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Orson Scott Card
Una entrevista de Rafael Marín


Lo primero que te llama la atención al ver así en persona a Orson Scott Card es que es enorme. Luego, claro, en plan personal, que se parece mucho a uno de mis mejores amigos. Y después, cuando charlas con él, no puedes dejar de sorprenderte por la paz y serenidad que transmiten sus ojos.

Lo que sigue no es puramente una entrevista, sino una conversación donde, como traductor de Card y seguidor de su obra, me di el gustazo de preguntarle las dudas y curiosidades que durante todos estos años me han ido asaltando mientras lo leía y recomponía. A veces nos vamos por los cerros de Úbeda, hablando de cosas que a lo mejor tienen poco que ver con su trabajo como autor de ciencia-ficción, pero sí con su actitud ante la vida. Y en un tipo como Card, parece que es imposible separar su militancia mormona de su labor como escritor. Me lo pasé pipa en la conversación, sobre todo con las expresiones de Kristine, la mujer de Card, que alucinaba con los vericuetos que iba tomando lo que hablábamos (parece que es superexperta en la obra de su marido), y con la traductora que la organización de la HispaCon de Mataró le había puesto, y que agradeció como nadie no tener que traducir al castellano los larguísimos párrafos con los que Card se despachaba.


Rafael Marín: Me gustaría empezar por la pregunta típica. ¿Por qué elegiste escribir ciencia-ficción?

Orson Scott Card: Tú, como escritor de ciencia-ficción, sabes que el público de la ciencia-ficción está preparado para escuchar ideas que nunca ha oído antes. El público "mainstream", el público "literario"... finge que le interesa la ficción experimental, pero al menos en inglés los experimentos tienen que ser del mismo tipo que ha hecho gente como Virginia Woolf, Faulkner, James Joyce, Ernest Hemingway. Si el experimento parece distinto, si experimentas en un aspecto diferente de la ficción además del estilo, si experimentas con las historias que se cuentan y las ideas que se presentan, no tienen ni idea de lo que estás haciendo.

La ciencia-ficción es despreciada por la mayoría de los académicos porque no la entienden, no saben cómo leerla. Creo que fue Samuel R. Delany, pero puede que me equivoque, quien dio el ejemplo a un académico de una historia de ciencia-ficción que empezaba algo así como "Bob miró al cielo y vio que la segunda luna no había salido todavía". Un lector de ciencia-ficción sabe inmediatamente que la acción no se desarrolla en la Tierra, o que de algún modo hay una nueva luna en el cielo, o que se trata de una aventura en el pasado cuando sí la había... El lector de ciencia-ficción pilla las ideas por anticipado, y espera más información, y tiene una actitud diferente hacia lo que lee. Sabes que el mundo va a desplegarse delante de ti, y esperas a conocer las reglas.

Un académico dice inmediatamente: "¿Qué quiere decir con dos lunas?" (risas) "¿Qué simboliza esto? ¿Está el personaje loco?". Porque la realidad, para el académico, no se cuestiona. Busca la metáfora. Y trata de leer metafóricamente lo que en la ciencia-ficción se presenta literalmente. La cf sigue llena de metáforas, pero se presenta alegóricamente, con objetivos en la historia, no sólo en el estilo o la forma de escribir el autor. El académico no está intelectualmente preparado. Mientras que el lector de ciencia-ficción está preparado para leer tanto la ficción académica como la ciencia-ficción. Podemos alternar entre las dos fácilmente. Con diferencia, el lector de cf es más maduro. Pero trata de decírselo a un académico... (risas).

RM: Ya lo has dicho en algún sitio con anterioridad, pero eres distinto a otros autores de ciencia-ficción. Creo que eres muy buen escritor, con un estilo muy limpio, muy poético en ocasiones...

