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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 obras maestras
del comic de cf (XVII)

Cuentos del 2000 y pico
de Carlos Giménez
(2001)

Cuentos del 2000 y pico

Carlos Giménez (Madrid, 1941) es ya un autor indispensable en estas crónicas dedicadas a los tebeos de ciencia-ficción (y de cualquier crónica dedicada simplemente a cualquier tipo de tebeo), pues a él se deben títulos capitales e ineludibles como HOM o Érase una vez en el futuro, y hasta simpáticas incursiones en lo fantástico como Delta 99 o Dani Futuro, que sin llegar a la categoría de obras maestras sí pueden considerarse exploraciones conscientes del medio y el género y no meros paseos por el camino de losas amarillas que va de la profesionalidad a la gloria artística.

Haciendo suya aquella añeja frase de Arthur C. Clarke donde se afirma que la tecnología puede no llegar a diferenciarse de la magia, Giménez une en esta serie de recientísima publicación dos de sus amores confesados, dos de los campos donde se doctoró hace tiempo con nota de sobresaliente cum laude: la ciencia-ficción y la sátira política (y ahí queda para el futuro el gran análisis y la gran denuncia de lo que fue la transición en sus páginas para Mata Ratos o El Papus, recopilados en los álbumes Retales y España una, grande y libre). Y lo hace revisitando los viejos cuentos de hadas de nuestra infancia, poniéndolos al día en los detalles, subvirtiéndolos en lo más hondo cuando hace falta y devolviéndolos a la vez al público no necesariamente menudo al que algunos de esos cuentos fueron dirigidos originalmente.

Cuentos del 2000 y pico

En este mundo de licenciados en paro convertidos en mendigos capaces de sacrificar a sus hijos, de migajas de pan que ahora son piezas de "lego", de marcas en el bosque sustituidas por graffitti en las paredes y de bellas durmientes radiactivas condenadas a la animación suspendida por la explosión de una central nuclear, Giménez combina hallazgos acertadísimos al trastocar los elementos mágicos en apropiadas explicaciones fantacientíficas, llenas siempre de jugosos detalles de humor: las habichuelas mágicas "biónicas" que germinan con la lluvia ácida y el monóxido primaveral; la vida eterna que concede el genio de la lámpara a base de implantes, transplantes, injertos y prótesis; el ábrete sésamo para acceder la cueva de los cuarenta ladrones explicada como plataforma de teleportación y clave acústica, o el encendedor de yesca como mando a distancia que permite ver pasado, presente y futuro van parejas a la identificación del ogro de Pulgarcito con un racista del ku-klux-klan, de la bruja de Hansel y Grettel con una vendedora de comida basura o la jocosa transmutación del castillo en las nubes del gigante de Jack y las habichuelas por la zona alta de la ciudad, aquí identificada por "La Moraleja", igual que son identificables políticos del momento empeñados en insistir que el país va bien o se trastoca al hada celosa por un obispo de la diócesis católica y el hada buena por un pirado de secta milenarista.

De esta mezcla de fantasía feérica, extrapolación futura y reflejo del mundo de hoy nace una serie fresquísima, con diálogos salpicados de humor y mala uva, donde lo políticamente incorrecto sacude todavía nuestras conciencias de adaptados al sistema (qué remedio) y la deformación consciente y esperpéntica de lo que ya damos por inevitable nos deja con una sonrisa amarga, porque vemos que hemos dejado de ser Pulgarcito (Negro) o Hansel y Grettel (McDowell) para pasar a ser, quizá motu propio, reflejo del ogro.


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