mí me publicaron uno de los cuentos a los que más cariño tengo ("El nacimiento de Venus", con una ilustración de Sonia Carreras que era muy bonita pero no tenía nada que ver con el tono del relato) y, por continuar con las personalidades paralelas, Rodolfo Martínez colocaba como separata su poemario Casino (con obras incluidas en El alfabeto del carpintero) y un erudito ensayo sobre su alter ego, Isaac R. Martinson, de quien ya he hablado en el Mentidero 5 dedicado a Kenbeo Kenmaro. Además, aparece el Extra 1, una novela corta de Javier Cuevas, La horda del sur, una fantasía heroica bastante curiosona que merece la pena releer.

El número 4 de Parsifal marca un punto de inflexión, que coloca a esta publicación en la cúspide de la popularidad fandomera. A partir de ahora, ya no será extraño ver contenidos suyos entre los finalistas de los premios Ignotus, o incluso se hace con un premio Gigamesh.

A partir de aquí, tal vez la singladura de nuestro fanzine se torne monótona, puesto que no hay un Alonso Ballesteros que vuelva a poner el fandom patas arriba. Por darle un poco de vidilla al invento, el número 5 se plantea como un homenaje a Nueva Dimensión, incluidos ciertos guiños en la maquetación. La portada de Julio G. Nieto, el póster central de Jesús Yugo y el poster de portafolio, donde Sonia Carreras se dedica a desmitificar la fantasía heroica, son lo más destacado en el apartado gráfico. Se incluye un fragmento de Después del gas, novela de David Arias aparecida en 1935. No es el único "clásico": también se reedita "La cosecha", uno de los mejores cuentos de Javier Cuevas. Ricardo Agudín vuelve a dar la talla en "Como si fuese ayer", se publica el primer relato de Félix Palma ("Escapar de la realidad") y el plato fuerte es el relato de Rodolfo Martínez, "Todo fluye".

El número 6 (invierno 1995), el primero editado por Chabolix Mundi, se retrasa muchos meses, debido a circunstancias personales y laborales de Rendueles y Rudy, y tal vez no sea el mejor número posible. Por destacar algo, hablaremos de los relatos de Ricardo Menéndez, "El inocente", y Juan Castillo, "Guerrero". "El lastre de los sueños" de Armando Boix cumple, como "La gota que me sigue", primer vuelo del ilustrador César Esteban Muñoz. También aparece el luego mil veces reeditado artículo de Carlos Saiz Cidoncha sobre la historia del futuro de A. Thorkent. En el Editorial, Gandules lanza un cariñoso puyazo a Julián Díez y nuestro Núcleo Ubik, costumbre que continuará a lo largo de los números, y cuyo origen se remonta a la HispaCon de Burjassot 1994, aunque la explicación entra dentro del chiste privado y no estamos aquí para eso.

Como la cosa estaba muy tranquila, Rendueles da la campanada en el muy acertado editorial del número 7 (primavera 1996) al anunciar que Parsifal cerrará en el número 10. No por nada especial, viene a decir, sino por seguir evolucionando, por no encasillarse. Sea como fuere, los relatos más decentes de este número 7 vuelven a ser los de Ricardo Menéndez ("La fragancia") y Juan Castillo ("Vientos de cambio"), aunque el único que ha sido posteriormente reeditado es el ciberpunk de Manuel Díez Román "El complejo Rozenburg". El póster central, de Jorge Ortiz, introduce cambios conceptuales: se trata de una "perica", pero en corpiño y liguero, vampirizada de una manera bastante galante... a su manera.

Para seguir liando las cosas, el número 8 (otoño 1996) de Parsifal es un Especial Mujeres. Prácticamente todos los contenidos son obra de mujeres, y los resultados no son ni notablemente mejores ni notablemente peores que los de otros números. Hasta la edición de Visiones 2000 (AEFCF) no habían aparecido tantas chicas juntas en una publicación del fandom. Tenía cierto interés el relato de Georgina Burgos ("El ojo místico"), el de Elia Barceló no resultaba muy lucido pero aun así era de lo mejor del número ("Anunciación") y había un primer vuelo bastante esperanzador ("La hucha de Sara" de Elena Pérez).

Con todo, la polémica vuelve a estar servida en el número 9 (primavera 1997), acompañado por el Extra número 2 (la novela corta Como gotas de agua, de Armando Boix), aunque en esta ocasión no logra eclipsar los méritos de relatos como "Los días perdidos" del propio Boix, "Juicio final" de Juan Castillo o el sorprendente "De tierra y de agua" de Yago [Santiago García] Soláns. En efecto, "La ciencia-ficción en España y nosotros que la quisimos tanto" de Pedro Jorge, aun conteniendo elementos suficientes como para haber conmovido los cimientos del fandom, con motivos mucho más fundados que el archifamoso "No somos para tanto", apenas consigue levantar una mínima polvareda. El motivo es, paradójicamente, la situación crítica en que vivía el fandom por aquella época, con una polémica detrás de otra, una verdadera guerra de bandas (a cuyos integrantes ya estáis empezando a conocer por otras entregas de esta sección) en la que, llegados a cierto nivel de crudeza o de alusiones directas, simplemente se daba la callada por respuesta y se hacía el vacío a quien (por utilizar el argot político) "movía ficha". Y eso es lo que se hizo en esta ocasión.

Y así llegamos al número 10 (otoño 1997), el último de esta publicación. Sin ser un gran número, la verdad es que emocionaba. La portada de Julio G. Nieto, excelente (cuatro "pericas" calvas y desnudas) daba paso a un sentido editorial, un digno relato de Óscar A. Serrano ("La costura"), una colaboración entre Javier Cuevas y José Luis Rendueles ("El dios que buscaba el mar", donde se continúa el ciclo de Rauren Prendar hasta límites blasfemos y ominosos) y, por encima de todo, un señor cuento de Eduardo Vaquerizo, "El Obrador", que quizá sea, junto con "La carretera" de Rodolfo Martínez, lo mejor que se publicó jamás en Parsifal.

¿Es esto todo? La respuesta, después de cuatro años, es: no lo sé. Rendueles anunciaba un número 10 bis, que podría aparecer en cualquier momento, pero a fecha de hoy no parece que ello sea muy viable: los vericuetos del mercado laboral son inescrutables, aunque quién sabe, servidor no desespera. Sea como fuere, Parsifal sigue allí, se ha ganado un puesto de excepción en la pequeña gran historia de los fanzines españoles y tarde o temprano algunos de sus contenidos ("El Obrador", "La carretera", "Todo fluye", "De tierra y de agua") deberían ser reeditados: las nuevas hordas fandomíticas lo necesitan.


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