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Los arácnidos
Los arácnidos
Félix J. Palma
Col. Calembé
Algaida, 2004

Félix J. Palma ha sido uno de esos narradores que han crecido dentro del fandom de la ciencia-ficción pero que han sabido desplegar sus recursos y capacidades para campar por la literatura general a sus anchas. Tras otras colecciones de relatos, como El vigilante de la salamandra o Métodos de supervivencia, las novelas La hormiga que quiso ser astronauta o El amante de vidrio y un impresionante palmarés de premios, Palma nos presenta la antología que obtuvo el pasado Premio Iberoamericano de Relatos Cortes de Cádiz.

Los arácnidos es un conjunto de ocho historias, algunas ya conocidas por el aficionado al fantástico, que apuntalan el peculiar universo narrativo e ideológico que ha creado, y lo cimientan como un gran fabulador, además de corroborar el personalísimo estilo de sus narraciones.

Los cuentos nos remiten al mundo cotidiano de una gran ciudad, a la vida monótona y apagada de oficinistas y solterones, donde la rutina y el tedio devoran a sus habitantes. Es un "universo cerril y enajenado", ajeno a los personajes. Éstos, siempre varones, son seres conformistas y sumisos que se mueven entre la alienación y el ansia de evasión. La concisión con la que Palma retrata y plasma sus caracteres, brillantemente dibujados en un par de líneas, es un elemento muy a destacar.

Nos cuentan que "en su vida no había excesivas alegrías", "sus días se confundían unos con otros", llenos de "horas predecibles y cansinas". "El mundo parecía mal construido, como hecho con material de derribo", añaden. Los personajes de Palma permanecen a la espera de que lo extraordinario les saque de la rutina. "Vivir resultaba un ejercicio arduo y doloroso", "vivir es triste, agotador, decepcionante", dicen. La insatisfacción es una constante, y es un primer grado antes de la evasión, del abandono de la mediocridad. Podemos ver su culminación en "Los paraísos perdidos", donde se refleja la imposibilidad de la felicidad.

El intento de escape de esa pesadumbre es el motor de los cuentos. "Confusión macabra", por ejemplo, nos presenta a un protagonista hastiado que necesita imaginarse otra vida para suplir las carencias de la suya, aunque es incapaz de plantar cara abiertamente. También podemos apreciarlo en "Los desprendidos", inocentemente optimista a ese respecto.

Esa monotonía también está marcada en la propia narración. Palma traslada muy acertadamente el quehacer continuo y asfixiante del día a día. Muchos de sus relatos cuentan su historia basándose en la repetición de sucesos, con un amplio trayecto temporal, reproduciendo el esquema rutinario de la vida urbana, en espera, como hemos dicho, de acontecimientos novedosos, aunque ese devenir diario sea tan peculiar como el del protagonista de "Los arácnidos".

Esa espera, además, no está exenta de cierta premonición. Muchos personajes intuyen lo que va a ocurrir, a pesar de ser algo fuera de la normalidad. Sin embargo, el futuro y esos hechos extraordinarios se asumen con resignación. Por eso, en muchas ocasiones, una espesa capa de melancolía cubre las narraciones. De hecho, "la capacidad del hombre para acostumbrarse a los sucesos más extraños resulta asombrosa", comenta en otra ocasión. No en vano, hay varios cuentos que parten de la idea de destino, más bien fatalidad, como "Confusión macabra" o "Morir en tu bañera y otras lamentables casualidades". Así, se afirma que "las casualidades estaban tan presentes en el mundo que era idiota no reconocer que pertenecían a un plan conjunto".

Pero esto no quiere decir que las piezas de Los arácnidos resulten aburridas. Ni mucho menos. No sólo por la propia tensión interna de las narraciones, sino por uno de las características más reconocibles de las últimas obras de Palma: el sarcasmo. El absurdo, la esperpentización y la ironía son herramientas que este gaditano domina con suma maestría.

Sin embargo, la mirada cínica no es sólo un elemento cómico, sino que es una vía, una manera de abordar la amarga realidad y poder asumirla. Uno de sus muestras más brillantes nos lleva hasta la mañana en la que el protagonista de "Los desprendidos" descubre que han quitado un anuncio de Maribel Verdú en ropa interior de la parada del autobús: "la hostilidad del mundo se recrudecía ahora que incluso le habían arrebatado lo único por lo que merecía la pena levantarse de la cama", afirma con resignación. Los personajes sarcásticamente degradados, como los inspectores de policía de "Morir en tu bañera...”, esconden bajo el humor una amarga existencia. Incluso la muerte y otros elementos macabros aparecen desdramatizados en varias historias, y hasta llegan a ser absorbidos por la rutina.

El amor, por otra parte, tiene un papel muy relevante en estos relatos. De hecho, todos ellos cuentan una historia sentimental y las relaciones entre sexos siempre poseen una presencia notable. Sin embargo, a pesar de lo que pudiera parecer, las rupturas, el desencanto y la infelicidad están equilibradas con la esperanza y la salvación. Así, "Del amor y otras vísceras" es un descomunal cuento de amor.

Por otra parte, hay que señalar que los cuentos están caracterizados por un nulo o escaso discurso directo. El autor demuestra una gran solidez descriptiva, un estupendo manejo del lenguaje y de la narración y hace que las historias sean llevadas por el carácter de los personajes. Nuestra noción de lo que sucede, por tanto, está enormemente determinada por los protagonistas. Así, la percepción subjetiva es esencial en "Los paraísos perdidos", por ejemplo.

