Sobre
todo en Estados Unidos, el mundo de los creadores de historietas tiene unas
normas establecidas que, si bien permiten la continuidad en el tiempo de unos títulos
con la llegada de sangre nueva a sus riendas creativas, también coarta las
posibilidades de expansión narrativa de esos personajes (en tanto no pertenecen
a los sucesivos guionistas a dibujantes encargados de continuar con el
desarrollo de sus historias). De esa imposibilidad de expresarse a sus anchas, y
de las apetecibles prebendas que ofrece la posibilidad de conservar la autoría
del trabajo y los derechos de explotación en cine y otras franquicias, surgen a
finales de los años ochenta todos los cismas y todas las nuevas líneas
editoriales que, siquiera brevemente, hicieron tambalear el bipolio del mercado,
en manos de DC y Marvel Comics. De todos aquellos autores y personajes, muchos
de ellos flor de media década, son Mike Mignola y su Hellboy los que más
pueden representar una visión casi europea de la necesidad intrínseca de
contar de un modo personal y propio historias que difícilmente podrían haberse
contado en otros ámbitos.
Hellboy representa un agradable equilibrio entre
tebeo de autor y tebeo popular, una mezcla de géneros que va de lo policíaco a
lo paranormal, del terror a lo superheroico, de lo bélico a lo surrealista,
donde se notan los gustos y las influencias que Mignola ha ido recibiendo toda
la vida: del trazo tosco con grandes masas de sombra y la recia hechura de su
personaje protagonista (un demonio con cuernos afeitados y una mano de piedra
que recuerda a La Cosa en más de un aspecto de su
personalidad), herencia de Jack Kirby, a los tebeos de guerra, la cosmogonía de
H.P. Lovecraft, los fantasmas de Edgar Alan Poe o el terror intrínseco en buena
parte del folklore centroeuropeo.
Invocado en un aquelarre nazi a finales de la Segunda
Guerra Mundial, el demonio protagonista, rescatado por el ejército americano y
educado como un ser humano y tal vez con un destino terrible donde vaya a crear
el Apocalipsis a su pesar, Hellboy funciona como detective y como exorcista a la
vez, y se rodea, en la Unidad de Defensa e Investigación Paranormal a la que
pertenece, de un grupo de secundarios (Abe Sapiens, Liz Sherman, Johan Kraus)
tan atractivos como él... y con pasados tan interesantes como el suyo.
Y
es que Mignola, que quizá no sea todo lo buen guionista que pudiéramos desear,
sí ha sabido rodear su creación de unos parámetros creativos envidiables. El
universo de Hellboy es un universo propio que, debiendo mucho a muchos
otros universos, resulta enigmático y subyuga cuantas más sombras se
entrecruzan en sus pocas luces. La mezcla de nazismo, vampirismo, hombres-lobo,
demonios, muertos insepultos, seres paranormales, de folklore tradicional y
cultura pop contemporánea es la gran baza de la serie, junto con los esperpénticos
enemigos tan llenos de matices pulp: Rasputín resucitado, la diosa Hécate,
Herman von Klepmt (¡una cabeza en un tarro!) y su fascinación por los
experimentos con gorilas.
Llevado dos veces a la gran pantalla por Guillermo del
Toro, existen además algunas novelas del personaje escritas por el propio Mike
Mignola, señal de que los filones, cuando se encuentran, no sólo deben
explotarse, sino que ofrecen para ser explorados muchas más riquezas de las que
pudiera parecer a primera vista.
 Archivo de Umbrales
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