En un mercado donde la calidad no importa, tan sólo la cantidad de libros que pueda absorber, Stephen King es el rey del terror. Sus ideas fantásticas, su prosa mundana, y sus temas repetitivos le ha hecho famoso... junto a sus novelas de cientos de páginas que luego no sabe ni siquiera cómo terminar.

Pero por muchas cosas malas que se puedan decir de King, hay algunos de sus libros, los primeros, que sí merecen una mención a parte. Son unos pocos libros en donde su forma chabacana de escribir funciona muy bien, donde lo cotidiano no suena a visto sino que envuelve aún más en el misterio al lector. Libros que duran lo que deben durar, donde sí existe una estructura en la narración, y donde se puede apreciar que King puede hacer buenos libros (sin llegar tampoco a ser obras maestras) y tejer buenas historias.

He querido hablar de Carrie porque fue su primera novela publicada. Ya hice referencia en otro artículo a la película de Carrie de Brian De Palma, así que puede ser interesante ver cómo desarrolló King esta historia. También es ésta una novela corta, que no alcanza las trescientas páginas, y con una letra bastante grande en la edición que comento. Se lee en un par de tardes, así que es probable que los detractores de King puedan comprobar que este libro vale la pena más fácilmente que si se reseñara un novelón de seiscientas páginas con letra encogida.

Carrie tiene la virtud de durar lo que tiene que durar. No se hace larga en ningún momento. Y aunque podría haberse acortado mucho más la historia, King tiene la capacidad de mostrárnosla desde diferentes puntos de vista. No hay un narrador único, lo que nos permite simpatizar con muchos de los protagonistas de la novela.

Todos conocemos la historia: chica con poderes telequinéticos que los va descubriendo lentamente, con una madre fanática religiosa, y unas compañeras de instituto que se meten con ella. Encerrada en un pueblo pequeño, asfixiante, donde no deja de ser una rareza para sus vecinos, Carrie está cada vez más cerca de explotar. Aunque poco a poco se va integrando y liberando de la represión de la madre, hacia el final de la novela explota y comete una masacre en el pueblo... que acaba convertido en un infierno de llamas y destrucción.

Lo interesante del planteamiento de King es que nada más empezar la novela nos cuenta el final. Sabemos que la historia va a terminar en tragedia. A cada capítulo, recortes de prensa, extractos de libros e informes oficiales nos van desvelando con fria eficacia la destrucción que experimentó la pequeña ciudad de Carrie. Pues a King no le interesa para nada repetir una historia que ya se había visto en cine y cómics miles de veces: el poder destructor de la mente. Por el contrario, a King le interesan los personajes que van componiendo la historia, sus motivaciones, el explicarnos por qué cada uno de ellos actuó de tal o cual manera y dsencadenó, sin saberlo, la tragedia que destruiría un pueblo.

El lenguaje de King es simplón, fácil de entender, y muy útil para explicar el comportamiento de los adolescentes que cargan sobre sus espaldas el peso de la historia. No hay héroes, ni tragedias calculadas, ni más drama que el de la crueldad de los estudiantes, el de un pueblo pequeño y sin perspectativas de futuro. El ambiente cotidiano se vuelve opresivo, sobre todo cuando vamos descubriendo junto a los personajes que la rutina de ser reina del baile de fin de curso vendrá seguida por un trabajo mal pagado, hijos, una televisión con cien canales y un marido inútil.

Repito que no es un clásico de la literatura universal. Que no es nada nuevo. Que no tiene un estilo merecedor de ningún premio literario... pero es una novela eficaz, que engancha, entretenida. Y, sobre todo, una novela que transmite una sensación de tristeza que nos envuelve con cada página, y que a pesar de lo simple y lo breve que resulta, merece ser leída.

José Joaquín Rodríguez