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Destinos truncados
Destinos truncados
Arkadi y Borís Strugatski
Título original: Jromaya sud'ba
Trad. Justo E. Vasco
Gigamesh, 2003

Si tuviéramos que reducir a un par de palabras Destinos truncados, el resultado sería, tal vez, “simbolismo y ambigüedad”. La primera novela de los hermanos Strugatski editada por Gigamesh es una obra que puede resultarnos amargamente pesimista o, por el contrario, de un optimismo radical.

El libro se compone de dos series de capítulos. La principal, narrada en primera persona, nos presenta a Félix Sorokin, un escritor hastiado que deambula en un entorno degradado y deprimente. En la otra historia, la más rica y metafórica y también la más fácil de seguir, aparecen en tercera persona las andanzas de Víktor Bánev. Bánev es el protagonista de una novela de larga gestación que está escribiendo Félix, en un mundo donde se cree que los leprosos conspiran en la sombra.

Esta segunda tanda fue la que se redactó primero y se publicó de manera independiente antes de Destinos truncados. A pesar de ello, ambas líneas argumentales están íntimamente relacionadas, pues Bánev no deja de ser un alter ego de Félix, y éste vive continuamente obsesionado con su escritura.

Además, las dos recrean un entorno común. Sin embargo, mientras que el mundo plasmado en los capítulos de Félix refleja el presente, la sociedad de Bánev avanza un poco más. Las tesis vitales de los Strugatski se complementan así entre ambas.

El conjunto recreado por los hermanos es una sociedad anulada, decadente; decididamente posmoderna. Los personajes son seres solitarios, abandonados y alcohólicos. Viven devorados por sus demonios íntimos, en medio del nihilismo, la miseria y la frustración. Son personas mediocres insertas en un medio mediocre. Un medio donde “no hay amor, sólo romances”, donde no parece tener cabida el futuro.

Así mismo, parece no existir el libre albedrío. Félix se siente como un personaje de literatura más, dirigido por otro ser. Cree que otra persona controla su destino al igual que él maneja el de sus creaciones. No tiene decisión ni voluntad.

En ese sentido, encuentro grandes paralelismos con la obra del uruguayo Juan Carlos Onetti; con sus personajes perdidos, creadores de ficciones y poseedores de un gran mundo interior.

A pesar de esa desolación, aparece un resquicio para la esperanza. Por un lado, el narrador nos afirma que cada persona encuentra, después de todo, algo pequeño “para calentar el alma”. Por el otro, nos encontramos a una juventud renovadora y entusiasta que se opone a ese viejo mundo y prepara otro nuevo, en base al conocimiento y a la ilusión. En ese punto reside buena parte de la ambigüedad de la novela sobre la fe en el progreso, pues dependiendo de cómo interpretemos ese intento revolucionario encontraremos una salida a todo ese fracaso o no.

La ambigüedad también está muy presente en los personajes principales, de los que se hace una profunda introspección. Tanto Bánev como Félix son personas contradictorias e indecisas, que no son capaces de tomar partido.

Además, por todo el libro planea una reflexión sobre lo diferente y su repulsión, con un tratamiento, también, abierto. Como lectores, nos es difícil empatizar tanto con los leprosos como con sus detractores.

Entre los otros temas que se tocan, como la crítica a la corrupción, a la burocracia y a la represión, la metaliteratura tiene gran importancia para la obra. Félix y Bánev se rodean de escritores y reflejan un mundo literario cínico, precario y estancado. Con ellos, reflexionan sobre el valor de la literatura, la función del artista en la sociedad o la defensa de la individualidad del escritor. Son juicios bastante interesantes a los que los hermanos Strugatski otorgan mucha relevancia.

Sin embargo, y al igual que ocurría en las novelas de Onetti, Destinos truncados es una obra muy lenta donde apenas pasan cosas. La narración no llega a despegar a pesar de que la alternancia de las dos líneas argumentales ayuda a aligerar el ritmo.

El volumen se completa, además, con una breve y sustanciosa presentación de Justo E. Vasco, el traductor, que aporta unas ligeras pero acertadas pinceladas sobre el libro.

Así, Destinos truncados es un retrato de una sociedad deprimida y deprimente. Es un texto muy abierto y ambiguo, que da pie a múltiples interpretaciones, aunque puede resultar pesado y sin garra.

Alberto García-Teresa

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