Cabría
preguntarse qué habría sido de Roy Thomas (padre putativo, por lo demás, del
Universo Marvel, en tanto es el recién llegado que le da la cohesión y la visión
histórica desde su perspectiva de fan venido a creativo), si en su camino no se
hubiera cruzado, un poco por la fuerza, Conan el
bárbaro. O tal vez no haga
falta preguntarlo y la carrera del Boy Wonder habló por sí sola en cuanto se
abstrajo del personaje y volvió a los superhéroes.
Que
Thomas y Marvel encontraron un filón en la fantasía heroica es bien sabido, y
que a las historias personales del guionista se les unió enseguida la cronología
oficial del personaje también. En el saqueo inteligente que se hizo de la obra
escrita del texano Robert E. Howard, donde se asimilaron a Conan historias
escritas originalmente para otros personajes (algo por lo que no hay que echarse
las manos a la cabeza, pues el propio Conan literario parte de un relato
rechazado de Kull, luego apenas reescrito y con los nombres cambiados), tuvo un
breve conato de ampliación hacia otras mitologías con el inaudito crossover
con Elric de Melniboné en los primeros números de las aventuras del cimerio y
luego con el rescate de un personaje situado en nuestra realidad histórica,
Sonya de Rogatine, quien se vería convertida en una mujer guerrero de la era
Hiboria con el nombre de Red Sonja.
No
era nuevo que los superhéroes tuvieran una contrapartida femenina (Supergirl,
Batgirl, Mary Marvel, She-Hulk, Ms. Marvel), pero hacerla del machista bárbaro
tenía su aquél. Incluso con el código censor del Comics Code, Conan
era un tebeo algo más adulto que sus contemporáneos en tanto mataba y
fornicaba (aunque lo segundo fuese entre viñetas), y su contenido más redondo
que un simple comic-book en colorines mensual se potenció con las adaptaciones
en blanco y negro para la revista The
Savage Sword of Conan. Cuando Red Sonja aparece en uno de los números en
color, todavía de la mano del gran Barry Smith, se nos presenta como una mujer
indómita que puede hablar al bárbaro de tú a tú, una diablesa salvaje
ataviada con una cota de malla y un pantaloncito de cuero. Sonja corta los
avances del bárbaro en seco: no se entrega porque no le da la gana y punto.
Pero,
ay, el mundo de los cómics y la fantasía heroica no se paró ahí. Todavía
quizá no estaba maduro el terreno para desarrollar un personaje femenino que
fuera lo suficientemente fuerte y dueño de su sexualidad. El público lector,
además, era eminentemente masculino. Un Conan-hecho-mujer era algo atractivo a
priori, pero quizá difícil de soportar mes a mes. Y entonces Red Sonja cambió
su armadura por un absurdo bikini de cota de malla (cortesía del dibujante español
Esteban Maroto, que entonces popularizaba ese tipo de prendas en sus
ilustraciones), y su motivación en esta vida fue ir matando hombres, deshacer
entuertos, vender su espada al mejor postor, emborracharse y robar... y provocar
a cuanto donjuán se encontrara en su camino (y a los lectores) con el premio
extraordinario de poseerla sólo si la derrotaban en combate. A semejante
dislate se le sumó, en una historieta dibujada por Howard Chaykin, un origen
seudo-mitológico con violación y aparición diosa-ex machina incluida, para que
la muchacha no pareciera tonta y psicótica de remate.
Red
Sonja ha tenido varias colecciones y mini-series, desde sus historias de
complemento en King Kull a Marvel
Feature o las aventuras actuales ya fuera de la escudería Marvel, y en
todas ellas se ha comportado de manera tajante y algo antipática, todo sea
dicho. Son las aventuras dibujadas por Frank Thorne las más recordadas, pero el
propio Thorne debió quedar algo harto de la estrechez sexual del personaje
cuando creó luego su contrarréplica cuasi-pornográfica en la divertida y
procaz Ghita de Allizarr.
Magnífico personaje secundario en las aventuras de
Conan, Sonja la Roja de Hyrkania quizá nunca ha tenido, en la historieta, ese
peso específico que habría sido deseable desde aquella magistral introducción
de "La canción de Red Sonja" (Conan, número 24), en tanto el rico
universo howardiano aquí parece de manera casi tangencial (la nomenclatura de
reinos, estéticas y personajes casi no encaja con las aventuras de Conan), y a
pesar de que ha habido guionistas y dibujantes femeninas encargadas de realizar
algunas de sus historias (es decir, las feministas no han puesto el grito en el
cielo ante la auto-forzada abstinencia sexual y el mucho exhibicionismo corporal
del personaje), como tebeo se me antoja que siempre le falta un hervor para ser
redondo. Quizá es que le sobra el bikini metálico y le falta aquella cota de
malla que la hacía parecer, de verdad, una mujer guerrera y no una top model
posando para una sesión de fotos con destino a unas páginas centrales
desplegables.
Archivo de Umbrales
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