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Rafael MarínCómic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (XL)

 

Haxtur
de Víctor de la Fuente
 

(1973)

Uno de los grandes hitos de la historia del tebeo en España, Haxtur, supone también poner al descubierto una de sus mayores carencias. Relegado durante demasiadas décadas a producto infantilizante y, para colmo, lastrado por el peso de una censura tan boba como indigna, obligados los creadores a rebajar el contenido de sus producciones cuando había suerte, y al exilio, físico o surogado cuando no la había, es precisamente con una revista auspiciada por el régimen franquista ya en las penúltimas, Trinca, donde una cantera de dibujantes y guionistas puede por fin ofrecer una buena muestra de lo que llevaba dentro (y que estallaría, siquiera brevemente, ya a finales de la década y principios de los años ochenta).

Víctor de la Fuente, quizá el artista más completo de nuestros tebeos, verdadero maestro de maestros, sorprendería a propios extraños con su Haxtur, no tanto por el preciosismo formal de sus dibujos, capaces de medirse en pie de igualdad e incluso superar lo que se estaba haciendo en Europa o América, como por el hermetismo algo inquietante que rodearía al personaje. Ha querido justificarse en la extraña odisea de Haxtur (un guerrillero de algún innominado país sudamericano cuyo físico recuerda a Ché Guevara) en la presión de la censura y la necesaria búsqueda de un nuevo cauce de expresión creativa, pero quizá el autor abusa demasiado de la alegoría a la hora de contar los doce episodios de que consta su aventura. El resultado, absolutamente deslumbrante desde un punto de vista gráfico, donde incluso el color y sus matices adquieren valores narrativos, se encuentra no obstante con el escollo de la excesiva simplificación (fuera obligada o no) en el desarrollo de sus tramas. Salvando las ínfulas trascendentes de las que el tebeo adulto español, por otra parte, nunca ha sabido zafarse del todo, en Haxtur se nos presenta un mundo onírico donde existen magos, golems, dictadores y licántropos, hechiceras y víctimas, opresores y oprimidos, espadas y palos y piedras y armas semimágicas que no es difícil interpretar como alta tecnología: los materiales mismos de los que está hecha la fantasía heroica, y no es extraño que en otros países no haya querido leerse la historia con ese tonillo parabólico algo pedante que es, a la postre, lo que más le afectaba y todavía le afecta.

Porque, aparte de los elementos tópicos de cualquier historia de hombre semidesnudo con espada (y, en este caso, colgante que remeda una suerte de cruz de madera), De la Fuente intenta contar una gran suerte de fábula cuasi-medieval, una morality play donde el solitario personaje everyman central (y, por ende, el autor y los lectores) se cuestiona de continuo las preguntas metafísicas de la vida y, de paso, vacila de continuo sobre la realidad del mundo y las aventuras pseudo-oníricas que está experimentando.

Si centramos el análisis de la serie en los dos magistrales capítulos de inicio y cierre, Haxtur puede interpretarse en efecto como una alucinación de un guerrillero emboscado que flota entre la vida y la muerte, poseído por demonios internos que aunque parezcan demasiado lejanos hoy siguen existiendo, ocultos detrás de los oropeles de esos cuatro jinetes del Apocalipsis que deciden su destino y lo embarcan en la búsqueda de sí mismo, con respuestas que quizá sólo valgan para su destino individual y tal vez sirvan, sin embargo, para plantear nuevas preguntas a los lectores; a fin de cuentas, el verdadero valor del arte, de la vida, de la inteligencia.


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