Existen manifiestos
paralelismos entre las dos novelas de Elia Barceló publicadas en los últimos
meses. Son dos historias de amor en ambiente histórico, con pasiones más allá
de los límites del tiempo, que buscan superar los convencionalismos del
territorio de la literatura en la que se mueven. Sin embargo, Corazón
de tango llega más lejos, en todos los sentidos, que Cordeluna.
Y este hecho no debe considerarse fruto de que esta última se trate de una
novela juvenil -un terreno en el que la autora ha demostrado antes sentirse cómoda-,
sino posiblemente a razones más sencillas de dosificación
y acierto.
O tal vez sea
simplemente que el propósito de reproducir una pasión tan intensa a los parámetros
tolerados en el contexto de una novela juvenil resulta una misión imposible. El
caso es que el amor que se sienten Sancho y Guiomar, el guerrero de El Cid y la
rica-hembra heredera, resulta poco justificado y forzoso; en tanto que la pasión
que se despierta entre los dos tanguistas que protagonizan la reciente novela
adulta de Barceló parece en cambio inevitable, fruto del destino y de una
atracción carnal que les lleva casi a perder la razón.
¿Tal vez el
problema esté en mis ojos encallecidos de lector? Es posible. También creo que
hay una cuestión de ritmo implicada en el desarrollo de los hechos. Quizá la
propia autora creía más en la pasión de Corazón de tango, y no se
sentía tan obligada a explicarse y por tanto extender la trama como lo hace en Cordeluna,
cuyo verdadero defecto es una paginación excesiva para lo narrado. Prácticamente
nos presentamos en la página doscientos para que comience la acción de auténtico
jugo, cuando se confirman los elementos fantásticos que aportan nuevo interés
al relato.
Además, mientras
el paralelismo entre historias presentes y pasadas es sutil en Corazón de
tango, en Cordeluna es manifiesto a las claras. Mientras Sancho debe
exiliarse como parte de las huestes de Díaz de Vivar, tiene un affair
con una viuda rica y se enamora de su hija, en el presente el aspirante a actor
Sergio se integra en un grupo de jóvenes que deben sumergirse en el ambiente de
la Edad Media, y allí despierta el interés de la profesora adulta Bárbara a
la vez que cae enamorado de la joven y dulce Gloria. La coincidencia de
iniciales entre las dos parejas de protagonistas nos es puesta de manifiesto en
diferentes ocasiones, en la que es la primera de una sucesión de referencias
cruzadas demasiado obvias.
El primer atisbo de
magia implicada en los hechos está en la presencia de Cordeluna, la espada con
poderes que da título a la obra, y que le es entregada a Sancho por su padre.
Luego -según se nos anticipa-, aparecerá la brujería y algún peligro mayor.
La novela discurre con amabilidad gracias al oficio
de su autora, que por supuesto nos ofrece un acabado literario impecable -ya que
no vistoso en esta ocasión-, detalles de ambientación satisfactorios y unas mínimas
dosis de interés, en particular cuando el elemento fantástico resta
protagonismo al romance medieval y al retrato costumbrista de adolescentes
urbanos en el campo. Pero no hay mucho más: a diferencia de su serie policíaca
previa o de los mejores juveniles de César Mallorquí -por citar al otro autor
conocido de los lectores del fantástico que produce habitualmente novelas de
este tipo-, Cordeluna no me parece una lectura agradecida para un público
adulto. Aconsejo mejor invertir en la otra novela de la autora mencionada, que
está entre su mejor obra y confirma cuánto puede aportar aún Barceló al
territorio del fantástico sutil.
Archivo de La selección del mes
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