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Rodolfo Martínez Franquicias y merchandising literario
Territorio Incierto
Rodolfo Martínez



El Indiana Jones de Dan Barry

Las aventuras del joven Indiana JonesFue siempre el "otro autor de Flash Gordon" y, aunque es cierto que nunca pudo superar el trabajo de Alex Raymond en cuanto a espectacularidad, barroquismo y composición, creó un Flash Gordon elegante y sobrio que, en algunos aspectos, me gustaba bastante más.

El Gordon de Alex Raymond era para mirar y quedarse boquiabierto, pero el de Barry era también para leerlo, no sé si me explico. El dibujo de Raymond te atrapaba y te guiaba a través de una historia que, reconozcámoslo, era simplota y estaba llena de tópicos. Cierto que funcionaba pese a todo, a base de imaginación y asombro. Por el contrario, Barry procuraba que sus historias resultasen interesantes de por sí, no sólo por el dibujo que las arropaba y, aunque esto pueda parece una herejía, tengo que confesar que siempre me pareció mejor narrador que Raymond.

En los años 90, quizá porque ya no había sitio para un viejo veterano como él en las tiras de prensa, se pasó durante una temporada al comic-book.

Y no fue una mala temporada.

De esa época, lo que recuerdo con más agrado posiblemente son los dos trabajos que le dedicó al arqueólogo inventado por George Lucas, ese doctor Henry Jones Jr, más conocido por el sobrenombre de "Indiana" que heredó del perro propiedad de su creador.

Por un lado, Barry guionizó (y dibujó en los primeros números) la adaptación al cómic de Las aventuras del joven Indiana Jones, la serie de televisión que le sirvió a Lucas, entre otras cosas, para experimentar con los métodos digitales de montaje y creación de efectos especiales. Aunque, en realidad, el término "adaptación" no se ajusta demasiado bien a la realidad: Barry no se limitó a pasar episodios televisivos a la viñeta, sino que, sin abandonar las premisas de la serie y siendo siempre fiel a su espíritu, creó nuevas historias del joven aventurero y futuro arqueólogo que, en ocasiones, superaban con creces al original del que partían.

No contento con eso, también escribió y dibujó una aventura del Indiana Jones adulto: Indiana Jones y las llaves de Atlantis que muy bien podría haber sido una excelente película del personaje. Barry supo captar el espíritu y, sobre todo, la caracterización y el ambiente del universo del doctor Jones y lo embarcó en una historia que no desmerecía para nada de lo que habíamos visto en la pantalla.

Al contrario.

La narrativa de gráfica de Barry es sencilla, directa y, al mismo tiempo, muy eficaz. Sabe cómo llevar al lector sin esfuerzo de un acontecimiento a otro y dosifica a la perfección el ritmo de lo que está contando. Casi nunca resulta espectacular, es cierto, no es de esos autores de cómic que le hacen a uno quedarse con la boca abierta frente a una página espectacular o una composición apabullante. Sus virtudes van más por el camino de un trazo limpio, un buen dominio de las sombras y los efectos de luz y, sobre todo, un gran sentido del story-telling.

Barry ya rondaba los setenta cuando dio el salto de las tiras de prensa (y las páginas dominicales) al mundo del comic-book, pero no pareció encontrar gran dificultad en adaptarse a las diferencias entre ambos medios. Sus comics no son los de un gran narrador cuyo tiempo ha pasado, sino los de un hombre que aún sigue teniendo cosas que contar y sabe cómo contarlas.

Esos tebeos, que publicó la editorial Dark Horse y que en España pudimos ver a través de Norma Editorial, fueron el último trabajo que Barry hizo antes de su muerte, en 1997, y son una muestra perfecta de la buena forma en la que aún estaba el viejo veterano.

También son, para aquellos que sean fans del personaje, excelentes incursiones en el universo de Indiana Jones. De hecho, posiblemente estén dentro de lo mejor que se ha hecho con el personaje, a años luz de otras adaptaciones al cómic (como las de Marvel) o, no digamos ya, de las distintas novelizaciones.

Tuve oportunidad de verlo en persona en 1992, cuando acudió al Salón del Cómic de Asturias y durante la charla que mantuvo con el público se mostró muy orgulloso de lo que era uno de sus últimos trabajos en aquel momento, una historia de Predator que transcurría en la Primera Guerra Mundial: a Barry lo fascinaba el personaje de Predator (ya había adaptado al cómic la segunda película) así como la idea de llevarlo "de caza" en medio de las trincheras francesas durante la Gran Guerra. Es cierto que no fue uno de sus mejores trabajos (la historia resultaba un tanto irregular, con demasiados altibajos) pero algunas de sus páginas eran soberbias.

Era un hombre un poco altivo, tal vez, y sin duda muy consciente de su naturaleza de "leyenda viviente", pero también era tremendamente educado, un poco británico en sus maneras, dotado de una elegancia natural que imponía cierta distancia, pero también un enorme respeto.


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