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Juan Manuel SantiagoCruda fandomía
Mentidero 5
Juan Manuel Santiago




Los fanzines, mi des(a)tino (IV)
Opar, el fanzine tranquilo

Acostumbrados a furias desatadas, estampidas fanzinerosas, puñaladas traperas, míticos reinos de leyenda fandomítica que luego resultan ser cuevas de Alí Babá, polémicas que tambalean los cimientos de esa selva que es el ecosistema cienciaficcionero; acostumbrados a todo ello, repito, el nombre de Opar debería evocarnos otra serie interminable de luchas, duelos, mandobles y épicas tarzanadas varias con que conferir un aura de indómita fiereza a la cf española...

Pues nada de eso, queridos lectores. Del mismo modo que los perros (y demás mascotas caseras) acaban adquiriendo los hábitos y comportamientos de sus amos, así los fanzines y revistas son fiel reflejo del estado de ánimo y de la personalidad de sus editores. Cyber Fantasy era una revista irregular de la que se podía esperar lo mejor y lo peor, Núcleo Ubik tocó demasiados palos a la vez, Parsifal resultaba demasiado irreverente para los tiempos en que se editó, y Opar... Pues bueno, Opar fue un fanzine entrañable, heterodoxo, interesante y perfeccionista hasta el menor detallito. Como su editor, Alfredo Lara.

Jamás oiréis hablar mal de Alfredo. Y, a la inversa, jamás oiréis a Alfredo hablar mal de nadie. Prácticamente autodidacta, poseedor de una de las más impresionantes bibliotecas particulares de ciencia-ficción, aventuras, novela histórica y policíaca que os podáis imaginar, más de diez mil volúmenes, enamorado hasta la médula de la new wave musical de finales de los setenta y primeros de los ochenta (ver su colección de singles españoles del período 1977-1985 es una experiencia más allá de lo imaginable), tranquilo y metódico, socarrón y ocurrente, Alfredo se forja en el fandom de los años de Nueva Dimensión, bebiendo de fanzines hoy olvidados pero difícilmente superables como Fan de Fantasía o Space Opera, de los que asume el cuidado por la presentación, por el diseño "bonito", y con los que coincide en aficiones literarias: la aventura pura y dura, sea o no fantástica, sea o no histórica, sea o no "marítima", sea o no del Oeste; la space opera con sabor más añejo, desde "Doc" Smith hasta Williamson, pasando por Carlos Saiz Cidoncha, Jack Vance, George R.R. Martin y, cómo no, Edgar Rice Burroughs y los bolsilibros de G.H.White o Clark Carrados; la fantasía "féerica", donde lo pagano y ancestral vencen a lo moderno (Thomas Burnett Swann, Robert Holdstock, Graham Dunstan Martin); la novela juvenil, en la que es una verdadera autoridad; la novela histórica, en la que también se mueve con un conocimiento de causa y rigor de los que son buena muestra su labor al frente de la colección Histórica de Valdemar (con trece títulos publicados hasta la fecha, entre ellos la Historia de la piratería de Daniel Defoe, El hombre de la plata de Leon Arsenal, Quo Vadis...? de Henry Sienkiewicz, Las aventuras de Barry Lyndon de William M. Tackeray...); y, por supuesto, la aventura, siempre la aventura, la huida hacia esa Opar ficticia que anida en todos y cada uno de nuestros corazones de amantes de la literatura...

Con todo este cúmulo de referentes y preferencias, de los que en ningún momento ha alardeado, Alfredo deja pasar los años ochenta y primeros noventa haciendo radio (en los primeros tiempos de Onda Verde, por ejemplo), colaborando en revistas emblemáticas como La Luna de Madrid (donde lo mismo publicaba artículos sobre Thomas Burnett Swann que votaba por 1, 2, 3... Splash en los típicos listados de mejores películas del año) y trabajando en la caseta 24 de la Cuesta de Moyano, el eterno pulmón gracias al cual respiran los bibliófilos madrileños.

