Fue
siempre el "otro autor de Flash Gordon" y, aunque es cierto que nunca
pudo superar el trabajo de Alex Raymond en cuanto a espectacularidad,
barroquismo y composición, creó un Flash Gordon elegante y sobrio que, en
algunos aspectos, me gustaba bastante más.
El
Gordon de Alex Raymond era para mirar y quedarse boquiabierto, pero el de Barry
era también para leerlo, no sé si me explico. El dibujo de Raymond te atrapaba
y te guiaba a través de una historia que, reconozcámoslo, era simplota y
estaba llena de tópicos. Cierto que funcionaba pese a todo, a base de imaginación
y asombro. Por el contrario, Barry procuraba que sus historias resultasen
interesantes de por sí, no sólo por el dibujo que las arropaba y, aunque esto
pueda parece una herejía, tengo que confesar que siempre me pareció mejor
narrador que Raymond.
En
los años 90, quizá porque ya no había sitio para un viejo veterano como él
en las tiras de prensa, se pasó durante una temporada al comic-book.
Y
no fue una mala temporada.
De
esa época, lo que recuerdo con más agrado posiblemente son los dos trabajos
que le dedicó al arqueólogo inventado por George Lucas, ese doctor Henry Jones
Jr, más conocido por el sobrenombre de "Indiana" que heredó del
perro propiedad de su creador.
Por
un lado, Barry guionizó (y dibujó en los primeros números) la adaptación al
cómic de Las aventuras del joven
Indiana Jones, la serie de televisión que le sirvió a Lucas, entre
otras cosas, para experimentar con los métodos digitales de montaje y creación
de efectos especiales. Aunque, en realidad, el término "adaptación"
no se ajusta demasiado bien a la realidad: Barry no se limitó a pasar episodios
televisivos a la viñeta, sino que, sin abandonar las premisas de la serie y
siendo siempre fiel a su espíritu, creó nuevas historias del joven aventurero
y futuro arqueólogo que, en ocasiones, superaban con creces al original del que
partían.
No
contento con eso, también escribió y dibujó una aventura del Indiana Jones
adulto: Indiana Jones y las llaves de
Atlantis que muy bien podría haber sido una excelente película del
personaje. Barry supo captar el espíritu y, sobre todo, la caracterización y
el ambiente del universo del doctor Jones y lo embarcó en una historia que no
desmerecía para nada de lo que habíamos visto en la pantalla.
Al
contrario.
La
narrativa de gráfica de Barry es sencilla, directa y, al mismo tiempo, muy
eficaz. Sabe cómo llevar al lector sin esfuerzo de un acontecimiento a otro y
dosifica a la perfección el ritmo de lo que está contando. Casi nunca resulta
espectacular, es cierto, no es de esos autores de cómic que le hacen a uno
quedarse con la boca abierta frente a una página espectacular o una composición
apabullante. Sus virtudes van más por el camino de un trazo limpio, un buen
dominio de las sombras y los efectos de luz y, sobre todo, un gran sentido del story-telling.
Barry
ya rondaba los setenta cuando dio el salto de las tiras de prensa (y las páginas
dominicales) al mundo del comic-book,
pero no pareció encontrar gran dificultad en adaptarse a las diferencias entre
ambos medios. Sus comics no son los de un gran narrador cuyo tiempo ha pasado,
sino los de un hombre que aún sigue teniendo cosas que contar y sabe cómo
contarlas.
Esos
tebeos, que publicó la editorial Dark Horse y que en España pudimos ver a través
de Norma Editorial, fueron el último trabajo que Barry hizo antes de su muerte,
en 1997, y son una muestra perfecta de la buena forma en la que aún estaba el
viejo veterano.
También
son, para aquellos que sean fans del personaje, excelentes incursiones en el
universo de Indiana Jones. De hecho, posiblemente estén dentro de lo mejor que
se ha hecho con el personaje, a años luz de otras adaptaciones al cómic (como
las de Marvel) o, no digamos ya, de las distintas novelizaciones.
Tuve
oportunidad de verlo en persona en 1992, cuando acudió al Salón del Cómic de
Asturias y durante la charla que mantuvo con el público se mostró muy
orgulloso de lo que era uno de sus últimos trabajos en aquel momento, una
historia de Predator que transcurría en la Primera Guerra Mundial: a Barry lo
fascinaba el personaje de Predator (ya había adaptado al cómic la segunda película)
así como la idea de llevarlo "de caza" en medio de las trincheras
francesas durante la Gran Guerra. Es cierto que no fue uno de sus mejores
trabajos (la historia resultaba un tanto irregular, con demasiados altibajos)
pero algunas de sus páginas eran soberbias.
Era un hombre un poco altivo, tal vez, y sin duda muy
consciente de su naturaleza de "leyenda viviente", pero también era
tremendamente educado, un poco británico en sus maneras, dotado de una
elegancia natural que imponía cierta distancia, pero también un enorme
respeto.
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