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Observadores del pasado
Observadores del pasado
Orson Scott Card
Título original: Pastwatch
Trad. Rafael Marín
Col. Nova nº 109
Ediciones B, 1998

Hay escritores a los que el éxito y el reconocimiento no les sientan nada bien, y el ejemplo mas notable dentro del genero es el de Orson Scott Card. El autor de Esperanza del venado, La Casa del Canto, La saga de Worthing, los dos primeros libros de Ender y una multitud de cuentos excelentes ha logrado transformar la mayor parte de sus virtudes en defectos: de centrarse en los sentimientos y la psicología de sus personajes ha caído en la sensiblería y el sentimentalismo, de las relaciones humanas profundas y complejas de sus primeros libros a las propias de una telenovela y el mas rancio folletín... Y lo peor es que, a pesar de todo, sus novelas no son malas, tienen ideas enormemente aprovechables (que no siempre aprovechadas), y son casi siempre entretenidas y divertidas. Qué magnificas novelas habría escrito con el mismo material el Card de los primeros tiempos.

Observadores del Pasado es un ejemplo del tipo de novela que escribe Card en la actualidad. Un libro contradictorio; engancha y es entretenido pero, desde casi todos los puntos de vista, resulta fallido. Las amplias posibilidades abiertas por la existencia, en un futuro próximo, de una máquina de observación del pasado, quedan reducidas rápidamente al dilema de si se deben utilizar o no sus recientemente descubiertas capacidades para cambiar el curso de la Historia en un punto muy concreto: el descubrimiento de América.

Es raro que un escritor tan experimentado como Card, que en otros libros ha dado muestras de saber manejar tanto las ideas como los personajes más complicados, haya escrito una novela tan ingenua y superficial como ésta. Es un libro blando y poco riguroso en casi todos los aspectos: el problema moral de cambiar el pasado y hacer que una determinada línea temporal deje de existir, en teoría el centro y trasfondo de la novela, es tratado de forma pueril: dicho dilema va reduciendo su importancia en cada página hasta desaparecer ante la necesidad imperiosa de realizar dicho cambio. Así, no hay ninguna problema ético en realizar una acción necesaria. La Historia (aunque éste es un problema de la mayor parte de las ucronías) se cambia con relativamente poca dificultad. Adiós a las grandes fuerzas económico-sociales que formaron la Historia: un empujón aquí y otro por allí, y voilà, una línea temporal totalmente nueva. Los personajes, uno de los supuestos puntos fuertes de Card, apenas están esbozados y tienen, todos, absolutamente todos, la ridícula manía de enamorarse entre ellos a las diez paginas de conocerse.

El libro es también absurdamente previsible. A la segunda línea de presentación de un personaje ya se sabe si es "bueno" o "malo", el personaje marginado es siempre el más sabio y correcto, etc. A ratos, y para colmo de males, la novela se torna bastante aburrida y pesada, sobre todo en la descripción minuciosa, y también exasperante, de la vida de Colón; vida que, como españoles, tenemos bastante conocida.

Y después de todo lo dicho lo extraño es que Observadores del pasado no es una novela horrible. Es una novela que se puede y se deja leer, al igual que uno se entretiene viendo esas películas de gran presupuesto llenas de errores y fantasmas que te hacen pasar un rato agradable. Quizás, y resumiendo, sus peores características son que intenta abordar grandes temas, cosa que no consigue en absoluto, y se queda en entretenida novela de aventuras que engancha por lo mismo que todas las ucronías: por la extrañeza del podría ser, de los universos e historias alternativos. Y por ser una novela de Orson Scott Card, ya que algunos todavía esperamos mejores cosas de él.

Rafael Muñoz Vega

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