OSC: Hace falta un lector español para apreciar eso... En la ciencia-ficción americana me acusan de no tener estilo, porque no es un estilo académico. Los autores de ciencia-ficción que se parecen más a los autores académicos desprecian mi obra, porque no es académica. No se parece a lo que ellos piensan que es buena literatura. En los Estados Unidos no parecen conscientes del hecho de que hago, creo, cosas mucho más interesantes con el lenguaje que ellos. Sigo aprendiendo. Me esfuerzo mucho trabajando con el lenguaje en formas interesantes, pero lo que estoy haciendo, mi experimento es tratar de escribir "oralmente". Escribir tal como se habla. Mis editores se vuelven locos, porque no puntúo según las reglas del inglés formal. Puntúo según la respiración, según el ritmo. Trato de hacer en la ficción lo que Hopkins hizo en poesía, el ritmo, la cadencia del habla natural, en vez del artificio literario. Y por eso es posible leer mi obra y no darte cuenta. Suelo escribir los últimos párrafos de una obra con un pentagrama, no por afectación, sino porque se acerca más al ritmo que busco, aunque los lectores no sean conscientes, porque da un ritmo al final de la historia.

RM: Yo suelo ver la música en lo que escribes, esa cadencia...

OSC: No sabes cuánto lo... Eres el primero que me lo dice. En serio.

RM: Para mí traducirte es fácil, porque no tengo que cambiar las frases. No hay que darle la vuelta a lo que quieres decir... Excepto en Alvin.

Card y su esposa, al unísono: ¡Alvin, claro!

RM: ¿Quién está "escribiendo" Alvin, por cierto? ¿El niñito negro, Arturo Estuardo?

OSC: Sí.

La esposa de Card: ¡Bien por ti! (risas)

OSC: La mayoría de la gente no lo sabe.

RM: No llegué a traducir los tres primeros libros, sólo el cuarto, y tuve que leerme los tres primeros en muy poco tiempo. Y no llegaba a saber quién "escribía" esa historia.

OSC: Si te confieso una cosa, yo tampoco lo sabía al principio. Sólo lo decidí en el libro tercero. No sabía qué personaje debía contarlo. Era un experimento que los académicos nunca advertirán. Solía coger los párrafos, según el punto de vista del personaje que tocara, y los escribía con la "voz" de ese personaje, aunque no sea el "escritor". Cuando escribo, en mi mente tengo el acento de la gente de la frontera (cambia la voz y empieza a hablar con un acento casi ininteligible), y cuando atiendo el teléfono en mitad de lo que escribo, lo hago hablando de esa forma tan rara... (risas). Y tengo que luchar para volver a escribir al inglés normal. Pero las secciones que están vistas desde el punto de vista del predicador, las escribo con un estilo mucho más formal y elegante (vuelve a cambiar la voz, y ahora parece un predicador de verdad). Así pensaba mientras escribía. En cierto modo, cuando escribo estoy actuando. Actúo como si fuera el cuentacuentos.

RM: Al principio pensé que el narrador era Truecacuentos. Pero luego me di cuenta que no...

OSC: Nunca pretendí que fuera Truecacuentos, en parte porque muere antes de que la serie termine, antes de la muerte de Alvin.

RM: ¿Cuánto va a durar la serie, siete libros?

OSC: Originariamente iban a ser tres, pero tardé tres libros en contar lo que quería para el primero. Y al final del cuarto aún no he terminado con lo que originalmente quería que fuera el segundo.

RM: ¿Hay un momento en que Alvin sueña con El señor de los anillos?

OSC: Sí, lo puse como diversión. Aquí en España parece que todavía tiene mucho tirón, pero en Estados Unidos fue muy popular en los sesenta y setenta, pero ahora los estudiantes universitarios ya no lo leen. Creo que porque es demasiado duro para ellos. Empieza siendo aburrido, muy lento. Y los lectores americanos se han vuelto perezosos. Los profesores de instituto los obligan a leer a Hemingway y Moby Dick, a Hawthorne... autores terribles para los chavales. En cierto modo, esos libros están escritos en un idioma extranjero. Pero si les das El señor de los anillos y rebasas el principio, es genial.

RM: Es lo mismo que pasa en España con El Quijote. Hay que tener al menos treinta años para entenderlo y disfrutarlo.

