Es curioso lo que el irlandés de Clontarf hizo en la
imaginería popular. El archifamoso conde Drácula de Bram Stoker ha influido
casi en cualquier manifestación artística, por no decir en todas (véanse
algunas de las versiones en cómic aquí,
en Bibliópolis, que nos trae Rafael Marín en Umbrales...
aunque echo de menos la versión de Fernando Fernández). El heavy metal lo
adoptó como cualquier otra y lo ha mimado a lo largo de este tiempo a base de
canciones, obras conceptuales, transfusiones controladas de humor escarlata,
portadas de discos, etc. Hay numerosos ejemplos, casi en cualquier estilo dentro
del rock y en cualquier época, que demuestran la predilección por el
intercambio de plasma sanguíneo, en una sola dirección, que tiene el género.
Algún día repasaremos todas las caras del mito en su
versión musical, pero hoy quiero quedarme con una rara
avis que encontré en la fonoteca de este extraño hangar: Un disco
semiconceptual sobre la obra más famosa del autor de "El entierro de las
ratas", "La guarida del gusano blanco" o "La dama del
sudario". Se trata del Nosferatu
(1989) de Helstar, un grupo de power metal americano con ligeros toques
progresivos y de infames carátulas y peor logotipo.
¿Qué se le habría perdido al conde en Houston, Texas? No
se sabe, pero debió dejar buen sabor de boca la novela del irlandés en estos
chicos que ya llevaban unos años sacando discos a la sombra de otras
formaciones con mayor renombre como Metallica o Anthrax y que, seamos sinceros,
pasaron desgraciadamente desapercibidos para la masa. El caso es que las bandas
que, como la presente, daban un giro de indiscutible calidad y complejidad a lo
que hacían los grupos de mayor éxito nunca se vieron realmente recompensadas a
la hora de hacer caja (véase Watchtower, Flotsam and Jetsam, etc.). Conjugaban
buenos músicos y buenas producciones (para la época), pero escasa
comercialidad. Es posible que, por eso mismo, Helstar se lanzara a una aventura
pionera, una obra conceptual sobre las andanzas del conde transilvano, un
reclamo de sobra conocido. Quizás deberían haber esperado a que Francis Ford
Coppola realizara su versión cinematográfica del mito, pero para aquellas
fechas ya se habían separado, hartos de tener un logotipo tan horrible y tener
que trabajar entre semana para llegar a fin de mes. Debieron ver la posibilidad
tras el susodicho film y volvieron de
nuevo unos años después, a mediados de la década de los 90... Nada de nada,
no se dieron cuenta de cambiar el logotipo y las portadas siguieron siendo igual
de "difíciles de mirar". Hace poco han vuelto a juntarse, dar
conciertos y esas cosas que hacen los grupos de música. Será que les echaron
del curro y que quieren que algún día este guardián del Hangar 18 les vea en
directo. Sería todo un detalle por su parte.
En fin, que editaron un vinilo cuya "cara A" (si
no has entendido esto último, quizás debas preguntarle a tu hermano mayor o a
tus padres) era una versión a base de guitarras eléctricas y batería a todo
gas del personaje de Stoker. Pero antes de entrar de lleno en Nosferatu, veamos que la fijación con el famoso no-muerto estaba
lejos de ser cosa accidental o el arrebato de una noche de verano tras ver la
filmografía completa de Christopher Lee. Cinco años antes de editar Nosferatu,
los texanos debutaban con un Lp titulado Burning
Star que es, ya por sí solo, toda una joya para analizar: Desde su portada,
que bien podría ser la de un número de Amazing Stories, hasta una canción
sobre la licantropía de lo más conseguida ("Run with the pack"),
pasando por una de posesiones, otra sobre los "ninjas" seguidores de
Stephen Hayes, la "Sombra de Iga" (¡¿?!), etc. Además, comienzan
una especie de saga de ciencia ficción/fantasía de tales proporciones que el Génesis
y el Apocalipsis se quedan en meros cuentecillos para bebés; una lucha entre el
bien y el mal, de carácter galáctico y más que explícitas referencias judeo-cristianas,
que prosiguen en discos posteriores y de la que algún día hablaremos en sazón
de las space operas más
grandilocuentes y maniqueístas. Bien, entre todo este batiburrillo, ideal para
amantes del género fantástico, nos encontramos con una joya titulada "Dracula’s
castle". Imagínate de qué va la cosa. Algo así como editar "El
invitado de Drácula" separado de la novela principal y antes que aquélla,
como para ir abriendo boca y afilando colmillos (por cierto, que se ha hecho).