Otra de las marcas propias de la casa es su inquietud formal. Desde sus primeros textos, Palma despuntó por intentar jugar con la prosa, por no quedarse en un mero narrador de historias, sino en tratar de ser un indagador del lenguaje. En Los arácnidos, consigue que su afán estilista se equilibre con tramas interesantes y que éste no llegue a dominar y sobrecargar el relato, como pasaba con algunos de sus anteriores trabajos. En ese sentido, esta antología es un auténtico placer para los amantes de la palabra. Palma va salpicando todo el texto de metáforas brillantes de gran fuerza lírica que, unas veces, salvan la realidad y, otras, funcionan como un elemento sarcástico o simplemente humorístico. Las metáforas y comparaciones nos remiten al mundo conocido y al léxico sociológico, y así se afianzan el reconocimiento del lector que personajes y ambientación urbana provocan. Otras veces, se permite jugar con las referencias literarias, como esa estupenda "voz puntiaguda de huérfano de Dickens". Lo que está claro es que Palma tiene sensibilidad y mirada poética. Su prosa es rica y sugerente, además de personal, y su ambición es, además de loable, muy meritoria.

También cabe reseñar los arranques de sus cuentos, muy significativos, como "los lunes, la ciudad tiene un despertar cansado de perra recién parida" ("Confusión macabra"), "esa mañana, al contrario que las anteriores, Maribel Verdú no lo esperaba en la parada del autobús en ropa interior, exhibiendo su cuerpo flexible de amazona intacta" ("Los desprendidos") o "El día de mi cumpleaños Marcelo me regaló su vesícula biliar" ("Del amor y otras vísceras").

Si descendemos a los propios cuentos, comprobamos que la antología se abre con "Confusión macabra", en el que sobresalen los giros argumentales y las vueltas de tuerca con las que se pone de manifiesto el cuidado del autor por la organización de la historia.

En "Los paraísos perdidos", por su parte, bailamos por las obsesiones y el complejo de inferioridad de un oficinista que debe asumir que su compañero de trabajo ha adquirido una vivienda ligeramente superior a la suya. Para ello, juega con el tema del doble y con personajes antagónicos.

Ese antagonismo también está presente en "Las lágrimas de Lorenzo", donde el protagonista es el paradigma de triunfador capitalista, un tipo espectacularmente pragmático, muy bien mantenido por Palma, que intenta solventar una ruptura amorosa. La evasión alcanza el absurdo y crea situaciones muy cómicas. De nuevo, el humor es una herramienta para acercarse cómodamente a temas peliagudos, pues el relato adquiere un tono trascendente sobre el sentido de la vida muy cuidado.

"Los desprendidos", publicado también en Artifex Segunda Época nº 6, es una historia radicalmente urbana con cierto tono bucólico, paradójicamente, con la que rápidamente empatizarán los usuarios del transporte público y los lectores, en general.

"Morir en tu bañera y otras lamentables casualidades", editado también en Artifex Segunda Época nº 4, es la mejor pieza. Se trata de un cuento redondo, muy divertido, plagado de absurdos; una historia de género negro con personajes y escenas memorables. Destaca, sobre todo, por el enfoque, el buen hacer narrativo y por su sarcasmo arrollador.

Por otro lado, en "Del amor y otras vísceras", el humor hace sostenible un cuento disparatado sobre las relaciones humanas, más directo y fantástico que lo habitual, pues no deja de ser una historia de ciencia-ficción contemporánea.

"La vida es cuento" parte de la tradicional entrega de la cesta de Navidad para convertirse en una reinvención muy particular del cuento de Caperucita Roja.

Nos resta hablar de "Los arácnidos", la pieza más alejada de los registros utilizados en las anteriores. Se trata de un relato de terror, con una atmósfera muy trabajada, pero que parte de sus constantes. Aquí, el sugerir más que mostrar cobra un vigencia y una importancia capital. Una historia inquietante con personajes extraños que se sale del tono de la antología aunque es claramente reconocible, por el estilo, seres y temas, como creación de Palma.

En última instancia, los cuentos recogidos en Los arácnidos nos invitan a una reflexión sobre la vida que llevamos en la sociedad de consumo, sobre la alienación, la pasividad y la insatisfacción. Lejos de ser historias de héroes, el escritor otorga el papel de protagonistas a nuestros vecinos, al compañero de la oficina o al pasajero de al lado del autobús. A pesar del espléndido sentido del humor, los cuentos dejan un regusto amargo y una sensación de que las cosas no van bien si sus personajes son, como probablemente sean, representativos de la tela de araña urbana.

Todas estas características nos llevan a la construcción de un mundo literario propio y reconocible, que va afinando y puliendo poco a poco. Félix J. Palma está creciendo y, seguramente, dará más alegrías a las letras españolas. Adereza varias historias con elementos fantásticos, pero es lo bastante inteligente como para no quedarse limitado a ellos. La crítica lo está respaldando y él parece dispuesto a seguir trabajando duro. Los arácnidos, la última muestra de esta labor, es, pues, una antología muy interesante, que se lee con soltura, bien escrita, y que a la vez que enriquece, divierte. Ahí es nada.

Alberto García-Teresa

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