OSC: Exactamente. Moby Dick es magnífico, pero yo traté de leerlo con diecisiete años. Es un libro difícil, lo leí de nuevo con treinta y tantos y me quedé maravillado. Ya estaba preparado. Descubrí que era un libro divertido, lleno de humor y sátira. Cada frase es un delicia. Pero no para un chaval de diecisiete años. No se deja a un niño de diez años conducir un coche. A los jóvenes lectores hay que darles primero algo que puedan amar, y una vez que lo amen, entonces pueden aprender cómo es la literatura.

RM: ¿Qué pasa cuando prefieres, como es mi caso, a Calvin en vez de a Alvin? Creo que mucha gente prefiere al malo que al bueno.

OSC: Calvin es más interesante porque causa problemas. Los problemas con los que trata Alvin son los problemas de un adulto, tratar de construir una comunidad y todo eso. Calvin tiene problemas de niño. Es un niño pequeño que no se controla, que no sabe quién es, que se siente tentado a hacer cosas malas. Alvin ya ha superado esas tentaciones. Al final del tercer libro ya ha aprendido que quiere ser un hombre virtuoso. Sigue fascinándome Alvin, para mí sigue siendo el centro de estos libros. Pero comprendo que Calvin sea más entretenido porque se mete en problemas.

RM: Me pasó más o menos lo mismo cuando leí La danza de la muerte de Stephen King. Me caía mejor el malo que la madre Abigail. Era fascinante como personaje.

OSC: El problema de La danza de la muerte es que Stephen King, conscientemente o no, tiene una visión calvinista del mundo. El final del libro me irritó, porque todas esas personas esforzándose y al final todo queda en nada. Para que aparezca el dedo de Dios y acabe con todo, podía haberlo hecho al principio. ¿Para qué prepara Dios a todos esos personajes? No creo en ese tipo de Dios (la mujer de Card se ríe). No me gusta. Aunque me parece que es el mejor libro de King, junto con La zona muerta y Misery, quizás, me resultó irritante el final.

Yo sí tenía miedo al malo de esos libros. Porque hay gente así de malvada en el mundo real. El mal no me fascina. Creo que la gente mala actúa siempre de la misma forma, y una vez que entiendes cómo funciona la tentación, me resulta sencillamente repugnante. He conocido a un par de corruptores de niños en mi vida, y sé qué hay en sus mentes, y siempre es lo mismo. Es como los alcohólicos, o los cocainómanos. Son todos iguales. Son máquinas para obtener los cuerpos de los niños. No quiero explorar esos tipos de personajes.

RM: Pero en tus libros sueles sopesar mucho las acciones y sus consecuencias, todos los lados de una situación. Por ejemplo, en Observadores del pasado o en la serie de Ender, la idea del virus como ser inteligente... Sopesas todos los aspectos distintos de una situación.

OSC: Trabajo en ello. Pero eso no es explorar el mal. Es explorar cuestiones difíciles. Llegará el momento en que Calvin tome la decisión de destruir todo lo que ha hecho Alvin, y en ese momento dejará de ser interesante para mí. Todo eso pasará en el último libro, y veremos a Calvin poner en marcha una cadena de acontecimientos que acabará por matar a su hermano.

RM: ¿Los nombres Alvin y Calvin son por Abel y Caín?

La esposa de Card: ¡Oh!

OSC: Nunca se me había ocurrido. Es la primera vez que me sugieren esa idea.

RM: Es que soy muy inteligente (risas).

OSC: Pero a partir de ahora voy a decir que sí, que eso es lo que pretendía desde el principio (carcajada general). Elegí el nombre de Calvin porque rima con Alvin, y no hay muchos nombres en inglés que rimen con Alvin. Pero también elegí Calvin porque quería poner a prueba la filosofía de Calvino, una perversión del cristianismo que es muy perniciosa.