La canción, como el Lp al completo, bebe de fuentes más rockeras y menos
aceleradas que los posteriores; comienza como una balada para luego dar un giro
musical y deleitarnos con pasajes melódicos pero llenos de fuerza que relatan
la historia de una invitada en el castillo del conde y lo que allí puede
encontrar. Nada muy agradable, por cierto. El caso es que introducen, al
contrario que en "El invitado de Drácula" de Stoker, una figura
femenina, mucho más acorde con los cánones más bien machistas del género,
pero que le da ese punto de sensualidad y lujuria que emana del personaje
transilvano. Obsesión es lo que tenían James Rivera (voz) y sus chicos, pero
eran jóvenes y las hormonas y el RH están entonces más que revueltos. El caso
es que no pasaría de anécdota si unos años después no editasen el susodicho Nosferatu...
Obsesión, no te decía yo. Por cierto, la canción tiene una frase que deja
descolocado al más pintado y nos hace reflexionar sobre lo que estos chicos hacían
en sus ratos libres; es algo así:
"Él trepa por tu pared, como Spiderman convertido en
un bobo."
El caso es que es todo un desacierto dentro de, por otra
parte, una correcta letra. ¡A quién se le ocurre comparar a Drácula con
Spiderman! ¿Es que me he perdido un crossover
póstumo entre Stan Lee y Bram Stoker? Seguro. Sólo un texano podría perpetrar
tal hazaña poética en un texto que pretende destacar el ambiente de misterio y
terror, la imaginería gótica de la historia... Es lo que tiene conocer al
personaje de Stoker mientras desayunas Kellog’s y ves los dibujos animados del
hombre araña. En fin.
James Rivera y compañía se dan cuenta del error de
invitar a Spiderman a la fiesta gótica, siguen ensimismados con el conde, no se
acuerdan de cambiar el logotipo de la banda y deciden hacer un homenaje pionero,
como decía, para la época y el estilo musical que practican. Drácula cobra
vida en pentagramas musicales. Seis temas que resumen la obra de Stoker y que se
desligan de cualquier vía comercial (así les fue) para redondear lo mejor de
su legado musical. Un esfuerzo por recoger la atmósfera y la tensión con los
medios de la época, porque hoy en día con las nuevas tecnologías es más fácil,
reconozcámoslo. Además, convierten la versión en una lucha maniqueísta entre
el bien y el mal, la luz y la oscuridad, muy de su agrado y que vemos reflejada
en otras de sus canciones. Al acabar con Drácula, dicen, la noche pierde su
capacidad de asustar, la luz ha vencido en todos los ámbitos, incluso en el
reducto de lo oscuro y demoníaco. Vamos, que ya puedes pasear de noche por
cualquier barrio de Londres que sin el no-muerto ya todo es precioso, tu cartera
se mantendrá en su bolsillo y las balas no te harán nada (¿otro crossover
misterioso con Superman?).
La estructura de la "mini-ópera-rock" es de lo más
operística, valga la redundancia, o teatral. En un primer acto, se le da la
palabra a un Drácula lleno de rabia y ansias de dominio, de perpetuar su poder
y extenderlo como un virus letal, desgajando los miedos que produce en la
humanidad y su capacidad sobrenatural para desencadenar el horror en un mundo
bajo su yugo. Luego, Jonathan Harker, antagonista del conde y que lo ha sufrido
más de lo debido por las escarpadas cumbres de los Cárpatos toma la palabra en
un acto final donde se da caza y muerte definitiva al vampiro, nosferatu o
no-muerto, como prefieras. El resto de peripecias de la novela se obvian o se
transmiten a través del metalenguaje de los pasajes instrumentales. Así, el
bien siempre triunfa, a pesar de las calamidades pasadas, parecen concluir.
Todo, claro está, aderezado de solos
de guitarra, baterías desbocadas, numerosos cambios de un ritmo en general
pesado y una densidad sónica no apta para los amantes del gospel. Una joya para
los amantes de lo oculto, como diría Íker Jiménez (Este hombre da más
escalofríos que el propio, atormentado y entrañable Drácula, ¿verdad?). No sé
si consiguieron abrir camino para obras de este calado o más ambiciosas si
cabe, pero reivindicaron, al menos, que se podían conjugar literatura y
heavy metal más allá de una única y simplista canción (que es lo que se
estila).
Qué pena que los chicos de Helstar nunca cambiaran de logotipo; ya me
los imagino hoy en día llenando el estadio de Wembley, la plaza de Perales de
Tajuña o el Madison Square Garden después de adaptar obras de Mary Shelley, E.
A. Poe, Arthur Machen, Ana Rosa Quintana, Guy de Maupassant y otros maestros del terror.
Archivo de
Hangar 18
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