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Rafael MarínCómic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (XXXIV)

 

The Mighty Thor
de Stan Lee, Jack Kirby y otros

(1963)

Se ha dicho muchísimas veces que Stan Lee y Jack Kirby habían creado, con el universo Marvel, la versión contemporánea de los mitos heroicos de la antigüedad, basándose en ocasiones en elementos ya establecidos por la literatura (Hulk como versión moderna de El doctor Jekyll y Mr. Hyde cruzado con Frankenstein; el romance entre La Cosa y Alicia Masters como versión tebeística de La Bella y la Bestia; Namor como inverso homenaje al Roman de La Balada del Viejo Marinero de Colleridge), por los cómics de donde venían (las puestas al día de la Antorcha Humana, de Mister Fantástico como versión seria de Plastic Man, de los Vengadores como respuesta/contrapartida a la JLA), y naturalmente en los mitos auténticos, bien fueran latinos o escandinavos. Mezclando  todo eso en la coctelera de los tebeos mensuales, y posiblemente sin ser conscientes de cómo iba a atarse y bien atarse la continuidad de un título para otro (pero ahí estaban, ah, los fieles lectores y el intrépido Roy Thomas), crearon el equivalente mitológico de nuestro tiempo.

La versión sesentera y pop de Odín, el puente del Arco Iris, Loki y los dioses nórdicos se funde a la perfección con los villanos de opereta como Doctor Muerte o los presidentes americanos que asoman de cuando en cuando a estos tebeos, con el puente de Brooklyn y los pintorescos disfraces de los superhéroes. En la mitología "real" Thor es pelirrojo y lleva barba.

La fusión entre mitos inventados y mitos clásicos es tan grande que resulta imposible distinguir dónde empiezan unos y dónde acaban los otros. Cierto, la mitología vikinga cita a enanos, trolls, serpientes gigantes, caballos de ocho patas, monstruos de hielo y fuego, cuervos mensajeros y ragnaroks donde todo termina. Pero no sé (y no me importa, ni me he tomado la molestia de investigarlo siquiera, no me hace falta) si incluye espadas gigantes que no pueden ser desenvainadas, por ejemplo, martillos que obran el hechizo de darte fuerza (como las espinacas de Popeye) durante una hora, o mazacotes velludos como Ulik, diablesas enamoradas como Karnilla, la reina norn, o encarnaciones de top models de alta costura como Hela. Sí sé que no menciona al Hombre Absorbente, al Demoledor con su palanqueta, a ese guerrero hueco que tanto miedo da (en tanto que es versión high tech de las armaduras sin caballero de las historias de fantasmas) que es el Destructor. Sé que el Thor mitológico jamás se encontró con Hércules en un mano a mano musculoso y varonil, ni mucho menos a Galactus, o a Ego, a los historiadores de Rigel o a La Masa. The Mighty Thor fue y sigue siendo, pasando de mano en mano y de mente en mente, la fusión cuasiperfecta del superhéroe y el mito atemporal, de la ciencia-ficción más modernista y ciclópea y la fantasía que hunde sus raíces en la historia común. Bien en sus aventuras en la Tierra (Midgard) a la que ha jurado proteger, bien en sus apariciones estelares en un título puramente superheroico como The Avengers, bien en sus apariciones en los puramente fantásticos Tales of Asgard (donde se ve acompañado de una versión kirbyana de Los tres mosqueteros llamada The Warriors Three),  bien escapando de esta tierra fantástica y enfrentándose periódicamente a las insidias de su hermanastro Loki y a todo el plantel de elementos vikingos que remozan continuamente cualquier posibilidad de estancamiento de su saga, o bien escapando a la galaxia y enfrentándose allí a aventuras de puro space opera, es un título que, cuando cuenta con autores enamorados de su potencial (los propios Lee y Kirby, Tom Defalco, el insuperable Walt Simonson), demuestra que puede volarse muy alto con tan sólo el impulso de un martillo embrujado.

Hace mil años, en torno al fuego del norte, los hijos de los vikingos escuchaban historias de los dioses que no comprendían, de los seres que vivían más allá del hielo. Desde hace más de cuarenta, esa ilusión por lo desconocido se acrecienta y multiplica, desde que los dioses bajan a la tierra, se convierten en réplicas de nosotros mismos y corren aventuras con otros héroes trascendidos. Hace mil años los mitos espantaban la oscuridad y el frío. Hoy siguen alimentando las brasas de la fantasía y de los sueños.


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