La historia de Alvin está basada muy libremente en la vida de Joseph Smith, el fundador de la religión mormona. No fue su hermano, sino un tal John C. Bennet, quien se convirtió en su amigo más íntimo y cuando estaba construyendo la ciudad que en los libros de Alvin es la Ciudad de Cristal, constantemente trataba de minarlo todo, explotarlo todo para su propio beneficio. Al final, acusó a Smith de todo lo que él mismo había hecho. Y por eso mataron a Smith, por los crímenes de John C. Bennet.

RM: ¿Entonces Alvin morirá? ¿No va a triunfar?

OSC: No. Va a fracasar. Pero Arturo Estuardo liderará al resto de la gente a través del Mizzipy hacia el País Rojo, y curiosamente en las orillas del Salt Lake (risas) construirán...

RM: ¿Puedo contar esto?

OSC: Sí. Lo llevo contando desde hace años. Construirán una nueva Ciudad de Cristal en las orillas del Lago Salado. Todo el que comprenda la estructura de la historia sabrá que Arturo Estuardo es mi tatarabuelo.

RM: Para nosotros en España es muy difícil comprender todas las implicaciones de esa historia, aparte de saber quién es Napoleón, o La Fayette. Nuestra idea del Oeste son pistolas, indios, y todo eso. Y la pregunta es cuándo va a aparecer Davy Crockett y todos los héroes de la frontera...

OSC: Oh, todos aparecerán. Me estoy divirtiendo mucho jugando con la historia americana. Meto personajes cada vez que puedo, la rebelión de los esclavos... Introduzco cosas que son reales, incluso la forma en que éstos usan la magia, que es el vudú.

RM: ¿Has pensado en enlazar la historia de Alvin con una de las posibilidades de alterar la historia de Pastwatch?

OSC: No. Bueno, sí lo he pensado, pero no lo voy a hacer, porque el mundo físico de ambas historias es completamente diferente. Son universos distintos y no puedo mezclarlos. Con Pastwatch, el próximo libro trata de Noé. Tengo una novela corta y voy a ampliarla. Y luego, después del Diluvio, haré Adán y Eva. Creo que eso me creará ya suficientes problemas sin tratar de enlazar la alegoría de Joseph Smith con el universo de Pastwatch.

RM: ¿Cuál ha sido la reacción del público americano a Pastwatch?

OSC: Como no es parte de una serie que conozcan, se mueve más lentamente. Mis series venden mejor. Con los libros que no pertenecen a series, la gente se lo piensa más.

RM: Creo que en Starlog leí una pequeña reseña y decía que no era muy interesante. Y para mí es uno de los mejores libros que has escrito jamás.

OSC: Me alegra que te gustara. Como traductor, creo que lees las cosas con mucha más atención que un lector normal. Para mí es la mejor novela de ciencia-ficción que he escrito como tal. No sé si podré hacer un libro como ese otra vez, en parte porque fue durísimo. Empezó como un juego, por pura diversión, pero me enamoré de los personajes, de la situación, y de los temas históricos, y tuve que hacer un montón de investigación... para mí, al menos, quizá para un escritor de verdad, no. (risas)

RM: La idea de viajar en el tiempo y la posibilidad de cambiar el pasado como una obligación moral nunca se había tratado antes.

OSC: En realidad, trato de decir que tenemos la obligación moral de cambiar el futuro con lo que hacemos ahora. Y lo escribí en el contexto de la agonía de ser un norteamericano con lo que es probablemente el peor presidente de nuestra historia... y hay competencia de sobra para ocupar ese puesto. Pero un presidente que se queda cruzado de brazos cuando tenemos poder para detener las masacres en Ruanda, o en Bosnia... ¿Es que no hemos aprendido nada de la Segunda Guerra Mundial? ¿Somos tan estúpidos que vamos a dejar que suceda lo mismo una y otra vez? No hay otro país con poder para intervenir. ¿A qué esperaba? Esperaba permiso. A que fuera políticamente conveniente. Necesitamos un presidente que sea un líder y diga "Esto es intolerable", y cuando América tiene el poder de detener esta locura, si a otra gente no le gusta, es una lástima. Pero este tipo de asesinatos, y matanzas, no pueden existir en el mismo mundo que una buena nación. No somos una buena nación. Nos quedamos de brazos cruzados y reelegimos a ese hombre. Me avergüenza mi país.

