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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 obras maestras
del comic de cf (XXVII)

Las crónicas del
Sin Nombre

de Luis García y Víctor Mora
(1972-1980)

Cuando la mítica revista Pilote tuvo que reinventarse a sí misma después del mayo francés, dejó detrás de sí mucho del bagaje del tebeo europeo "culto" y para todos los públicos que había ido labrando desde sus inicios en 1959, pero su inevitable evolución dio paso a una nueva manera de entender el cómic para adultos. En esa andadura que arranca del éxito de Astérix y lleva a la deconstrucción del medio que propiciaron los Humanoides Asociados, fueron varios los autores españoles que, libres de la censura que imperaba de los Pirineos para abajo, pudieron hacer una obra personal y a la altura de lo que otros guionistas y dibujantes internacionales estaban haciendo.

Las crónicas del Sin Nombre

Victor Mora ya había conseguido un hito en la historia del tebeo popular español con su famoso Capitán Trueno; junto con Luis García, escaldado de su polifacética y anónima producción para agencias y deseoso de hacer un trabajo digno y diferente (y le esperaba la historieta "Chicharras", una de las obras maestras del tebeo español) presentan en estas Crónicas del Sin Nombre una serie de historias sin más conexión aparente que el leve hilo de ciencia-ficción que proporciona el ente extraterrestre, poético y abstracto, que va saltando de vida en vida y de tiempo en tiempo en un vagabundear infinito y sin rumbo. Una vez más, la sombra de Jack London, tal vez; un entorno de ciencia-ficción para contar historias de aquí y de ahora. Lejos de los seriales-río a los que el guionista estaba acostumbrado, y superando las historietitas tontas de ocho páginas y final sorpresa que tanto y tan malo harían por el cómic mundial (en tanto sirvieron para desarrollar tics y coartar talentos), los capítulos del deambular del Sin Nombre se enclavarían no en una filosofía de contar relatos clásicos con exposición, nudo y desenlace, sino en describir un fragmento de vida, un esbozo de sentimientos y vivencias a las que el Sin Nombre y los lectores asomamos brevemente antes de continuar nuestro camino y pasar a otras ventanas, a otras sombras.

Los abundantes textos de apoyo no resultan lo cargantes que podría imaginarse, pues se alcanza un aceptable equilibrio entre lo poético y lo narrativo (¿legado de Hector G. Oesterheld?), mientras que el estilo de dibujo, con ese rayado característico y esa base fotográfica que luego García encumbraría a cotas hiperrealistas en obras posteriores, más ambiciosas y fallidas (como Nova-2) da a las historias un tono distante y frío, en perfecta consonancia con el personaje que sirve de excusa para contar historias intimistas a las que quizá no tenemos derecho a fisgar.

Las crónicas del Sin Nombre

De entre todas ellas, es quizás "Love Strip" la más importante y conseguida, por tratarse de un juego escénico llevado a sus últimas consecuencias: al contar el triángulo amoroso entre un dibujante, su guionista y la novia del primero, Victor Mora "protagoniza" al personaje del guionista y Carlos Giménez al dibujante (un recurso típico de García como autor es que sus amigos, al ser la base fotográfica de sus dibujos, aparezcan con frecuencia en sus viñetas, y jugar a reconocer a Adolfo Usero, Enrique Ventura o Miguel Angel Nieto en sus tebeos es un añadido más a su atractivo; el propio Luis García, naturalmente, sería el protagonista de la mencionada "Chicharras"). El juego de alusiones se acentúa cuando las historietas que dibuja el personaje están realizadas por Carlos Giménez con su propio estilo, reforzando ese toque pirandelliano de realidad dentro de la realidad, el contraste entre el dibujo fotográfico de García y el más tebeístico del tebeo que hace Giménez. Por si fuera poco, en esta historieta está esbozado ya el futuro de lo que iba a ser no sólo la historieta en España (es la primera vez que se nombra y se dibuja a lo que luego van a ser los niños de la fundamental Paracuellos), sino la historia de España misma: las alusiones a las librerías quemadas por los grupos ultra, las amenazas, la censura, los deseos de hacer una obra adulta, digna y personal, de la que estas Crónicas del Sin Nombre fueron uno de sus primeros y más logrados ejemplos.


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