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American Gods
American Gods
Neil Gaiman
Headline Feature, 2001




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Esperaba con auténticas ganas el nuevo trabajo de Neil Gaiman. He sido un seguidor incondicional del escritor desde su etapa de guionista de cómics, cuando relevó de forma magistral a Alan Moore en Miracleman: The Golden Age, y luego con el archiconocido Sandman, pasando después a su faceta como escritor: un libro de relatos algo irregular y dos novelas, Stardust y Neverwhere, que me habían dejado muy buen sabor de boca y ganas de más.

Su nuevo libro, American Gods, es el relato de una guerra: un conflicto a muerte entre los viejos dioses (dioses de panteones más o menos conocidos como el nórdico o el egipcio, junto a multitud de dioses y héroes de lo más oscuro) y los nuevos: la televisión, la informática, etc.

Dicho conflicto es visto a través de los ojos del protagonista: Shadow, un exconvicto que es reclutado por Odín como chico de los recados en una gira por América en busca de los antiguos dioses, reclutándolos para la inminente batalla. Las bases del conflicto parecen claras: los nuevos dioses mediáticos han desplazado a los antiguos, que no reciben la adoración suficiente (el alimento de los dioses) y deben vivir de las migajas. Así, en lugar de seres poderosos, la mayoría de los dioses con los que Shadow se cruza son personas ancianas, decrépitas, que recuerdan un pasado mejor, un pasado en el que recibían adoración y sacrificios.

Me ha resultado muy curioso que el protagonista, Shadow, tenga como afición los trucos de magia con monedas. Curioso porque, en esencia, eso es este libro. Un juego de manos, y poco más. Gaiman nos presenta un conflicto ridículo (¿acaso es necesario que vengan la TV y la informática para que a Odín se le dejen de hacer sacrificios humanos?), y se escabulle de presentar a los dioses de las religiones vigentes en la actualidad. Uno, mientras está leyendo sobre Odín, Shiva, Horus y demás, no hace más que preguntarse que pensarán Yahvéh o Alá (por ejemplo) sobre todo esto. Es evidente para cualquier lector avezado que meterlos como personajes de la trama hubiera sido complicado, como mínimo; y no sólo en cuanto a aspectos literarios se refiere. Pero siempre existen recursos, que un buen escritor como Gaiman debió usar para, al menos, justificar su ausencia. No es lógico que los viejos dioses se quejen de falta de adoración y digan que toda esa adoración la reciben los nuevos, mientras el lector piensa en iglesias y en mezquitas llenas de feligreses. Debe ser que si no hay sacrificios, no vale.

Por otro lado, a pesar de estos problemas del argumento, es innegable que Gaiman sabe escribir. Los diálogos son muy buenos, hay personajes muy cuidados y, en cuanto a capacidad técnica, el libro deja buen sabor de boca. Intercalados en la trama hay una serie de interludios, dedicados en su mayoría a mostrar cómo los viejos dioses llegaron a América. Dichos interludios pueden leerse como pequeños cuentos independientes, ya que no tienen nada que ver con la trama principal, y son lo mejor de la novela sin discusión. En particular el relato del comercial árabe y el djinn en Nueva York. Delicioso.

Este hecho le hace a uno preguntarse si realmente Gaiman estaba preparado a dar el salto a la literatura general. Sus cuentos cortos son en general muy buenos, pero el sentimiento que me ha provocado esta novela es de decepción. Si no fuera por Neverwhere, pensaría directamente que Gaiman no está preparado aún para argumentos tan extensos. Podría argumentarse que su serie de cómics Sandman es un argumento harto extenso, pero si se considera con cuidado veremos que en realidad se compone de arcos argumentales de unos cinco a ocho números, enlazados entre sí. La estructura de una novela larga es algo más complicado.

Carlos Manuel Pérez

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