En los años setenta hubo vida más allá de
los superhéroes en el mercado americano, y paradójicamente esa vida se basó
en gran parte en el acercamiento al género de terror, que vive rondando la
muerte. El revival de Drácula propuesto en los años sesenta por la británica
Hammer Films y sus imitaciones por medio mundo, España incluida, tuvo también
un desembarco en tromba en el mundo del cómic. Si hasta entonces los tebeos de
terror habían cargado con el sambenito de la prohibición y lo inapropiado
desde que la censura y las presiones económicas de la misma industria ahogaran
las propuestas antes escandalizadoras y hoy hasta ingenuas de la E.C. Comics,
una generación más preparada abrazaba con alborozo las historias macabras,
ahora en el formato en blanco y negro que les prestaba una pátina de adultez,
sobre todo en las revistas que Jim Warren publicaría
bajo su sello: Creepy y Eerie.
Más atrevida que su directa competidora en el mercado, que
todavía no había sabido reaccionar a la propuesta de revolución superheroica
implantada por Marvel, la llamada Casa de las Ideas no se quedó atrás y, también
en el mismo formato de revista en blanco y negro donde triunfaría durante
muchos años un título indispensable como The Savage Sword of Conan, hermano gemelo de otros intentos de
exploración temática y narrativa como The
Deadly Hands of Kung Fu, Unknown
Worlds of Science Fiction o Doc Savage,
Man of Bronze, su acercamiento al mundo terrorífico vino de la mano de títulos
en ese formato supuestamente más adulto como Dracula Lives! o, el que ahora nos ocupa, Tales of the Zombie.
Una curiosa tradición de Marvel Comics es que nunca
desperdicia viejos proyectos, y que recicla con mayor o menor pericia historias
antiguas. Si del fondo editorial de Timely Comics ya había rescatado a
personajes como Captain America, Human
Torch, The Vision o Namor, el
acercamiento editorial a una línea que no le venía del todo ajena (en tanto
Timely, que luego sería Marvel, ya había imitado en su momento a los tebeos
E.C.), hizo recurrir a una vieja historia corta titulada “Zombie” y creada en su momento por Stan Lee y
Bill Everett.
Marvel es consciente de que los tebeos viven del personaje
y ya en el mundo del terror se estaba explotando, y explotando bien, tanto a Drácula
como a Frankenstein como a su particular versión del Hombre Lobo. La revista
donde se explora este personaje del folclore caribeño trasladado a los pantanos
de Louisiana, Tales of the Zombie,
tiene la peculiaridad de que, por un lado, se acerca a los títulos de Jim
Warren y presenta historias cortas de terror, siempre con el tema zombie de por
medio, y por otro, ocupando portada y varias historias que se encadenan
(normalmente al principio y al final del magazine), las andanzas de un personaje
concreto, llamado genéricamente The Zombie, cuya historia personal nos será
contada en una sucesión de aventuras que rozan tan sólo tangencialmente lo
superheroico.
De los textos de un grande a reivindicar, lamentablemente
desaparecido del medio, Steve Gerber, saldrá esa prosa directa y atractiva
(escrita, además, en segunda persona), donde se nos contará cómo Simon Garth,
hombre de negocios algo despótico y desfasado en el tiempo, es asesinado en los
pantanos y, por medio de una ceremonia de resurrección, condenado a vagar
sin memoria, sin conciencia y casi sin vocabulario de una aventura en
otra. Controlado por el medallón de Shamballah, el Zombie será marioneta del
destino y brazo ejecutor de las historias a las que se asoma, mientras a su
alrededor se teje un micro-mundo de personajes afectados por su presencia. Los
textos inciden una y otra vez en las sensaciones de podredumbre, hedor y
deterioro que el muerto ambulante va sembrando cada vez que camina, mientras los
dibujos de un más que inspirado Pablo Marcos se complacen en jugar con ese
mismo deterioro y, por contraste, cotejar el cuerpo cada vez más decrépito de
quien fuera Simon Garth con el enorme plantel de bellezas semidesnudas con las
que se cruza en escenas donde no se escatiman sacrificios, aquelarres u orgías.
Fue, una vez más, un intento valiente de salir del
encasillamiento editorial y de tratar temas que, en su momento, sólo podían
definirse como adultos: no todos los tebeos son capaces de iniciarse con una
macumba y un sacrificio humano en sus tres primeras páginas. Aunque el
experimento apenas duró nueve números repartidos en tres años (y reeditado
recientemente en Estados Unidos bajo el formato Essential), la idea del
personaje pasivo que sirve de catalizador de la trama y obra a veces como brazo
involuntario de la justicia tendría, también de la mano de Steve Gerber y en
el mismo marco de operaciones, mayor vida y mejor fortuna con la serie Man-Thing.
Juguete del destino y del amuleto de Shamballah, Simon
Garth tuvo tiempo de arreglar su vida, reconducir algunos errores y regresar a
la paz de la tierra. Siendo naturalmente quien es, no es extraño que desde
entonces alguna que otra vez se le haya resucitado para que eche una mano en algún
otro título más prosaico y menos atrevido.
 Archivo de Umbrales
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