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Teranesia
Teranesia
Greg Egan
Título original: Teranesia
Trad. María Luisa Castellano Ortega
Col. Albemuth Internacional nº 1
AJEC, 2003

Hace ya algunos años que nos empezaron a llegar los tres primeros libros de Greg Egan, la llamada “trilogía metafísica”, compuesta por Ciudad Permutación (Ediciones B), Cuarentena (Gigamesh) y El instante Aleph (Gigamesh). En su día, el autor australiano consiguió un sinnúmero de buenas críticas y premios en nuestro país y en el resto del mundo, y para casi todos era el nuevo mesías de la cf hard. Sin embargo, la “fiebre Egan” se fue al poco tiempo casi como había llegado, de golpe y porrazo, no sé si desalentados los editores por malas ventas o por los críticos que ahora decían que Egan era demasiado hard, y que uno podía muy bien leer cientos de páginas de sus novelas con el “piloto automático” puesto sin llegar a enterarse de nada. El caso es que, unos por otros, la cuarta novela de Egan, ésta que nos ocupa, se quedó sin publicar en España.

Para mí fue una agradable sorpresa saber que el grupo editorial AJEC (que edita el fanzine VALIS y la colección Albemuth entre otras cosas) iba a sacar una nueva colección con autores internacionales, y que su primer libro a publicar iba a ser Teranesia, con lo que íbamos a poder seguir leyendo a Egan. Y la verdad es que la novela no decepciona. La trama nos sitúa en un futuro próximo quizás un poco más reconocible que en los anteriores libros del autor, y nos narra el regreso de Prabir y Madhusree Suresh a una pequeña isla del Mar de Banda en busca del secreto que habían estado investigando sus padres antes de ser asesinados, una extraña mutación en una especie de mariposa. Es, por tanto, una novela más centrada en la biología que en la física cuántica o la informática, como las anteriores, y quizás por ello un poco más ligera intelectualmente hablando, aunque el libro no desmerece de otros similares en su tratamiento de la genética como pueden ser La radio de Darwin de Greg Bear o (bueno pues sí) Parque Jurásico de Michael Crichton. Eso sí, su extensión no va a ser la de un best seller como en los ejemplos nombrados, lo cual se agradece, aunque por todo lo demás podría perfectamente encuadrarse en eso que ahora llaman technothriller.

En lo negativo, podríamos hablar de una caracterización de los niños protagonistas del principio, uno de ocho años y la otra de (agárrense) quince meses, que tienen actitudes y conversaciones adultas. Realmente, tengo un sobrino de cuatro años que maneja el ratón de un ordenador como si hubiese nacido sabiendo lo que hay que hacer, y no dudo que en el futuro los ordenadores e Internet harán maravillas con el desarrollo intelectual de los niños, pero lo de este libro me parece excesivo (aunque nada nuevo, por otra parte, como sabe cualquier lector de Orson Scott Card o Stephen King, entre otros). Hay que decir, eso sí, que luego Egan se enmienda, y logra unos personajes bastante creíbles, llenos de tics y neuras, lo cual es bastante normal por el ambiente en que crecen. Y es de agradecer, porque parece que por una vez el autor ha sido capaz de dejar en segundo plano sus afanes divulgativos para ofrecernos una historia más humana. Además, eso no impide que la ambientación sea totalmente “a lo Egan”, con hardware, software y GPS hasta en la sopa y un informático protagonista, pero también con un interesante tratamiento de algunas corrientes pseudocientíficas, y su extrapolación a un futuro próximo, que amenazan el racionalismo de los protagonistas y dan lugar a algunas de las escenas más memorables de la novela.

Con todo, lo mejor de la novela, sin duda es la trama científica, que combina de una manera sorprendente temas tan dispares como la evolución, la informática, la genética, la física cuántica y las realidades alternativas, aunque esto último pueda parecer extraño. Les aseguro que si pasan las primeras cincuenta páginas permanecerán pegados al libro hasta su final, que, por lo demás, es uno de los más inteligentes que he leído últimamente.

Por último, comentado el contenido, me gustaría añadir algo sobre el continente. La verdad es que quedé gratamente sorprendido al ver mi ejemplar de Teranesia; se nota que la editorial está haciendo un esfuerzo loable de profesionalización. Es una lástima que algunos elementos de la edición vengan a empañar un poco el resultado final. Me refiero sobre todo a la corrección del texto, en el que encontramos bastantes faltas de concordancia en las frases, así como errores de bulto como no diferenciar el “tú” pronombre personal del “tu” posesivo (aparece erróneamente sin tilde en demasiadas ocasiones) y otros en los que no sabemos si el que ha fallado es el traductor o el corrector, como en la frase “le recorrió una ola de vértigo, pero mantuvo se agarró a la rama próxima” de la página 214. Pero, además, se comen palabras en bastantes ocasiones, como en la página 216 (“...no sé si nos valdría la regresar para buscar las larvas”) y, por último, encontramos errores de traducción debidos sin duda a tratarse de términos técnicos como PCR (Polimerasa Chain Reaction) por RCP, “reacción en cadena polimerada” en vez de “reacción en cadena de la polimerasa” (página 246) o, por último, algo más de filosofía de la ciencia como es que las teorías científicas se falsan, no se “falsifican” (página 266). Todo ello da una imagen de poca profesionalidad que esperamos de todo corazón que se supere rápidamente, dado que los nuevos títulos que anuncia AJEC parecen tan interesantes como éste.

José Antonio del Valle

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