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Alberto García-TeresaCf sociopolítica
Mundo Espejo
Alberto García-Teresa

Humanismo y progreso:
La bomba increíble

Pedro Salinas
Colección Reencuentros nº 5

Viamonte, 1997

Existen muchas maneras de observar en literatura la aniquilación de la vida hacia la que nos dirige el rumbo de la sociedad contemporánea. Dentro de la ciencia-ficción, tenemos novelas catastrofistas o distopías claramente hiperbólicas, que, en su exageración, encuentran el medio más adecuado con el que conectar sentimentalmente con el lector y hacerle reflexionar.

Y también hay métodos más sutiles, más apegados, en verdad, al proceso histórico, pero igualmente efectivos y contundentes.

Es éste el caso de La bomba increíble, la única narración larga en prosa escrita por el genial poeta Pedro Salinas, redactada en dos meses de 1950, inmediatamente después de Todo más claro (donde se encuentra su contundente alegato contra la bomba atómica "Cero"), publicado exactamente el año previo. Sin llegar a ser plenamente consciente de ello (pues él la denomina "una combinación de realismo y fantasía"), el autor escribe una excelente novela de ciencia-ficción, ese género que por aquellas fechas aportaba varias de sus obras maestras, muy cercana a las distopías (aunque con diferencias insalvables, como veremos); un libro artísticamente impecable, con hondas intenciones filosóficas y profunda voluntad de comunicación y de denuncia social. Creo, sinceramente, que debemos sumar La bomba increíble a esa cosecha, aun sin llegar a la perfección de aquéllas, pues, con todo, supera con creces a la mayoría de sus coetáneas.

Una de las más notables cualidades, tras los escarceos iniciales con el futurismo, de la poesía clara y diáfana en lo formal, pero de gran proyección conceptual (recordemos la importancia que da a la desnudez de los pronombres, el apego al "nombre exacto de las cosas" juanramoniano) de Pedro Salinas es el eje humanista que sostiene todos sus versos. Tanto en su poesía amorosa (un hito en nuestras letras) como en sus poemas escritos durante el exilio, la búsqueda del calor humano, de la comunicación y del entendimiento son piezas claves en su relación con los otros y con el propio universo. La angustia, de hecho, surge cuando éstos no son posibles o se quiebran (el desamor, la guerra).

En esta novela de apenas doscientas páginas, en esta "fabulación" como la denomina el propio autor, esos principios también son sus pilares. De hecho, en una carta al también poeta y buen amigo Jorge Guillén le declara que ha concebido una obra "sobre el tema que a todos nos tiene atormentados. No desde un punto de vista polémico, ni menos aún político, sino poético-humano". [1]

La bomba increíble es un libro de gran potencia, con un conseguido tono poético no sostenido por el lirismo del lenguaje, por las imágenes o las metáforas, sino por la cadencia y el ritmo -determinados por oraciones breves, con estudiada disposición especialmente de las comas- y la pátina que cubre toda la narración, tan característica de este autor, mezcla de indagación, claridad y precisión léxica extrema. Por otro lado, esa prosa rítmica se encuentra plagada de insertos en las descripciones, que contribuyen a marcar, casi como hemistiquios, oraciones extensas, y que demuestran un apego a la poesía narrativa. Además, ese ritmo tan logrado contribuye a construir un tono de fábula muy llamativo, que también tiene efectos a la hora de que el lector reciba el texto, pues se potencian sus intenciones moralizantes.

Se puede decir, por tanto, que es un título perfectamente coherente con el resto de su producción, a nivel ideológico y también estético.

Para hablar del marco de la novela, al país donde transcurren los hechos, me voy a permitir apelar directamente a sus páginas:

"¿No estaba la nación constituida, por primera vez en la historia, la única en el mundo, para servicio de la Ciencia? ¿No corrían por doquier las iniciales ETC, abreviaturas del Estado Técnico Científico, según se consignaba en el artículo primero de la ley fundamental? ¿No se declaraba que la sola religión del ETC era el culto de la Ciencia?".

