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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (III)

Krazy Kat
de George Herriman
(1913-1944)

Si ya hemos visto que Little Nemo in Slumberland es el cómic onírico por excelencia, las inclasificables aventuras de Krazy Kat y sus comparsas son el surrealismo llevado a la expresión definitiva, una obra personalísima sin parangón en la historia de la historieta, casi un comic underground adelantado más de medio siglo a las experimentaciones de la contracultura, pero lanzado desde dentro del sistema y del medio que aún nacía y que podía permitirse ese envidiable proceso de prueba, error y divertimento continuado.

Krazy Kat

El peculiar tira y afloja entre gato y ratón se iría produciendo a lo largo de varios años como complemento de otra serie del mismo autor, The Dingbat Family, hasta adquirir nomenclatura y serie propias en 1913. Krazy Kat, con el dibujo nervioso y poético de Herriman, es la historia de un equívoco continuado, el amor no correspondido de Krazy por un ratón que la aborrece y que le lanza ladrillos a la cabeza con certera y mortífera puntería. Para colmo de complicaciones temáticas, Krazy interpreta los ladrillazos como actos de amor, y a su vez el ratón, Ignatz, tendrá que sufrir en sus carnes la persecución del oficial Pupp, un perro sabueso enamorado sin esperanza de la gata loca, que naturalmente desprecia olímpicamente ese nuevo amor contra natura. El castigo continuado de Pupp hacia Ignatz se ejemplifica, en bella paradoja, en el encierro en la cárcel por sus fechorías. Una cárcel que, aunque poco pueda hacer para contener dentro al compulsivo ratón, está hecha... de ladrillo.

El rizo surrealista se amplía cuando advertimos que, en esa historia de amores imposibles entre razas diversas nada puede darse por seguro. Porque Krazy Kat puede no ser una gata, sino un gato, o cambiar de pelaje y de color. El desértico paisaje de Coconino County, además, se va alterando de una viñeta para otra, y los fondos, la luna y las estrellas (o lo que quiera que cuelgue del cielo) se van "moviendo" aunque los personajes estén fijos en el suelo, creando un universo propio.

Krazy Kat

Es una serie extraña, que provoca a partes iguales la carcajada y el desconcierto. Puede parecer (de hecho lo es) primitiva y ruda en ocasiones, pero también se aprecia lo sofisticado de su puesta en escena, lo arriesgado de sus planteamientos, lo poético y personal de sus relaciones ¿humanas?, cómo agresión y afecto se confunden, cómo la venganza entre unos y otros se tiñe en ocasiones de alegría o de melancolía. Un título exquisito que llegó a durar treinta años entre tiras diarias y dominicales (publicadas éstas al principio en blanco y negro, pues aparecían en los suplementos de los sábados, no de los domingos, antes de pasar por fin a las ligas mayores y ofrecer en el color un nuevo elemento narrativo y surreal). Se da la circunstancia de que Krazy Kat era la tira favorita del empresario William Randolf Hearst, quien personalmente se encargaba de que los periódicos afiliados al título no lo dieran de baja, dado que nunca fue una serie que gozara del reconocimiento popular.

El peculiar estilo con que Herriman hace que sus personajes se expresen dificulta la traducción y la interpretación, pero añade una peculiar soniquete a los acentos que imaginamos en ellos. Herriman fue además pionero en el uso de la letra "k", otro detalle que lo aúna a la contracultura (excepto para referirse al Coconino County) y su forma de reconducir el idioma y salpimentarlo con expresiones propias son sin duda el reflejo de los acentos que Herriman (al parecer hijo de inmigrantes griegos, aunque también se piensa que pudiera haber sido mulato o cuarterón al menos) pudiera captar en su entorno.

Hoy día está considerada un clásico tan difícil de encontrar como de abarcar. No es extraño que a la muerte de Herriman nadie fuera capaz de continuar su obra.


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