La
pregunta "¿qué hubiera pasado si tal cosa no hubiera ocurrido" es
considerada de forma casi unánime de una manera negativa: sin embargo, es
precisamente la pregunta fundamental.
Friedrich Nietzsche, 1875
Cuando se le pregunta a los aficionados a la
ciencia ficción si son capaces de definir la palabra ucronía es casi seguro
que el 90% de ellos darán con la clave para definir este vocablo y seguramente
podrán nombrar varios relatos e historias que contengan elementos ucrónicos.
Pero este término se conoce entre los
aficionados al fantástico y en círculos académicos; sin embargo, su no uso en
el lenguaje habitual hace conveniente que se la defina antes de proseguir.
Paul McAuley[1]
define ucronía como: "neologismo basado en las palabras utopía y el término
cronos (el tiempo). Ucronía es una reescritura fantástica de la historia, una
reconstrucción literaria imaginaria de la historia", y la Real Academia Española
la define como "la utopía aplicada a la historia; historia reconstruida lógicamente
de tal modo que habría podido ser y no ha sido".
Las ucronías son entonces relatos en los que
la historia pasada ha sufrido modificaciones que nos sitúan en mundos
imaginarios y ficticios, en los que los sucesos no han trascurrido tal y como
los recordamos.
Pero si la historia cambia ha de producirse
esta alteración en algún momento determinado. Ese momento es el que
Geoffrey Hawthorne, profesor de Cambrigde, definió como punto Jumbar. Éste sería una encrucijada de caminos en la que el devenir histórico variaría
dependiendo del camino elegido. Esa encrucijada debería ser un suceso histórico
de la suficiente relevancia para que su no existencia o su modificación
condicione un rumbo histórico diferente. Colegimos por tanto que la historia es
maleable y que se puede modificar por la acción de individuos o
colectivos. Es evidente que la demostración es imposible porque no podemos
retroceder hacia atrás en el tiempo, y más desde que el profesor Stephen
Hawking se desdijera de su propia teoría confirmando que no se puede hacer ese
viaje, y por tanto sólo podemos elucubrar con el "¿y si...?".
Una de las características que ha de tener
una ucronía es su credibilidad histórica. No funcionaría una ucronía en la
que los mayas, pongamos por ejemplo, llegaran al reino de Granada en 1492
tripulando cazas de combate. Pero si una expedición maya, con barcos,
suponiendo que los tuvieran, adecuados arribara a Cádiz en esa época podríamos
estar ante una ucronía. En el primer caso la tecnología no es adecuada a la época,
en el segundo sí. Literariamente hablando las ucronías forman entonces parte
de un género más amplio como es el de la novela histórica. La diferencia de la
ucronía consiste en que esta última parte de un mismo pasado histórico pero se
bifurca a partir de un momento determinado. Si esta ucronía comparte personajes
reales históricos, éstos no se comportarán como los originales sino que verán
modificados sus comportamientos por los acontecimientos inventados. El autor de
novela histórica hace lo mismo con sus personajes si los mezcla con reales históricos.
Relato ucrónico o ucronía sólo pude ser
aquel relato en el que la causa de modificación histórica se debe a
circunstancias plausibles o lógicas dentro del mismo contexto histórico en el
que se desarrolla la acción. Es por tanto irrelevante como ucronía la que se
base en injerencias de los habitantes de la Atlántida,
de extraterrestres variopintos o viajeros del tiempo procedentes del
futuro.
En esta columna que se inicia en Bibliópolis
analizaremos algunas de las ucronías más famosas de la historia de la
literatura, tanto nacional como foránea. El género ha dado verdaderas piezas
maestras, y por supuesto soberanos bodrios, que contemplaremos en su justa
medida. Philip K. Dick, Norman Spinrad, Kim Stanley Robinson o Jesús
Torbado tendrán cabida en próximos meses.
Esperamos que lo disfruten.
[1]
McAuley, Paul. J. Pasquale's Angel. AvoNova.
New York, 1995

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¿Y si...?
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