Efectivamente, se trata de una sociedad donde la Ciencia condiciona todo, hasta el extremo de producir fanatismo religioso. Es un mundo extremadamente positivista y mecanicista. La Razón determina la vida hasta el punto de ser el eje vertebrador del mundo, el único modo posible para el ser humano de vivir. El empirismo impulsa todo: "No admitimos más motivo que la busca implacable de la verdad", sentencian sus dirigentes. Así, consiste en una Razón excluyente, feroz contra quien no sigue sus principios. De hecho, existe un profundo desprecio y marginación de las artes, en detrimento de la ciencia (quien lee literatura en vez de tratados científicos es un degenerado o un enfermo mental). El propio gobierno alenta esa actitud con sus proclamas: "¡Cuidado con el subjetivismo! ¡Desconfiad de los sentimientos!" [2] o cuando alerta de que "quedan millones de ciudadanos apegados a ciertos falsos valores, uno de ellos la importancia de sus vidas individuales".

Para la permanencia y estabilidad de esos valores, el Poder, en la novela, es plenamente consciente de la fuerza y necesidad de la educación formal como método eficacísimo de transmisión de la ideología dominante. Y a ello otorga el escritor una gran importancia, especialmente relevante si tenemos en cuenta que él mismo era profesor universitario.

Ese mundo ideal se ve alterado por la aparición en un museo de armas de una bomba en una vitrina... que no explota, ni hace nada. Las dudas, entonces, rasgan la sociedad. Se produce una búsqueda frenética por saber qué es, quiénes la han colocado y con qué intención. Progresivamente, van muriendo personas alrededor de ella, pero estas muertes no son debidas a la propia bomba, que permanece inmutable, sino a lo que esta incógnita produce en su mundo; a lo que crean los propios hombres a su alrededor: la angustia por no asumir que no se puede comprender algo, el egoísmo y el engaño, las trampas del lenguaje dirigido, la corrupción de los poderosos, el abuso de poder, la pura paranoia... Son estas actitudes todas ellas del hombre moderno, muy similar al actual a pesar de la ligera extrapolación temporal del relato, y la dependencia extrema de ellas llevará, no sólo a la degradación ética y humana, sino al desastre de la sociedad.

Salinas despliega una ironía demoledora en la plasmación de los hechos, con la que desvela las terribles contradicciones de ese mundo. No realiza una crítica de un sistema socioeconómico concreto, o unos principios políticos, sino lo que pretende es alertar sobre las bases ideológicas de ese estado social. Denuncia, por tanto, el afán de racionalizar todo, la soberbia del ser humano que se siente capaz de comprender todo, la imposibilidad de asumir los límites de su capacidad cognitiva y sus instrumentos.

La Razón debe primar, afirma, pero sin supeditarse al humanismo y siendo conscientes de las limitaciones del hombre y de las incógnitas del universo a las que apenas nos podemos asomar. Apela a la humildad frente a la soberbia de sus personajes, a la vitalidad y también, por qué no, a la capacidad de sorpresa, la improvisación y el relampagueo de lo imprevisto.

Con todo, La bomba increíble mantiene una perspectiva distópica aunque no pueda encuadrarse estrictamente en el subgénero, a pesar de rasgos concretos que sí le son propios. Salinas pretende alertar sobre el rumbo de su sociedad coetánea (perfectamente aplicable hoy en día); el mundo que intuía durante su exilio en los EE.UU. Sin embargo, (y esto es un matiz sin importancia, pues lo relevante es el texto en sí, no su clasificación a posteriori en cuadrículas hiperespecializadas que no llegan a aportar gran cosa al lector), aunque en el libro se recogen ciertos lemas-dogmas tan característicos de la distopía (como "Antes morir por la Ciencia que vivir en la ignorancia"), no se produce un desengaño en los términos habituales, no hay un retrato opresivo más que desde el plano moral (se insiste en que es una democracia y que hay tolerancia con la disidencia y quienes no siguen la doctrina y actitudes oficiales -se permite la religión, por ejemplo, a pesar de condenarla-) y el tono de la narración, con su ironía y esa pátina de cuento oral o fábula ya señalado, se aleja del dramatismo y la tragedia de la distopía.

La novela podríamos decir que se mueves sobre dos líneas de acción que se alternan. La primera, predominante, la más original, extensa y de mayor calidad, es la que aborda la crítica irónica de esa sociedad tecnocrática y desapasionada. La segunda, por su lado, que irrumpe en el último tercio del libro a pesar de haberse apuntado ya con anterioridad, propone un cambio de tono. Deja de ser negativo para configurarse como una búsqueda, una propuesta de caminos por los que marchar para redirigir la sociedad retratarla y llevarla a buen puerto, casi con un horizonte místico de trasfondo. Propone entonces la conversión desde la ciencia al amor, al sentimiento comedido y a la fraternidad y hermandad con el resto de seres vivos como salvación del ser humano. No en vano, el autor escribe en 1944, según recoge el prólogo: "Yo estoy convencido de que si no nos acercamos a eso que se llama el mundo del futuro, es decir a su principio, la paz, con ideas y especialmente con actitudes humanas, mucho más amplias y generosas que las de antes, estamos perdidos".