Opar nº 1

Así las cosas, Alfredo se lanza junto con su compañera, la también encantadora Rosa Maroto, a la edición de Opar. Aventuras y fantasía, el fanzine sobre el cual versará el presente Mentidero 5. Aparece el número 1 en noviembre de 1992, una época en la que Alfredo frecuenta con asiduidad la tertulia madrileña de ciencia-ficción (TerMa) y vamos aprendiendo a conocerle y apreciarle. Con una tirada inicial de 400 ejemplares, sus 64 páginas son un soplo de aire fresco en un fandom por entonces muy necesitado de ideas nuevas. De hecho, el carácter limítrofe de Opar siempre le mantendrá un tanto al margen del núcleo duro del fandom, al no tratar específicamente sobre literatura fantástica, una especie de excentricidad consentida que se desenvuelve en tierra de nadie. Al exquisito gusto que muestran sus ilustraciones y diseño (y al que Alfredo siempre encontrará alguna pega, incluso después de haberse pasado semanas preocupado por el tipo de letra de una entradilla o cómo conseguir centrar una ilustración sin dejar una línea viuda como fatal consecuencia) hay que añadir detalles que llenan de vida el fanzine, como las deliciosas portadillas de cada artículo o relato, la sección de actualidad (la captura del indio Gerónimo, las guerras zulúes o las andanzas de los tercios de Flandes), los impagables prólogos y el idiosincrático mensaje de despedida ("Hasta la próxima... ¡Ah, y cuidado con los malos encuentros...!"). Los platos fuertes de este número son el ensayo (tal vez el más completo que se haya publicado en español) del propio Alfredo sobre Jack Vance y el relato de H.R. Haggard, sin desdeñar, por supuesto, los artículos de Gabriel Martín sobre las novelas "de mohicanos" y la guerra franco-británica en Sudán... Una joyita de número, en resumen, cuya continuación, fiel a la calma y parsimonia de Alfredo, no verá la luz hasta noviembre de 1993.

Amanecer Vudú

A estas alturas, Alfredo está más comprometido con el fandom, tanto el de su núcleo duro (la TerMa y la AEFCF) como el más tangencial, el de los aficionados al fantástico que no desarrollan su actividad laboral dentro del fandom (Jesús Palacios, Carlos Aguilar, Frank G. Rubio). En este sentido, Alfredo es una especie de nexo entre una y otra cara de la misma realidad: el género fantástico en España. Desde la imprenta artesanal de su domicilio de la calle Argumosa, Alfredo edita Océano, el iconoclasta fanzine del no menos iconoclasta Frank G. Rubio (la única persona que recuerdo haber visto en mi vida que ha conseguido arrancar aplausos del público en una conferencia o mesa redonda... tras una intervención desde los asientos del público), siempre editado en formato de mapa de carreteras (sic.), en el cual llegan a publicarse virguerías como las ilustraciones de Crystal Express de Bruce Sterling (inexplicablemente ausentes en la edición de Ultramar) o artículos de Paul Virilio. También comienza a colaborar con la editorial Valdemar, bien sea con prólogos o con pequeñas fanediciones como los folletos informativos empleados durante la presentación en la prestigiosa librería FNAC de la antología Amanecer vudú. Por último, no es raro verle coeditar números con el fanzine El Grito de Jesús y Joaquín Palacios...

Opar nº 2

El número 2 de Opar vuelve a contar con un plato fuerte cocinado directamente por Alfredo: un detalladísimo estudio sobre la obra de Wilbur Smith. En la parte consagrada a los relatos, la gloria que en teoría debería haber correspondido al relato de Robert E. Howard, "Por el amor de Bárbara Allen" se ve eclipsada en cierta medida por la publicación de una primicia: "Sagalea", de León Arsenal, capítulo suelto de su (todavía hoy) inédita novela Máscaras de matar, que es, como podréis comprobar cuando por fin se publique, uno de los mayores excesos de la historia reciente de la literatura fantástica española. También se pueden leer con extremo agrado los artículos de Jesús Palacios (sobre fantasía oriental) y Gabriel Martín (sobre los comics de Alix).

Un hombre llamado caballo

Sin embargo, Alfredo todavía pretende dar un nuevo salto: la edición de libros. Comienza en abril de 1994, estrenando la colección Opar Narrativa con un viejo empeño personal: el relato original de Dorothy M. Johnson en el que se basó la película Un hombre llamado caballo. La edición, totalmente artesanal (lo cual significa, y fijaros bien en ello porque eso entraña un mérito y una paciencia casi inauditos, que las ilustraciones del precioso Portafolio de George Catlin están pegadas con pegamento, una a una), aún resulta muy mejorable, pero el libro, en sí mismo, es una pequeña filigrana de la que cualquier coleccionista que se precie debería conservar algún ejemplar...

