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Cielo de singularidad
Cielo de singularidad
Charles Stross
Título original: Singularity Sky
Trad. Manuel Mata
Col. Solaris Ficción nº 43
La Factoría de Ideas, 2004

Seguramente, la ciencia-ficción estadounidense esté estancada. Le faltan ideas, se mimetizan los estilos de los grandes nombres, se alargan y engordan las historias... En ese panorama, es lógica la sorpresa y la acogida que ha recibido en EE.UU. Cielo de singularidad, la primera novela de Charles Stross.

Stross llevaba quince años publicando cuentos, pero hasta hace un par no empezó a llamar la atención. Fue nominado en varias ocasiones al Hugo, al Sturgeon o al Locus. Esta opera prima ha causado un notable revuelo, y, en estos momentos, es una de las candidatas al Hugo.

Cielo de singularidad nos lleva al universo de El Escatón, una superinteligencia que proviene del futuro y que ha sido creada por el hombre. Hizo su aparición en medio de un estancamiento tecnológico en el siglo XXI. El ente tomó a millones de personas y las lanzó a través del cosmos, como colonos involuntarios de cientos de mundos a través del espacio y el tiempo. Así, modificó radicalmente el universo y la propia sociedad humana. Sin embargo, prohibió que se alteraran las leyes de la causalidad para protegerse y ha ido castigando severamente a las civilizaciones que han desobedecido.

En ese marco, que se repite en Festival of Fools, su siguiente libro, nos narra una historia muy entretenida, de ritmo trepidante. El primer capítulo nos arrastra a la confusa situación en la que se ubica la acción, y el segundo se encarga de mostrarnos el otro hilo argumental que articulará todo el volumen. En veinte páginas ya estamos embutidos hasta el cuello.

"El día que se declaró la guerra, una lluvia de teléfonos cayó con estrépito sobre los adoquines de Novy Petrograd." Una imagen poderosísima es la primera línea del tomo. Una imagen muy brillante, realmente memorable, que da pie a presentarnos a El Festival, un "chisme", por decir algo, descomunal, misterioso y magnético que concede deseos, y que llega a una colonia con ansias de emancipación de la Nueva República, y que pone a disposición del narrador gran cantidad de recursos para explotar el sentido de la maravilla.

La Nueva República es una "Europa tal como podría haber sido en el siglo XX de haberse detenido la física y la química en 1890", a pesar de contar con viajes estelares. Funciona como contraste con El Festival, una utopía multicultural, y con los propios insurgentes, de talante leninista.

De este modo, Stross nos introduce en un steampunk camuflado, pero que se difumina tras una densa capa de space opera ágil y vibrante, con base hard y que, encima, trata de un viaje en el tiempo. La novela, pues, como historia de ciencia-ficción resulta muy interesante por ser un cóctel bastante opaco de subgéneros, bien ensamblados.

Cielo de singularidad plantea una escalada de tensión hasta llegar a una situación bélica, a través de distintos frentes, personajes y ambientes. En medio de ella, se mueven varios protagonistas que tratan de averiguar distintos hechos. Así, se entremezcla el espionaje con la acción, la intriga y hasta con una historia de amor. Los pasajes, por otro lado, de exposición científica están bien diseminados y tienen la suficiente concisión y brevedad para no sacar al lector de la novela. Por tener, tiene hasta la reproducción con profusión de un juicio militar.

El grueso del libro transcurre en un viaje dentro de una nave espacial. Sin embargo, a pesar del ritmo vivo y de las chispeantes refriegas, con ágiles pasajes de movimientos de tropas y choques navales, narrados con mucha fluidez, hay un momento en que la historia patina. El ritmo no decae, pero el argumento no avanza. El lector y los personajes ya conocen qué va a ocurrir, pero la atención sobre lo que ocurre en la nave se extiende centenares de páginas. Además, la resolución de ese conflicto no se separa de lo que los propios personajes han ido anunciado sucesivamente.

Sin embargo, en el último tercio del volumen, la acción se disgrega en distintos focos y el libro gana en interés. El hilo de la investigación, que parece una trama secundaria, es el que más dinamismo aporta y el que, como es lógico, más luz arroja para comprender el universo de Cielo de singularidad.

También adolece la novela de una excesiva repetición de explicaciones y revelaciones, de un final que no está a la altura de las circunstancias y de personajes no muy trabajados. Probablemente, todo sea fruto de la inexperiencia del autor en las distancias largas, pero lo cierto es que Charles Stross apunta muy buenas maneras, pues muestra versatilidad y un estupendo pulso narrativo.

El miedo es un elemento esencial en el libro. El temor al cambio, a la alteración del statu quo, es esencial, y está plasmado tanto en los conservadores como en los revolucionarios. Además, existe un pavor constante a las represalias de El Escatón, que alcanza tintes de temor divino. Un ente, por cierto, que no aparece directamente pero al que se hacen referencias continuas y que está rodeado de un gran misterio, lo que le dota de gran atractivo. Es significativo porque los dos centros en torno a los cuales gira la narración son dos entidades omnipotentes, extrañas y muy desconocidas: el citado El Escatón y El Festival.

A esto se suma el miedo nuclear y a las, literalmente, "armas de destrucción masiva". Una vez más, la ciencia-ficción extrapola los temores de su sociedad.

Cielo de singularidad plantea, también, la soledad de dos individuos en una sociedad cuyos valores no comparten, que deben permanecer aislados para cumplir sus respectivas misiones. Sin embargo, aunque es un hecho que se aborda con extensión, no adquiere mucha profundidad.

Por otra parte, la ironía es un elemento muy reseñable. Mediante la esperpentización y la sátira, el narrador consigue crear momentos muy cómicos.

Los guiños con la historia son constantes. Nombres propios de personajes o de ciudades, como Petrograd, Thermidor, Sputnik, aluden a las revoluciones y a la Rusia comunista, con la que las similitudes (la Revolución de octubre, los soviet, el propio devenir de la revolución, la situación social previa, cercana al zarismo...) son más que evidentes.

En esa línea, Stross apuesta por la ONU como reguladora de la vida política. El autor satiriza tanto el conservadurismo y el autoritarismo monárquico como las tesis marxistas. Además, en la novela cala la ideología que sostiene el software libre y el libre intercambio de información. Las conclusiones políticas se extraen, sobre todo, de la parte final de la novela, donde Stross comenta, concisamente, que el sistema político "fue destruido cuando los deseos de la gente se hicieron realidad".

Cielo de singularidad es, así, una novela, ante todo, muy entretenida, interesante aunque no redonda, de ritmo ágil, que escoge elementos de distintos subgéneros y los amalgama correctamente y que, en definitiva, descubre a un nombre a tener en cuenta: Charles Stross.

Alberto García-Teresa

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