Que el cyberpunk se
nutre de la novela negra más macarra y salvaje es algo conocido por todos. Sin
embargo, pocas veces ese género tiene tanta presencia en la ciencia-ficción
como en el presente volumen, Noches de Nueva York. Este libro, de hecho,
es una novela negra futurista, que utiliza la cf para contar una historia que,
de no ser por ella, no podría desarrollar.
Noches de Nueva York,
de Eric Brown, pertenece a la trilogía Virex, aunque, más que
dependencia argumental con el resto de libros, posee un mismo universo. De
hecho, éste es el segundo libro escrito de la serie, pero su lectura es completamente
autónoma.
La característica más
notoria de la obra es que sigue todos los tópicos tanto del cyberpunk
como de la novela negra y los trata de ensamblar basando toda su estructura en
tres puntuales: la ambientación, la historia detectivesca y los personajes.
El universo se ubica
plenamente en los parámetros del cyberpunk. Una urbe degradada,
controlada por grandes emporios económicos, superpoblada, estruendosa y
deslumbrante, que "parecía la capital de algún país tercermundista
acabado". Se trata de una Nueva York que sirve de refugio a miles de
exiliados por ataques terroristas a centrales nucleares, una ciudad en la que sólo
es posible el individualismo y la lucha por la supervivencia. Incluso tiene ese
toque exótico tan propio del subgénero, esta vez personificado en la novia del
protagonista, Kim, que regenta una serie de puestos de comida rápida china.
La realidad virtual, cómo
no, es uno de los pasatiempos favoritos, y también uno de los principales
puntos de reflexión. Se nutre de los recuerdos y es fuente de evasión. ¿Qué
pasa, entonces, cuando los sueños se hacen realidad, aunque sea virtual? ¿Cómo
afrontar una vida mediocre después de haber conocido la perfección? Sin
embargo, como buena parte de las intenciones del libro, todas estas cuestiones sólo
están esbozadas y se quedan en el aire. También proyecta el miedo a la
tecnología, el temor, ya arquetípico en la ciencia-ficción, de que las máquinas
sean capaces de igualar y superar al ser humano y escaparse de su control.
Todo este trasfondo, que ha
completado el lector colocando unos cuantos estereotipos del cyberpunk más,
tiene más peso al inicio, pero, a excepción de la realidad virtual, que es un
elemento narrativo fundamental para la historia, se deja de lado para
profundizar en la trama detectivesca.
Esta historia parte
directamente de la novela negra. Dos detectives privados, con su propia agencia,
dos tipos duros, uno de ellos ex-policía, a los que una bella señorita
encomienda la búsqueda de su novia desaparecida. Violencia explícita, matones,
persecuciones por callejones oscuros, tiroteos, un mundo supuestamente marginal
(construido con lesbianas, asiáticos y latinos, ahí queda eso)... Hasta el
malo secuestra a la chica del bueno.
Como hemos apuntado, la
trama tira del trasfondo, y la novela da unos bandazos francamente interesantes
desde el siglo XXI hasta los años cincuenta, con carreras de taxis (en un mundo
donde el petróleo es un lujo), revólveres y bares de mala muerte. Sólo la
necesaria presencia de la realidad virtual nos retiene en el futuro.
Pero el misterio se hace
evidente, con lo que el principal objetivo de la novela se arruina.
Por otra parte, Eric Brown
intenta construir unos personajes sólidos. Les fabrica un pasado, motivaciones,
obsesiones; en suma, una personalidad. De hecho, hasta aparece un fantasma para
indagar en los recuerdos de uno de ellos, sin que cause una atmósfera de
estupor o terror. Sin embargo, sólo consigue ecos folletinescos. Son seres
movidos por el amor, pero es algo que no interfiere en sus vidas. Actúa como un
compartimento estanco, y, más que ser el trabajo detectivesco quien se come su
personalidad, lo que ocurre en realidad es una falta de coherencia en el
tratamiento de los personajes, que sale a la luz con otros aspectos. Así, por
ejemplo, también plantea una relación de intensa amistad, pero los personajes
no expresan con sus actos la comunión que dicen sentir.
La novela, eso sí, es muy
dinámica, con la acción y la trama detectivesca bien intercaladas, con la
historia colgada en los momentos climáticos, y proporciona una rápida inmersión
en la historia. Sin embargo, aunque contiene algunos titubeos de haber
pretendido llegar más lejos, Noches de Nueva York se queda en una
aventurilla para pasar el rato que juega con todos los tópicos que tiene en la
cabeza y espera el lector.
Alberto García-Teresa
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