¿Qué
pasa cuando una novelización es mejor que la película que está adaptando? O
bien que la novela es excepcional, o bien que la película es infame.
O algo a medio camino. La película no tiene por qué ser
necesariamente mala, pero sí lo bastante fallida para que el encargado de la
novelización sea capaz de sacar partido a aspectos de la historia en los que el
director se ha mostrado incapaz. O, simplemente, entusiasmarse lo bastante con
lo que está contando para poder sacar a la luz aspectos nuevos de lo que ya se
ha narrado para otro medio.
Un caso así es el de la novelización del Episodio III de Star
Wars, esa Venganza de los Sith que a ratos funciona y a ratos hace desear
retorcerle el pescuezo a Lucas por lo incapaz que se muestra en aprovechar
algunos de los mejores momentos de su universo.
Es cierto que en lo visual y lo conceptual la nueva
trilogía de Star Wars entusiasma y
convence; y no lo es menos que la historia que narra tiene los suficientes
componentes de mito ultra reconocible y de iconografía bien asentada en el
imaginario popular para que funcione en la pantalla. Pero también es cierto que
Lucas, pese a ser un brillante creador de conceptos y un eficaz coordinador y
supervisor (por no mencionar su habilidad para arreglar más de un gazapo y de
dos en la mesa de montaje), no es ni un buen director de actores ni un narrador
brillante.
Él mismo ha confesado más de una vez que de todo el
proceso de realizar una película, es la dirección de actores la parte que más
le aburre y menos le interesa. De hecho, tanto Harrison Ford como Carrie Fisher
han comentado en alguna ocasión que Lucas apenas los dirigió durante el rodaje
del Episodio IV (no lo llegan a decir literalmente, claro, pero frases del
estilo de "George confiaba en nosotros y nos dejaba a nuestro aire"
son lo bastante explícitas). Y si bien es cierto que, en ocasiones, una mala
interpretación puede más o menos ser camuflada con un buen montaje, eso no
siempre funciona.
Por otro lado, Lucas no es un gran dialoguista; a veces ni
siquiera demasiado bueno. De hecho, esta nueva trilogía funciona narrativa y
visualmente cuando se limita a mostrar lo que ocurre, pero en el momento en que
varios personajes interactúan y se definen a través del diálogo parecen malas
marionetas movidas por un titiritero no muy hábil. En parte lo compensa con su
habilidad para estructurar la trama de forma impecable: el resultado es que
narrativa y dramáticamente la historia está perfectamente dosificada y el
autor mantiene siempre sujetas las riendas de lo que narra. Y esas cosas se
notan.
Las novelizaciones de Star
Wars, por otro lado, no suelen ser nada del otro jueves. Más allá de la
primera, escrita hace casi treinta años por Alan Dean Foster (aunque en su
momento firmada por Lucas), el resto se han limitado a narrar de un modo simplón
y sin florituras el guión que se les había pasado. Destaca, por lo infecta que
resulta, la adaptación del Episodio I, novela escrita por el incompetente Terry
Brooks y que, para rematar la faena, cuenta con una edición española de juzgado
de guardia: el libro ha sido traducido por tres personas distintas y, a poco que lo leamos, nos damos cuenta
de que cada una de ellas ha traducido un tercio de la novela sin que nadie se
haya molestado en unificar términos; el resultado es que la traducción de
determinados nombres, objetos y hasta planetas va cambiando a medida que leemos.
Sin embargo, La
venganza de los Sith de Matthew Stover resulta una sorpresa más que
agradable en el paupérrimo panorama de lo que suelen ser las novelizaciones.
Escrita con desparpajo, buen hacer y entusiasmo, no sólo se deja leer sino que
es capaz de meterte en el universo de Star
Wars y de hacerte sentir los personajes de un modo bastante más eficaz que
la película que adapta.
Desde las primeras páginas (un prólogo donde se cuenta el
rapto de Palpatine y la expectación que genera en Coruscant cuando se sabe que
Skywalker y Kenobi acuden al rescate), Stover demuestra que es capaz de insuflar
más vida y entusiasmo al universo de Star
Wars que su propio creador.
Nada de lo que se narra en la novela se aparta de lo que
hemos visto en la pantalla: la novelización no contradice la película, ambas
cuentan la misma historia. Pero en el papel somos capaces de comprender las
motivaciones de los personajes, se nos antojan seres creíbles y dejan de ser
marionetas movidas para que encajen en una historia prefijada y se convierten de tres dimensiones.
Stover es, además, un narrador más que apto y, con
sencillez y sin florituras, es capaz de meter al lector en la historia y, sobre
todo, de implicarlo en ella, cosa que Lucas no consigue en la pantalla: cierto
que nos apabulla con lo grandioso de sus imágenes y juega con habilidad con
continuas referencias a nuestra nostalgia de las películas originales, pero el
resultado está lleno de altibajos y no termina de convencer.
Por el contrario, la novelización de Stover funciona
narrativamente y, de hecho, es capaz de explicar de un modo más convincente y
creíble que el filme buena parte de la historia que está contando.
En cierto modo, es una muestra de lo que hubiera podido pasar si Lucas,
al igual que hizo en el Episodio V, hubiera dejado la dirección y los diálogos
en manos de profesionales competentes y se hubiera limitado a hacer lo que mejor
sabe: coordinar y supervisar, dar su visión personal a todo el conjunto. Películas
que nunca veremos, pero novelizaciones como ésta nos dan un atisbo de cómo
podrían haber sido.
Archivo de
Territorio Incierto
|