La historia transcurre sin centrarse en personajes concretos, más que en los que corresponden con tipos determinados de su sociedad, como los científicos, los policías o los gobernantes. En ese sentido, éstos responden más a estereotipos, a personificación de la tesis de Salinas que a un intento por desarrollar figuras complejas con las cuales jugar en el relato. A pesar de ello, la pareja que sostienen esa segunda línea, ésa de talante más constructivo, y que representan los ideales del autor, sí pueden considerarse personajes construidos. Su presencia será mayor según nos vayamos acercando al final del volumen.

También es muy notable apreciar que en el universo de La bomba increíble se han producido significativos cambios en el lenguaje. No sólo existe una sustitución del léxico (primera fase hacia la neojerga orwelliana; apunte del lenguaje "políticamente correcto" contemporáneo), sino un replanteamiento de su empleo hacia una pragmática absoluta. No olvidemos que las Humanidades y las Artes, como hemos apuntado, son despreciadas; cómo no la polisemia del lenguaje, lastre para el lenguaje científico.

Esto es especialmente significativo en aspectos bélicos: el "Templo de la Paz", donde aparece la bomba increíble, consiste en realidad en un museo de armas, puesto que éstas "sirven para conseguir la paz". O, en esa misma línea, también podemos recoger una inquietante reflexión consolidada en esa sociedad, cada vez más vigente hoy en día: "¿habrá duda alguna de que el camino infalible para la paz es la guerra?". En ese sentido, esta novela también plasma el pavor ante la guerra, reciente en el recuerdo de Salinas, coetánea en cuanto a la carrera armamentística de la Guerra Fría.

Dentro de la trayectoria del propio autor, es interesante constatar la virulencia de Pedro Salinas contra la tecnología en esta obra concreta, contra el progreso moderno, pues en sus primeros poemarios pueden hallarse distintas muestras de textos futuristas, como hemos mencionado; corriente precisamente exaltadora de la fe en la ciencia y la tecnología. Podemos afirmar, entonces, que La bomba increíble consuma ese cambio (desde las bases orteguianas del artefacto generacional del 27 hasta las maduras manifestaciones individuales de los autores ya insertados en un mundo convulso) que dio fruto a cumbres de la literatura española como Razón de amor o Todo más claro.

Por otra parte, me ha llamado la atención encontrar aquí lo que podrían ser antecesores directos del José Saramago de Las intermitencias de la muerte o Ensayo sobre la lucidez, en cuanto a desarrollo narrativo, estructura novelística y juego de personajes. Sería (al menos para mí, a título individual) una gran sorpresa descubrir que esta pequeña obra es un referente del gran Premio Nobel.

La bomba increíble es una novela, incomprensiblemente, desconocida por los lectores españoles del género; una situación que puede asemejarse a lo ocurrido con La nave, de Tomás Salvador. Se trata de dos obras de gran calidad artística y filosófica, realizadas por dos escritores de altura (más, claro, sin duda, Salinas), que dejan por los suelos al resto de producción de género concebida en esos días en nuestro país (novela pulp en formato bolsilibro), la cual es, incomprensiblemente, mucho más homenajeada, recordada y engrandecida. ¿Se trata de simple e inocente desconocimiento o es fruto de un retorcido complejo de inferioridad que lleva a resaltar lo mediocre, pero más acorde con lo tradicional, frente a lo singular y literaria y filosóficamente notable?

Sea como fuere, La bomba increíble es uno de los grandes títulos de la ciencia-ficción y una herramienta artística verdaderamente notable para detenerse a reflexionar sobre el rumbo que lleva nuestra sociedad.


Notas:

[1] Debemos volver a reivindicar el concepto "político", tan estigmatizado por la práctica de los profesionales de la política, cuando ésta es inherente a la vida en sociedad, puesto todo acto en ella es irremediablemente político, incluido el desentendimiento o la complicidad con la situación existente. Por otro lado, podemos comprobar en la declaración de Salinas la inseparable relación entre poesía y humanidad, frente a los intentos de deshumanización orteguiana.

[2] Curiosa e irónica crítica contra la poesía pura que fue referencia en sus primeros años del propio Pedro Salinas.

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