Opar nº 3

Hasta marzo de 1995 no aparece Opar nº 3, en esta ocasión un Especial Zulúes realmente potente, casi un libro de ensayo, francamente útil para el estudioso, por la profusión de datos históricos (Rosa Maroto), bélicos (David W. Tschauz), novelescos (Alfredo Lara), literarios (el capítulo de la biografía de Chaka, obra de E.A. Ritter), gráficos (Gabriel Martín), cinematográficos (de nuevo Gabriel Martín) y lúdicos (Luis Carreño, Javier G. Maroto y Alfredo Lara). Un número imprescindible para cualquiera que aprecie de verdad a los zulúes.

Los abominables sucesos de la casa Figueroa

Muy poquito tiempo después, en junio de 1995, aparece el segundo librito de Opar Narrativa, esta vez de autor español. Los abominables sucesos de la Casa Figueroa, de Julián Díez (del cual hablé en un anterior Mentidero 5, Madrid-Barcelona: X en la quiniela) es un relato largo, mitad terror, mitad cachondeo, de ambientación histórica decimonónica, una perfecta sátira del romanticismo literario a la vez que un simpático manifiesto del (digámoslo ahora que todo es post-algo) post-gore más burro. Agrada por igual a crítica y lectores y se hace sin demasiados problemas con una candidatura al Ignotus.

Opar nº 4

Julio de 1996 marca el (espero que momentáneo) final de Opar. El nº 4, el último aparecido hasta el momento, incluye algunas novedades, como la portada en color (preciosa ilustración de Howard Pyle) y la inclusión de un cómic: "Los hijos de la Luna" de Francisco Nájera (con guión de José Miguel Pallarés). El punto gamberro lo pone el artículo de Miguel Latorre y Alfredo Lara sobre el juego de ordenador VGA Planets y el artículo de fondo de Alfredo está consagrado en esta ocasión a Kenneth Roberts. Con todo, si por algo merece ser recordado este número es por el impresionante relato de Armando Boix, "El noveno capítulo", paradigmático de su estilo: elegante, conjuntando a partes iguales el buen gusto literario con el terror más abyecto y desasosegante, muy bien escrito; en suma, uno de los mejores relatos fantásticos españoles publicados a lo largo de la década de los noventa, y os aseguro que no exagero lo más mínimo.

Brumose

Pues sí. Éste fue el último número del fanzine, lo cual es una tragedia porque todos estábamos preparados para más. Alfredo está muy atareado, sus colaboraciones con la editorial Valdemar son ya cada vez más fijas (de escribir prólogos de la colección El Club Diógenes pasa a hacer la Feria del Libro en su caseta, y de ahí a dirigir la colección Histórica... por supuesto, compatibilizándolo todo con las dos actividades anteriores) y su ritmo de trabajo, lento pero seguro, hace que verle publicar algo sea una dura prueba para el aficionado más ansioso de novedades "distintas". La última de ellas, hasta el momento (me consta que a lo largo de este año habrá más), data de junio de 1997, y se presentó oficiosamente en el transcurso de la cena de entrega del VI Premio Pablo Rido (el llamado Rido de las Estrellas, en el que ganó "El decimoquinto movimiento" de César Mallorquí). Me estoy refiriendo a Brumose, de Carlos Fernández Castrosín (de la que se habla en De Profundis. Antología crítica de literatura fantástica), primer y hasta ahora único título de la colección Opar Otras Singladuras. Narra la enconada resistencia de todo un planeta casi yerto a la colonización humana, una historia que bebe tanto de Solaris como de Jack London y que, pese a sus imperfecciones, se erige en un trabajo más que estimable.

Iba a haber más, y no es descartable que en el futuro volvamos a saber de Opar o de alguno de sus proyectos conexos. Sería hermoso poder ver algún día publicada la novela corta La noche roja de León Arsenal, por ejemplo. Aun así, no debemos referirnos a lo que podría aparecer, sino a lo que ha aparecido. Y, vistas así las cosas, Opar se erige en uno de los fanzines más singulares y a contracorriente que ha visto el fandom, en una delicia para los ojos y el espíritu, en uno de los puntos culminantes de la fanedición española de los noventa que sin duda alguna deberían conocer las nuevas generaciones de lectores de género fantástico.


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