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Coraline
Coraline
Neil Gaiman
Ilustraciones de Dave McKean

Título original: Coraline
Trad. Raquel Vázquez Ramil
Salamandra, 2003

Explicaba Neil Gaiman en una entrevista: “Recuerdo que cuando era un crío leí algunos libros, escritos por adultos, acerca de la niñez o desde la perspectiva de un niño. Y al leerlos pensaba: ¿Por qué no se acuerdan? No hace tanto que esta gente tenía ocho o diez años, no pueden tener más de cincuenta... Son sólo cuarenta. ¿cómo es que se han olvidado?”

A Neil Gaiman le gusta retarse a sí mismo. No se entiende de otra forma que dejase el confortable colchón que le proporcionaba la historieta, en la que era un autor reconocido y referencial, para apostar por sí mismo como novelista. El caso es que tras American Gods, el Hugo, el Stoker y el Nebula ya podía darse por satisfecho. Pero decidió volver a lanzarle un órdago a su talento. Y ganó. El resultado es Coraline.

Porque Coraline es un libro para niños. Y supera esas reticencias de Gaiman sobre la literatura para niños escrita por adultos que hemos rescatado para arrancar este texto. Gaiman es lo bastante inteligente como para comprender que, aunque tenga toda la imaginación del mundo -y la documentación: es padre de tres hijos-, no puede meterse en la cabeza de una niña y salir airoso del envite. Por lo tanto, opta por narrar el libro en una tercera persona afectuosa pero no demasiado intrusiva con la psicología de su protagonista. De esta forma, ocurre que Gaiman describe las acciones y los sentimientos de Coraline, pero no se atreve nunca a ponerle enunciado a sus pensamientos. Hay una sabia distancia entre el narrador y lo narrado, entre el adulto que escribe y los niños que leen.

Coraline es un libro de terror para niños. Lo que hace más arriesgada la apuesta de Gaiman con su propia pericia. Dice el autor que es la obra, de cuantas ha escrito en cualquier medio, de la que está más orgulloso. Y se entiende en tanto que Coraline es un libro casi perfecto. Casi perfecto porque no sobra ni falta nada, porque tiene las páginas justas que demandan la historia (lo que no ocurría en American Gods, excesiva e hinchada a mi juicio). Casi perfecto porque es muy difícil pretender escribir terror para niños y ser efectivo. Gaiman lo consigue. Y esto no es demasiado sorprendente, porque ya desde Sandman sus historias podían contener elementos terroríficos pero nunca resultaban desagradables, sórdidas. Siempre había una punto de humanidad, aun cuando se estuviese desarrollando una situación espeluznante. Es una de las características de estilo de Gaiman como autor. Coraline es también un libro casi perfecto porque hasta ahora a Gaiman siempre podíamos haberle reprochado no ser un narrador especialmente brillante a nivel estilístico. Pero hasta esa tara es superada en Coraline, que está redactada con una prosa trasparente (y sencillísima: no olvidemos la audencia a la que va dirigido en libro).

Coraline es un libro muy inglés, en cuanto a referencias, personajes y atmósfera. Y funciona, en cierta forma, como reverso tenebroso de Alicia en el País de las Maravillas. Coraline es una niña que pasa encerrada en su nueva casa los últimos días del verano a causa de la lluvia. Sus padres trabajan y no le prestan demasiado atención. La niña recorre la casa curioseando y encuentra a una puerta que la lleva a través de un túnel a una casa, reflejo de la suya, donde están unos padres que no son los suyos pero que se comportan de modo más atento con ella, lo que devendrá en pesadilla. La excusa argumental da a Gaiman la oportunidad de demostrar sus aptitudes para crear un universo irreal regido por una lógica interna fácilmente asumible por el lector. Un mundo de magia en estado puro. Gaiman bebe de fuentes mitológicas inglesas difíciles de rastrear pero reconocibles en otros contemporáneos que han cultivado el género “infantil-siniestro”, como Gorey o Tim Burton. (Incluso no es difícil leer Coraline e imaginarla reproducida en pantalla con la animación que Burton produjo en Pesadilla antes de Navidad).

Que tiemble J.K. Rowling. Neil Gaiman ha llegado a reclamar lo que era suyo. (No es casual, a ese respecto, que la editora en castellano de Coraline sea Salamandra, la misma que la de Harry Potter.) Lo hará presentando como aval este libro que iba a llamarse Caroline y que cambió de título por un error de tecleado que el autor no quiso corregir.

Valentín Vañó

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