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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (XXVII)

Valentina
de Guido Crepax
(1968)

Valentina

La década de los sesenta fue una década de cambios y, para el cómic europeo, fue una época de revolución. Al asentamiento de la historieta para todos los públicos bien hecha, culta y popular al mismo tiempo promulgada por Pilote en Francia (con títulos capitales como Astérix, Michel Tanguy, Blueberry o Le Demon des Caraibes) pronto habría de sumarse la historieta de altos vuelos eróticos, ejemplificada en Francia misma con Barbarella y, en Italia, con Valentina, la soñadora y hermosa fotógrafa creada por el arquitecto milanés Guido Crepax.

Valentina fue, más que ningún otro personaje del momento, el ejemplo de la evolución y la revolución que instauró en la sociedad la década de los sesenta, con o sin mayo francés de por medio (y recuérdese aquella pintada de los chicos de Danny el Rojo: "No es una revolución, majestad, es una mutación"), en tanto que su cometido primero fue la de novia eterna de un curioso personaje de ciencia-ficción, Philip Rembrandt, alias Neutrón, es decir: la contrapartida débil, Dale Arden de turno, de un héroe mutante hijo de una civilización subterránea. De inmediato, sin embargo, Valentina se ganó el corazón de su creador y sus lectores, y Philip quedó en segundo plano absoluto mientras ella, y sólo ella, se convertía ya para siempre en centro de las historias.

Valentina

Valentina es, al igual que Little Nemo antes y como lo serían el apocado López más tarde, una soñadora, víctima y verdugo de quienes se acercan a su entorno. El erotismo abrumador de su presencia (un físico que homenajea a la actriz Louise Brooks y a quien luego el propio Hugo Pratt homenajearía a su vez, colocándola como amor imposible de su Corto Maltés) pronto llena sus aventuras de poses, gestos, insinuaciones, orgasmos líquidos y miradas llorosas, rictus de placer donde se adivina además un lamento interno. Acosada por su pasado y el pasado de Neutrón, madre de un niño que puede ser el puente entre ambas civilizaciones, Valentina no será una heroina, sino siempre ese eslabón débil que se vislumbra en la cadena hacia el poder, y serán innumerables las situaciones donde el erotismo de la serie derive en acciones sadomasoquistas donde la bella e inconmensurable Valentina sea vilipendiada, golpeada, amarrada y, en última instancia, liberada.

Siempre dentro de la frontera difusa que delimita realidad de ficción, vigilia de sueño, soledad de fantasía, Valentina es, por encima de sus escarceos eróticos, un excelente ejercicio de narración. Guido Crepax explora como pocos han explorado el medio de la historieta, sustituyendo el plano secuencia por el montaje analítico, paseando su cámara de lápiz y tinta por detalles específicos y, sobre todo, jugando a explorar las convenciones de la viñeta y separando lo soñado de lo vivido a partir de la misma estructura del recuadro. Freud y Eisenstein se cruzan en esta historieta, donde el uso de flashbacks es continuo y sorprendente, siempre fresco y por delante de las expectativas del lector.

Valentina

Es un título difícil y a la vez encantador, que en España no ha sido publicado nunca en su integridad y que, presentado por la mítica revista Tótem en 1977, fue acompañado por varios tomos de Lumen un par de años más tarde. Sin embargo, la comprensión de las historias, el poder conocer todos los referentes que se entrelazan en las psicoanalistas ensoñaciones de Valentina, quedó lastrado desde el principio, en tanto que la historia de presentación ("Baba-Yaga", la bruja de los cuentos folklóricos eslavos) remitía directamente a situaciones que los lectores españoles desconocían y que tampoco quedaban explicados en los libros de Lumen.

La muerte de Crepax nos ha dejado huérfanos de más experiencias oníricas, a la espera de recuperar algún día su obra completa: si los androides sueñan con ovejas eléctricas, ¿con qué puede soñar una fotógrafo de cuerpo de ensueño? Valentina supone una forma única de entender la historieta, de entender el erotismo y los sueños, de entender en suma la vida misma.


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