RM: ¿Has leído Paz interminable, de Joe Haldeman?

OSC: No la he leído. Dejé de leer ciencia-ficción hace cinco años.

RM: Lo traduje este verano y la idea era forzar a la gente a ser buena, por medio de implantes, y no podían actuar violentamente. Mientras lo traducía, pensaba en cómo habrías tratado tú ese tema, porque no era una acción moral obligar a la gente.

OSC: ¿Y Haldeman decía que eso era bueno?

RM: Al final tienen éxito. Aunque el diez por ciento de la gente implantada muera en el proceso...

La esposa de Card: Eso es inaceptable.

OSC: La suma total de las guerras no han matado al diez por ciento de la población terrestre.

RM: Es una de las cosas que se dicen en el libro, pero aun así... Cambiemos de tema. ¿Qué hay de Ender y compañía? ¿Has terminado de verdad con la historia?

OSC: La historia de Ender está terminada, y no volveré a ella. Tengo contratada una novela sobre Mazer Rackham, que empieza antes de El juego de Ender, y que termina después. Dos mil años antes de La voz de los muertos. También, si puedo encontrar a los autores adecuados, quisiera autorizar una serie de libros de otros autores sobre los compañeros de Ender en la Escuela de Batalla. Me encantaría una historia sobre Bonzo Madrid, porque creo que es un personaje fascinante. Mucha gente piensa que es un tipo malo, pero me parece que es alguien atrapado por su propia personalidad, una figura trágica. Me encantaría leer una historia desde su punto de vista. Pero yo no tengo tiempo para escribir esos libros. Tengo que escribir otros libros.

RM: Después de muchos rumores, parece que por fin has escrito un guión cinematográfico sobre Ender. ¿Qué nos puedes adelantar sobre la película?

OSC: Me han pedido que escriba el guión de la película cientos de veces en los últimos diez años. Pero siempre querían hacer que Ender tuviera dieciséis años, y se enamorara... No quise vender los derechos, no importaba cuánto me ofrecieran, a menos que fuera descrito como un niño de menos de doce años. Esto sorprendía a la gente de Hollywood, porque no están acostumbrados a que se rechacen sus ofertas. Todos dicen: "¡Pero si vamos a convertirlo en una película!". Y yo les respondía: "Ah, pero es ya un libro". Finalmente la he vendido a alguien que la hará tal como es el libro. Claro que hay que cambiar la forma en que se narra la historia para convertirla en película, pero el productor, Robert Cakartoff es un hombre que hará la película que yo quisiera ver.

RM: ¿Qué nos puedes adelantar sobre la continuación de Lovelock? Me pareció fantástico, me hiciste llorar por culpa de un mono.

OSC: ¡Sí, esa era la idea! (carcajada general)

RM: Estaba traduciendo y estaba lloriqueando todo el rato, sintiéndolo tanto por aquel pequeño mono... (risas). Y me decía...

La esposa de Card, al unísono conmigo: ¡Es sólo un mono!

RM: Era muy divertido, muy cínico, y al mismo tiempo muy trágico.

OSC: Pero lo más triste de todo es que la idea original del libro ni siquiera tenía a Lovelock dentro. Cuando empezamos el libro era la historia de ella, y de ese pueblecito en el espacio. En la investigación para los personajes, recurrimos a una idea que tenía desde hace tiempo, los animales como testigos, para observar y registrar de forma electrónicamente ampliada. La idea original era un cerdito, pero luego te das cuenta de que los cerdos son limitados. La gente con más prestigio tendría algo tan sofisticado como un mono por testigo. Mientras Kathryn Kidd y yo hablábamos, nos dimos cuenta de que Lovelock era mucho más interesante que los humanos, y robó el libro. Por eso, la trilogía en vez de tratar sobre los colonos humanos ahora trata de la búsqueda de Lovelock por crear una familia y fundar una tribu. Puedo decirte que al final del tercer libro tendrá éxito, y habrá monos libres en el nuevo mundo... pero habrá muchos problemas por el camino.

