H.P. Lovecraft no necesita presentación, y menos en una
web como ésta. Sus relatos de terror han alimentado la imaginación de varias
generaciones y su controvertida figura ha hecho las delicias de biógrafos,
historiadores y aficionados en general.
Durante mi adolescencia, al poco de entrar en el instituto, recuerdo
intercambiar información y revistas Creepy con algunos compañeros
de clase. Sus terribles fantasías nos agradaban mucho más que los pesados
poemas amorosos que la profesora de literatura nos intentaba enseñar a
descifrar, y su misteriosa figura era mucho más atrayente que las centenarias
pullas entre Quevedo y Góngora.
Lovecraft nos gustaba porque era "más nuestro".
Nadie nos intentaba enseñar cómo había que interpretarlo, ni nos obligaban a
leer las siguientes treinta páginas para la próxima clase. Lovecraft era libertad,
diversión, y supongo que rebeldía. El día que algún profesor decida mandar
leer a sus alumnos un relato del escritor de Providence, su magia morirá.
Hoy, que vivimos en una aldea global (según dicen los que
saben de estas cosas), la figura de este escritor es mucho más conocida, y su
obra mucho más accesible. Pero ocurre con estas cosas que, de accesible que es
todo, al final no somos capaces de elegir qué leer de su amplia producción. De
ahí que yo recomiende uno de sus libros más interesantes: Dagón y
otros cuentos macabros, que recopila algunos de los primeros relatos de
Lovecraft.
Puede que no sean los mejores relatos, desde luego no son
los más trabajados ni largos, y en más de una ocasión uno puede ver la
influencia de autores como Lord Dunsany o Arthur Machen a simple vista. Y sin embargo,
la variedad y la originalidad de los relatos hacen que esta obra sea, casi por
fuerza, punto de partida de todo aquél que quiera conocer la obra de Lovecraft.
Hay relatos de dos tipos: de terror y de fantasía onírica.
Los primeros tienen un toque clásico, hijos del terror decimonónico en muchos
casos. Los segundos, por contra, parecen más relacionados con la vanguardia,
con el surrealismo, aunque posiblemente el autor no tuviera intención de ello.
Entre sus pesadillescos relatos, cabe destacar "Herbert
West, reanimador",
todo un clásico que ha sido llevado a las pantallas en diversas ocasiones, y
que actualiza el mito del zombi relacionándolo con la ciencia y sus constantes
avances. En sus relatos oníricos, por contra, se nos abre la puerta a un mundo
irreal, soñado por los protagonistas del relato, que nos lleva directamente a
conocer paisajes imposiblemente bellos, cargados de fantasía.
Un abanico de veinte historias que abren una puerta hacia uno de los mejores
universos de terror y fantasía del siglo XX.
José Joaquín Rodríguez
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