En los últimos tiempos, desde
tierras escandinavas y finesas, nos han invadido una serie de formaciones
musicales enraizadas en el heavy metal melódico de corte clásico y épico;
bandas que han recogido el testigo de alemanes e italianos de mediados y finales
de los noventa. Vamos, que lo suyo son las espadas, los dragones y demás
parafernalia pseudomedievalista y de pura y dura sword & sorcery. El caso es que un plato de lentejas se saborea
con placer (yo, al menos), pero toda la semana comiéndolas pues como que te
hartas. Eso ocurre con estos grupos. Al principio, te atraían en tanto y en
cuanto daban un poco más de desarrollo a los temas de fantasía que tanto nos
llamaban la atención y que las bandas de los ochenta sólo tocaban por encima;
después de escuchar a cientos de formaciones clonadas, como que aborreces el
tema y, además, pagando justos por pecadores, das de lado a las formaciones que
te lo dieron a conocer y que te hacían blandir el abrecartas como si fueses Conan
en plena carga contra los pictos mientras te ponías unos vaqueros, presto a
salir a la batalla más cercana... taberna, quería decir.
Hammerfall son una formación
sueca sin grandes aportaciones a la música, beben de fuentes bien conocidas: heavy
metal clásico con el aderezo épico de las bandas germanas como Running
Wild, Blind Guardian, Gamma Ray, etcétera. Nada originales, vaya, incluso
simplotes a veces y a ratos hasta pueriles, como tantos otros. Sin embargo,
tienen algo que te engancha, un toque comercial que hace que te pares a escuchar
un poco más. No es que sean mis ídolos, ni de lejos, pero les tengo un ligero
aprecio que a veces me hace sonrojar ante cierta gente cuando les digo que tengo
sus discos y replantearme mi vida, el hacer cenas tan pesadas y mi oído
musical. Estos chicos suecos son, junto con Blind Guardian, los reyes de una
juventud que se ha pasado todos los juegos tipo Baldur’s Gate y Diablo, que aún
le da al Warcraft y que se sabe El
Señor de los Anillos del derecho y del revés. El caso es que también
mi descripción es simplista, lo sé, pero no he podido evitarlo. A veces las
cosas no dan para mucho más.
El caso es que sus discos, como
ellos mismos, están repletos de clichés, de tópicos del género y, quizás
por eso mismo, su apuesta haya salido tan bien a cierto nivel. Hay que alabarles
por ello, bien es cierto, pero llega un momento en que sus elegías por el Auténtico
Metal (así, con mayúsculas, como decían los Manowar) llegan a exasperar. Las
letras, plagadas de referencias a los templarios, las cruzadas, las aventuras
escapistas con dragones y demás criaturas se transformaron en una identificación
extraña entre la realidad y la ficción: los templarios ahora eran sus
seguidores al pie del escenario, y mientras ellos a lo suyo, a lanzar plegarias
a los Dioses y Reyes del Metal, a la cruzada por esto y aquello, a abogar por la
superioridad del escapismo frente a una realidad siempre opresora, etcétera.
Hay más, es cierto, pero no lo suficiente para nivelar la balanza. De hecho,
hasta se hicieron con un personaje-mascota como los grandes del género (Iron
Maiden y su inmortal Eddie, por ejemplo): un guerrero, llamado Héctor, embutido
hasta la coronilla en una armadura de batalla y con un martillo de guerra que no
lo levantaba ni Kull el
Conquistador en sus tiempos mozos. El caso es que alguien me dijo alguna vez
que parecían un grupo de tebeo... puede que tuviera razón.
Aparte de todo esto, decir que
comenzaron a editar discos en el año 1997 y ya llevan seis. También tienen a
su favor la portada de Andreas Marschall de su primer disco, Glory to the Brave, y el homenaje en forma de versiones que han
hecho a otros grupos muy queridos por mí, destacando las de Warlord ("Child
of the Damned") y Pretty Maids
("Back to Back"). Eso les hace ganar puntos ante mis ojos. Como también
su producción videográfica, con múltiples referencias a lo fantástico y que
ofrece algo más, casi siempre, que el típico vídeo-clip de la banda tocando
en directo.
Sólo tienes que pasarte por YouTube
para encontrar piezas como la homónima "Hammerfall" (1997), donde el
mundo onírico se funde con la desdichada realidad de una muchacha maltratada
por la gente con la que convive (¿padrastros malvados y crueles al más puro
estilo Disney?) y que escapa en sueños a un mundo donde... ¡tachán!, también
la maltratan criaturas oscuras y malvadas. Menuda suerte la de la moza. Sin
embargo, los chicos de Hammerfall, como los héroes de cuento que siempre
quisieron ser, la guían y salvan de todos los peligros. Es más que interesante
uno de los planos, cuando ambas partes se encuentran, a saber: un contrapicado
desde el punto de vista de la protagonista que encuadra a la banda dándole
consejos desde un precario escenario, como si fuesen deidades todopoderosas.
