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El sueño del Rey Rojo
El sueño del Rey Rojo
Rodolfo Martínez
Gigamesh, 2004

No resulta sencillo escribir un comentario sobre El sueño del Rey Rojo. Decir que es una buena novela es fácil. Lo difícil en este caso es explicar en qué consisten exactamente esas bondades. En efecto, ésta es una de esas obras en las que la visión de conjunto que se obtiene al terminar de leerlas es muy superior a las impresion parcial que uno puede percibir durante la lectura. Esto es debido en buena parte a la estructura formal de la obra. El sueño del Rey Rojo está escrita en primera persona, y empieza a desarrollarse como un flashback alternativo entre el presente del narrador y su inmediato pasado. La estructura es eficaz en tanto logra captar la atencion del lector, pero en cambio tambien genera, inevitablemente, una cierta confusion. Algo parecido sucede con el final, donde tras un largo paréntesis de desarrollo temporal homogéneo volvemos al flashback para desarrollar la explicación definitiva de la trama. Digamos que en cierto modo se dan demasiadas vueltas para llegar adonde se quiere llegar y el resultado es que las motivaciones y los objetivos de determinados personajes quedan un tanto emborronados en el proceso.

Argumentalmente, El sueño del Rey Rojo evoluciona desde una trama de intriga convencional (el asesinato de una persona aparentemente inexistente, para cuya resolución sólo se dispone de una serie de pistas a cual más desconcertante) hasta el descubrimiento de una conspiración de dimensiones cosmológicas. En este sentido, la obra ciertamente es muy ambiciosa, y hay que reconocer que triunfa con bastante donaire en su empeño. Algo parecido sucede a nivel de ambientacion. Si algo destaca en esta novela es la riqueza y complejidad de los temas tratados. Inteligencias artificiales, mentes colectivas examinando la naturaleza del universo, sexo en el ciberespacio... El enfoque del autor de la mayor parte de estos temas resulta, como minimo, muy interesante y, porque no decirlo, muy cyberpunk.

Pero en contra de lo que pudiera hacer sospechar el inicio de la novela, el tema central es el concepto de realidad. En este sentido, el autor ha usado una interesante estrategia para zafarse de la alargada sombra de Matrix: en lugar de buscar un distanciamiento que tan sólo subrayaría las semejanzas, ha optado por integrarse casi completamente en dicho paradigma buscando la diferenciación a través de sus aspectos más débiles o no resueltos. De este modo, ya desde las primeras páginas de la novela nos encontramos una simulación del mundo real (el proyecto Saulo) arbitrariamente precisa, en la que en un momento dado una entidad externa introduce una especie de "elegido" que "despierta" al hecho de que está viviendo en una simulación e instruye a otros para que a su vez "despierten" a mas habitantes de ésta. Simultaneamente, se habla de la presencia de unos "agentes" casi omnipotentes, mandados por el "dueño" de la simulación, cuyo objetivo sería la eliminación de esa resistencia y en general, el control de la simulación.

Dicho así, las semejanzas resultan un poco demasiado obvias. De hecho, debido al caracter progresivo de la trama al que hice alusión más arriba, resulta muy difícil en determinados momentos de la obra despegarse de esa impresión. Sin embargo, el modo en que se trata el problema de la percepción y, sobre todo, el fino e inteligente desarrollo que se hace de los objetivos y de la naturaleza última de la simulación terminan marcando claramente distancias y situando a esta obra, en mi opinion, muy por encima de la omnipresente Matrix.

Cristóbal Pérez-Castejón

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