El
tema del vampiro es, sin duda, uno de los iconos favoritos de escritores y
lectores del género de terror. No en vano, podría decirse que es, junto a los
zombis, una de sus señas de identidad más universales. Por ese motivo no es
raro que aparezcan de manera constante en las librerías novelas que utilicen a
este singular monstruo-ídolo. Un libro que incluyese al vampiro en un entorno
inmediato al lector español, más concretamente al madrileño (el mismo de
quien esto suscribe), más allá de la ambientación contemporánea que ya han
empleado con distinta fortuna otros autores, sin embargo, podría aportar a
priori ese ligerísimo toque de peculiaridad.
Éste
es el caso de Gothika, de Clara Tahoces.
La
obra, además, fue presentada como el IV Premio Minotauro, con lo que, de forma
irremediable, las expectativas con respecto a ella sufrieron significativamente
un cambio sustancial. A mejor o a peor, es lo mismo, pero el libro no ha sido en
absoluto recibido igual que si hubiera aparecido con una campaña de
mercadotecnia más corriente.
En
cualquier caso, lo que cabe valorar aquí es la obra propiamente dicha, exenta
del ruido y el envoltorio comercial con el que, por desgracia, nos suele llegar
la literatura en estos tiempos.
Y,
en ese sentido, la conclusión es sencillamente apabullante: Gothika es
una pésima novela de vampiros, y más aún de terror.
La
obra es estilísticamente paupérrima, dotada de personajes planos, de una
historia predecible hasta lo ofensivo que avanza penosamente, y de cierta
condescendencia algo tontorrona un tanto incomprensible.
El
relato se desarrolla en dos tramas. La ambientada hace algunos siglos es la que
descubre con mayor rapidez el hecho de que es completamente predecible. Es más,
uno se imagina que ésta durará tan sólo una docena de páginas, y que debe
figurar por obligación, para presentar al personaje. Pero no; continúa, continúa
y continúa sin ningún sentido... hasta revelar que ocurre lo mismo con el
resto del volumen.
Efectivamente,
la novela por completo es un relato totalmente predecible, lo cual saca de la
narración al lector ya desde que se anuncian las subtramas. No existe ninguna
ambición argumental en ella. No avanza, es reiterativa (especialmente en la
relación de dominación entre vampiro y acólito), aunque esto se encuentre
algo atenuado por la alternancia de tiempos históricos en el desarrollo de la
narración. Aun así, el libro languidece sin llegar a despegar nunca.
En
cuanto a la ambientación contemporánea, uno de sus supuestos puntos a favor,
lo cierto es que, por su tratamiento, consigue convertirse en uno de sus
aspectos más negativos. Como retrato de la movida gótica, más bien parece un
reportaje de Antena 3: superficial, falso, ridículo, alejado de la realidad que
es menos rebuscada y retorcida que lo que la pretenciosidad de la novela busca.
Es más, el hecho de explicar continuamente, desarrollando, aspectos del
contexto (las referencias a películas, a costumbres, a novelas), ese afán didáctico
sencillote (¿se transparenta el oficio de periodista de la autora?) rompe el
tono, es verdaderamente gratuito y falto de sentido.
Por
otra parte, el sentimiento de terror que causa una narración es siempre
subjetivo. Por eso se utiliza aquello de "fantasía oscura", porque al
lector contemporáneo, con cierto bagaje de cultura (especialmente audiovisual)
de terror es difícil provocarle horror. Pero es que a Gothika incluso le
cuesta llegar a ese nivel porque, como he indicado, el libro saca al lector de
la novela de manera continua. No sé qué tradición pretende seguir: como
relato de terror, resulta casi irrisorio por lo ingenuo. Como narración de
fantasía oscura de vampiros, la pretendida y pomposa altivez cae en lo ridículo
y no aporta absolutamente nada, tan sólo una ambientación supuestamente
cercana pero que, como digo, resulta increíble por tópica.
Sin
embargo, lo que ocurre en realidad con Gothika es que se trata de una
novela juvenil, de un volumen para adolescentes oscurillos, con claro sentido de
fantasía compensatoria en ese sentido: el libro es continuamente
autocomplaciente con los siniestros (o, mejor dicho, con los adolescentes
siniestros). No hace más que aludir al rechazo de los padres de la forma de
vestir y la actitud de los siniestros, el hecho de convertirse en vampiro (y
vivir esas peripecias) es claramente un deseo de todos ellos que apunta en esa
dirección, etcétera. Por eso los personajes son estereotipos (o
idealizaciones), por eso el estilo es ramplón, por eso rozan lo patético
las descripciones de gentes o estancias siniestras (estupendo que un personaje
tenga por nick en Internet y mote "darky" o "deadly"),
por no mencionar la multitud de tópicos y lugares comunes que la autora
utiliza, supuestamente, para dar mayor verosimilitud al relato pero que, en
verdad, lo que hacen es despertar un carcajada en el lector. De hecho, la
enumeración de grupos de música "oscura" o de locales siniestros de
Madrid busca más la complicidad del lector, el guiño del reconocimiento que la
verdadera ambientación (porque son enumeraciones gratuitas e incluso
desacertadas -como el meter en el mismo saco bandas de estilos tan dispares como
de verdadero rock gótico de los ochenta y de black metal o industrial-). Es una
novela juvenil compensatoria, destinada exclusivamente a adolescentes que no
encuentran en ella elementos irrisorios sino "auténticos", como le
ocurre a otro tipo de lectores.
Por
eso no funciona cuando la juzgamos con los parámetros convencionales, porque se
supone que va por otro rollo: producto comercial puro y duro destinado a un público
muy concreto.
Lo
que pasa es que se han equivocado de formato y de momento (un Premio Minotauro,
dieciocho eurazos, esa portada medio novela rosa pero con un toque a grupos de
rock-pop siniestro de la MTV, etcétera).
Creo,
sinceramente, que es un pésimo precedente para el Premio Minotauro. Su
trayectoria y su fiabilidad sufren un gran varapalo con esta obra, al menos en
cuanto a calidad literaria. Pero, dejando aparte estas cuestiones
extraliterarias, lo cierto es que Gothika es una novela completamente
prescindible e innecesaria en el panorama de la narrativa fantástica y de
terror.
Alberto García-Teresa
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