El renacimiento potenciado por la revista Epic
Illustrated y sus series de comic-books adultos derivados, bajo el
impulso de Archie Goodwin y Jim Shooter, traía dos caramelos apetecibles de la
mano: la posibilidad de contar historias sin las cortapisas e injerencias del
Comics-Code, y el reconocimiento y la retención de la autoría para los
creadores. Más que a posibles problemas de derechos de autor, es más que
probable que fuera el deseo de controlar y conservar el producto lo que llevó a
Chris Claremont y John Bolton a reestructurar una historia originalmente pensada
para Red Sonja y crear esta Marada the She-Wolf.
Un par de cambios estéticos (el bikini de cota de malla,
el pelo rojo ahora convertido en plateado, las espadas y armaduras) y, sobre
todo, el traslado de la Era Hiboria ensoñada por Robert E. Howard y luego
rehecha por Roy Thomas a nuestra propia historia, permite a los dos autores
crear un producto sorprendentemente fresco y novedoso. Así, Marada se presenta
como "hija de César" (aunque no se explicita si Julio César o
cualquier otro emperador de ese título), y los reinos de leyenda se sustituyen
por un tanto impreciso Imperio Romano y demás naciones de nuestro pasado, pero
en ningún momento se rehuyen los monstruos y los diablos, la magia, las
mujeres-guerrero, la brujería y hasta la teleportación. Quizá en este breve título
se halle la semilla de eso que luego hemos rebautizado "fantasía histórica";
su influencia en la televisiva Xena the Warrior-Princess también parece
evidente (o al menos, aparte del personaje protagónico y el entorno histórico,
hay un claro parecido entre Gabrielle y la joven Arianrod y la relación que une
a ambas con las indómitas mujeres que las protegen).
Serializada en blanco y negro en la revista Epic, y
recopilada más tarde en un álbum a color donde se incluían algunas páginas
nuevas realizadas ex profeso para esa edición, Marada la loba supuso un
salto importante en la concepción de la fantasía con personaje femenino como
centro, tanto en la sensualidad que destilaban los impresionantes dibujos de
John Bolton como en la superación de la lacra argumentística que impedía a
Red Sonja gozar de su cuerpo con quien se le antojara. En apenas dos historias,
Claremont supo además potenciar su gran activo como guionista: mujeres fuertes
de sexualidad equívoca, y hasta dejó algún hilo suelto de continuidad con sus
famosas series de mutantes.
Más que en la trama, es en la presentación del mundo y
las motivaciones adultas de los personajes donde Marada destaca. Si bien
la historia, leída un cuarto de siglo después, no se aleja demasiado de los tópicos
de la fantasía épica, sí puede notarse un claro afán por explorar más allá
de lo establecido, y en romper las barreras y tabúes algo absurdos que el medio
se había impuesto a sí mismo. Identificar a Conan el bárbaro como poso de
donde parte el guerrero irlandés, y hasta verlo morir pronto, es otro de los
divertimentos del título.
Los múltiples compromisos de ambos autores (Claremont estaba entonces
pluriempleado en la franquicia mutante, adonde también llegó a asomarse
brevemente Bolton) impidieron que Marada, pese a sus buenas críticas y
su interesante decorado siguiera a adelante. También para Epic ambos
autores entregarían en conjunto otra obra de fantasía histórica, The Black
Dragon. Sería deseable (y no demasiado extraño), que para no perder esos
derechos de autor volvieran a presentar alguna historia de Marada en un futuro
cercano: títulos mucho menos interesantes ya lo han hecho.
Archivo de Umbrales
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