El segundo libro se llamará Rasputín, y la mitad está contado desde el punto de vista de Lovelock y la otra mitad desde el punto de vista del gato, Rasputín, testigo de un psiquiatra. Y Rasputín será muy parecido a Lovelock, aunque no comprende su fascinación por crear una descendencia. Sólo le interesa su propia vida. Es muy egoísta, como son los gatos (risas).

RM: Entonces estará condenado a perecer.

OSC: Pero no le importa. Porque su vida es la única vida que le interesa. ¿Qué le importa que la próxima generación sepa lo que él sabe? Pero a veces actúa contra Lovelock, y serán antagonistas durante un tiempo, pero al final del segundo volumen Rasputín hará algo clave para ayudar a Lovelock y acabará siendo un buen tipo.

RM: ¿Estás trabajando en eso ahora?

OSC: Estamos en el capítulo cuatro. Llevamos un año clavados en el capítulo cuatro. Ahora me toca a mí...

RM: ¿Cómo escribís en conjunto? ¿Por capítulos alternos?

OSC: Yo escribo un capítulo, entonces Kathryn Kidd lo reescribe y escribe la continuación, yo reescribo el suyo... Es muy lento. Muy lento. Pero sabemos básicamente adónde va la historia. Y no nos peleamos. El motivo de los retrasos esta vez es la película, el haber estado trabajando con el guión de Ender. Y eso me ha retrasado tanto que he tenido que anular algunos contratos de libros.

RM: Comentabas que el actor que haga de Ender probablemente no haya nacido todavía, porque quieres que sea un niño de menos de doce años. Si alguna vez se llevara al cine La voz de los muertos, por ejemplo, ¿tienes en mente a algún actor concreto para el Ender adulto?

OSC: (tajante) Yo nunca haría esa película.

RM: ¿Por qué no?

OSC: Es demasiado vil, demasiado sangrienta. Si hicieran la película, yo no querría verla. La mayor parte de lo que pasa es dentro de las cabezas de la gente. ¿Cómo comprendes por qué hacen lo que hacen? Hay mucha gente hablando y explicándose cosas mutuamente, y de pronto hay crueldad. La mayoría de mis libros serían películas malas. Y los que serían buenas películas, como Wyrms, serían muy tenebrosas. David Lynch está echándole un vistazo a la idea, pero...

RM: ¿Has notado diferencias entre escribir un guión y una novela?

OSC: Bueno, he escrito obras de teatro durante años. En cierto modo, fue divertido volver a escribir diálogos, pero en otro sentido una película no puede ser sólo diálogos. Tuve que ser muy económico con lo que la gente dice, y fue doloroso escribir una buena escena y luego cortar y cortar... Había veces en que los productores decían: tienes que incluir esta escena y yo decía no, no es necesaria.

He escrito varios comienzos y un borrador completo, y al final empecé de nuevo con otra perspectiva. Mucha gente odia ese principio, porque revela el "secreto", pero eso pasa en el libro porque sólo aprendes lo que aprende Ender, está contado desde su punto de vista. Pero en la película la cámara no está dentro de su cabeza, sino fuera, y sería mentir al público durante toda la película. La gente diría que es un fraude.

RM: Personalmente, me parece mejor idea así. La gente no saldrá del cine pensando que era un videojuego.

OSC: Sabrán que es real desde el principio. Y el suspense estará en saber cuándo lo descubrirá Ender. Hay una línea de diálogo que creo que no está en el libro, que dice que cada vez que Ender descubre una mentira tienes que estar seguro de que hay otra mentira esperando detrás, para que nunca llegue a la verdad. Y de eso trata la película, de mentir a los niños. Si pudiera volver atrás y escribir de nuevo la historia como en la película, pienso que sería mejor.

Entrevista publicada originalmente en Artifex vol.18, abril 1998.


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