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Los hechos de la vida
Los hechos de la vida
Graham Joyce
Título original: The Facts of Life
Trad. Manuel Mata
La Factoría de Ideas, 2003

Una maravilla. Los hechos de la vida es una de las mejores novelas que he leído y disfrutado en los últimos años. Una obra que se va a convertir en un clásico, pues posee todos los elementos para pasar a la posteridad: imaginación, vigor, personalidad, riqueza y encanto.

El libro nos cuenta la historia de una familia inglesa durante diez años desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero se trata de una familia muy peculiar, pues, además de su hermetismo matriarcal, tienen una propensión especial a las experiencias sobrenaturales; sobre todo las concernientes a la videncia, telepatía y el contacto, en general, con los muertos.

Con afán costumbrista, el narrador nos introduce en la intricada red de relaciones domésticas. "Eso es lo que son las familias: historias espeluznantes", dice Graham Joyce. Las siete hermanas Vince y su madre construyen un mundo propio, eminentemente femenino, cargado y asfixiante, por el que se filtra la decadencia y el sopor resultante de la guerra.

En principio, todo gira entorno a Cassie, la más joven, alocada y desequilibrada de ellas. Es una persona libre y entusiasta en un mundo agotado. Desde el primer momento, el escritor, con breves pinceladas, nos presenta las líneas maestras del personaje, sobre el que irá trabajando con profusión más adelante. Sin embargo, su hijo, Jack, cuyo cuidado debe repartirse la familia ante la incompetencia y el despiste de Cassie, va convirtiéndose, poco a poco, en el centro de la narración. Su continuo vaivén es un recurso aprovechado al máximo para ofrecernos multitud de pequeñas historias y para construir el enorme puzzle que es esta obra.

A pesar de esto, en muchos momentos, Los hechos de la vida se convierte en una novela coral. No en vano, está repleta de personajes memorables; de seres extraordinarios y de pequeños héroes. Enumerarlos a todos no les haría justicia, pues lo cierto es que la caracterización y la profunda psicología con las que les dota Joyce son realmente brillantes. Con el avance de las páginas, nos vamos adentrando en cada uno de ellos para jugar con sus matices y contradicciones. Así, nos encontramos con Martha, la autoritaria pero comprensiva madre que vive por la buena marcha de su familia. O con las gemelas, estrictas, severas, piadosas y, al mismo tiempo, apasionadas de los espíritus, que chocan con el instinto y la libertad de la granja de Tom y Una. Asistimos a la evolución ideológica de Beatie y Bernand, la vanguardia intelectual progresista, representantes de un mundo nuevo; al drama de William, excombatiente marcado por la guerra, los viejos valores de Odie... Y así hasta completar una decena de seres principales o secundarios que apenas dejan huella en la historia pero que, en conjunto, contribuyen a crear un cuadro maravilloso y muy rico.

Graham Joyce se revela, para el lector español, como uno de los grandes con este libro. Es un estupendo novelista, que trabaja sus personajes con una planificación concienzudamente asombrosa. Es un narrador nato y completo, que cambia los ritmos, estructura la obra en capítulos y fragmentos no muy extensos y que, sobre todo, deja abiertas muchas puertas por donde entran y salen continuamente diferentes historias que el lector completará con su imaginación. La novela tiene una riqueza extraordinaria. Todas las tramas, breves o largas, y las anécdotas poseen un gran magnetismo. A pesar de su pequeño desarrollo, contribuyen a la evolución de las personas y tienen siempre un peso concreto, como cualquier hecho de la vida. Buena parte de las viñetas, de las escenas y de los personajes que pululan por la narración pueden dar lugar a otros tantos relatos también de gran fuerza.

Los elementos sobrenaturales no tienen presencia hasta bien entrada la novela. Están presentados con naturalidad, sin buscar la vacilación fantástica, en un intento victorioso de realismo mágico mesurado. Son una parte más de la vida, un elemento más en la historia que no tiene predominancia. Pues la obra es, ante todo, una historia de familia. Una familia unida y fuerte, donde la tradición y el apego están marcadas a fuego. Que no se lleven a engaño los lectores por la etiqueta de la colección: terror no van a encontrar, a pesar de la existencia de espíritus y experiencias extrasensoriales. Pero, ¿a quién le importan esos matices cuando tenemos una novela tan fascinante ante nosotros?

De un costumbrismo marcado al comienzo, centrado en el efecto de la guerra sobre la vida del pueblo, pasamos a un periodo de gran instropección psicológica, donde comenzamos a descubrir los secretos de los Vince y la compleja mentalidad de cada individuo. Joyce lo hace con un estilo sobrio y austero, pero no pobre, que no cae en excesos descriptivos y que nos trasmite la dureza y exigencia de la época.

El libro se presenta como un inagotable canto a la vida, al amor y a la tenacidad ante la dificultad. Los hechos de la vida, además, trata del temor a lo distinto, la educación, la evolución del marxismo, la sexualidad, la devoción... La mirada del niño permite observar todo con una ligera ironía y el escritor no se resiste a ella. Es colosal la impresión que recibe Jack de la escuela: el primer día sólo ve a muchachos llorando, y piensa que muy mal deben de haberse portado para estar ahí en el colegio castigados.

Es una novela que no sólo soporta, sino que invita a numerosas relecturas. Con su gran profundidad en los personajes y en el universo tan particular que articula, Los hechos de la vida es uno de esos libros que no terminan nunca. Afortunadamente, cuando uno se encuentra con obras como éstas, vuelve a recordar por qué seguir amando con fuerza la literatura. Lo dicho: imprescindible.

Alberto García-Teresa

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