Toda una declaración de posturas, aunque sea inconsciente.
Después, encontramos otro de
los temas tratados videográficamente por los suecos, el del vampirismo, en
"Always Will Be" (2000). Esta vez engarzado con otro de sus favoritos,
el de la pérdida de algún ser querido, también tratado en clave realista en
"Glory to the Brave", una de las baladas más emocionantes de su
repertorio. "Always Will Be" es otra entrañable balada donde unos
vampiros suecos con un sospechoso parecido a los mismos Hammerfall acompañan a
otro chupasangres para que se despida del recuerdo de la amada perdida. El caso
es que lo tenían que haber llevado al psicólogo, porque tiene una extraña
tendencia a la autodestrucción. Un vídeo logrado, de triste atmósfera y que
explota la emergente querencia por todo el tema vampírico de la chiquillada. El
mismo año nos regalan "Renegade", otra aventura de adolescentes
curiosos que desatan la furia de un, hasta entonces confinado, ser alienígena
mezcla de Alien, los marcianos de Mars Attacks! y Rantamplán.
Por suerte, estos suecos bregados en mil batallas anteriores con dragones,
templarios e infieles del Metal, andaban por allí y se enfrentan, martillo en
mano (y no para montarle una estantería), con el malvado ser extraterrestre.
Toda una clase sobre cómo contar una historia en tres minutos. Hay que decir
que no sale Lorenzo Lamas en el vídeo y que la letra no tiene que ver con lo
filmado, pero da lo mismo, Hammerfall vuelve a salvar los jóvenes del mundo en
una metáfora que les vuelve a convertir en supremos guardianes de los proyectos
sociales a favor de la descarriada juventud.
En 2003 nos presentan un curioso
vídeo, "Hearts On Fire", que me trae a la mente la película El
ejército de las tinieblas, cuando aparecen todos aquellos divertidos
esqueletos por culpa del inefable grimorio lovecraftiano (en el vídeo también
hay librito arcano, claro). Aquí, Joacim Cans (voz), Oscar Dronjak (guitarra) y
compañía se montan un concierto en una tierra tenebrosa que me recuerda a
alguna de las "sombras" cercanas a las Cortes del Caos que nos regaló
Roger Zelazny en sus crónicas de Ámbar. No hay mucha más historia, pues prima
en este caso lo visual, lo estético, por encima de lo narrativo, de contar una
historia. Por cierto, al tiempo hicieron una segunda versión del vídeo-clip en
el que se enfrentaban a las campeonas olímpicas suecas de curling y ése
sí que es divertido. El curling es... es, bueno, es... uno de esos
deportes de invierno que aquí no se conocen pero que me recuerda a la petanca
sobre hielo.
"Blood Bound" (2005)
rescata su visión paternalista y de clan. La letra es un alegato, otra vez, a
la unión, el poder de los héroes que están por venir milagrosamente para
presentar batalla (será contra el malvado mundo real, digo yo) y guiarnos hacia
otro estado superior. El vídeo, de nuevo, no cuenta una historia concreta y se
centra en lo visual: en los yermos helados aparece lo que vislumbramos como el héroe
por venir enterrado... Héctor, el
guerrero del martillo, sobre el cual los suecos, guardianes del mismo, se montan
un concierto para los copos de nieve. No juegan al curling esta vez.
En 2006 nos regalan su última
obra hasta la fecha, quizás la más conseguida. Nos vuelven a relatar una
historia repleta de vampiros y acción en "Natural High". La aventura
comienza con una voz en off que nos pone en antecedentes:
"Cinco siglos después de que el gran desastre
aniquilara la Tierra. Sin embargo, la humanidad sobrevivió, y así creció el
instinto y el deseo de reconstruir aquello que fue destruido hace tanto
tiempo..."
El futuro post-apocalíptico nos
traslada a una Tierra plagada de seres oscuros, vampiros, etcétera. Uno de
ellos, el Drácula de turno, rapta a una damisela a la que Héctor, el héroe de
Hammerfall, sigue hasta la mansión de los no-muertos sobre un águila gigante,
tipo El Señor de los Anillos, para
rescatarla de su blasfemo destino. La batalla es encarnizada, repleta de
martillazos por doquier, pero al final el malvado líder escapa con la presa, lo
que da pie a pensar que habrá secuelas de la historia. Las espero
fervientemente. La estética recuerda a los films Underworld o Guardianes
de la noche, con esos vampiros enfundados en guardapolvos de cuero y pinta
de traficantes de armas de las antiguas repúblicas socialistas del este
europeo. Lo de Héctor es otra historia, pues más bien parece sacado de Narnia
o de los lápices de la Marvel. No sé yo si sería un gran jugador de curling,
pero bateando es el número uno.
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