Yo no tenía ni idea de la existencia de esta saga hasta que, un buen día, a una amiga le dio por comentarme algo sobre una Puerta de la Muerte. Al principio no entendí nada de lo que me dijo (lógico, no se puede tener un oído en las explicaciones del profesor y otro en lo que te dice la compañera de al lado), aunque más tarde llegué a enterarme de que se trataba de una saga titulada El ciclo de la Puerta de la Muerte y que estaba compuesta por siete volúmenes. El asunto no llegó a trascender más hasta que, unas semanas después, llegué a clase por la mañana, me senté (como de costumbre) en mi sitio y comencé a sacar las cosas que iba a necesitar para esa asignatura. Cuando ya tenía sobre la mesa todos mis útiles de escritura y me disponía a sacar los libros, aterrizó en mi mesa un cuaderno grande que provocó la caída de todos ellos (y mis correspondientes salto de la silla por el susto y enojo por recibir el Objeto Volante No Esperado). Acto seguido apareció la dueña del cuaderno y comenzó a explicarme apresuradamente que tenía que copiar lo que ponía en la hoja (bueno, trozo de hoja) por la que éste estaba abierto. En ella había malamente escritos dos nombres propios que me parecieron anglosajones, el de una editorial y lo que llegué a considerar como los títulos pertenecientes a una saga (lo digo por el número que precedía a cada uno de ellos, porque por otra cosa hubiese sido imposible adivinarlo). Lo copié y le devolví el cuaderno a mi compañera. En un cambio de clase, le pregunté: Oye, ¿y esto qué es? Los títulos de los siete libros de El ciclo de la Puerta de la Muerte, los autores y demás, me respondió. Le agradecí que me los hubiese dado al mismo tiempo que le rogaba que la próxima vez no me los intentase dar de aquella forma, ya que el cuaderno no es precisamente un inofensivo avioncito de papel (a los que, por otra parte, ella es tan aficionada). Un mes después de todo esto me encontré encargándolos en una librería.
Ala de dragón es, pues, el primer volumen de la saga de fantasía épica titulada El ciclo de la Puerta de la Muerte y que está compuesta por otros seis volúmenes más (La estrella de los elfos, El mar de fuego, El mago de la serpiente, La mano del caos, En el laberinto y La séptima puerta). De los autores de la Dragonlance, Margaret Weis y Tracy Hickman, esta saga confirma, como otras muchas buenas novelas que apenas se conocen, que no toda la fantasía es Harry Potter o El Señor de los Anillos y que no hace falta que sean best sellers del momento para ser magníficas.
Expliquemos brevemente la concepción del mundo en el que se desarrolla. Al principio los sartán, unos mortales con los poderes y sabiduría de dioses, gobernaban el mundo. Su poder se fue debilitando poco a poco y cuando vieron que los patryn, similares a ellos y sus eternos enemigos, cobraban fuerza e intentaban hacerse con el poder, decidieron destruir el mundo antes que rendirse. Para ello lo dividieron en cuatro Reinos regidos por cada uno de los cuatro Elementos Primordiales (Aire, Fuego, Piedra y Agua) y a sus enemigos los enviaron al Laberinto, una prisión de la que pocos lograron escapar. A cada Reino se accedía cruzando una de las cuatro Puertas de la Muerte, las cuales convergían en el Nexo. Ahora, los patryn han encontrado la salida del Laberinto y se disponen a tomar venganza y apoderarse de los cuatro Reinos para crear un mundo nuevo.
La saga arranca con el viaje de Haplo (acompañado por su inseparable perro), uno de los pocos patryn que han conseguido escapar del Laberinto para refugiarse en el Nexo, al Reino del Aire de Ariano para prepararle el terreno a su Señor. Su misión consistirá en sembrar el caos en el Reino del Aire y comprobar que no hay ningún sartán allí. Para ello mantendrá oculta su verdadera identidad casi hasta el final, tapando todos los tatuajes mágicos que cubren su cuerpo y poniendo especial esmero en ocultar los de las manos con vendajes.
La disposición del mundo de Ariano resulta un poco confusa al principio. Se trata de un conjunto de islas de coralita suspendidas sobre el Torbellino, situado más abajo del Reino Inferior y en una continua tormenta. En el Reino Inferior abunda el agua y sus habitantes, los gegs (o enanos), pasan la mayor parte de sus vidas trabajando para una colosal máquina llamada Tumpa-Chumpa, que fue construida por los sartán y cuyo propósito se desconoce.
En el Reino Medio los humanos y los elfos están enfrascados en una continua guerra. Allí el agua escasea y los elfos mantienen el monopolio sobre ella, descendiendo cada mes al Reino Inferior para recoger el agua que la Tumpa-Chumpa expulsa y pagarles un mísero tributo a los gegs, quienes consideran a los welfos (como llaman ellos a los elfos) dioses.
Sobre el Reino Medio está el Firmamento, el cual les separa del Reino Superior, la morada de los misteriarcas. El Reino Superior es considerado el paraíso por los habitantes de los reinos inferiores y aún nadie se ha atrevido a penetrar en él. Más allá del Reino Superior se encuentran Los Señores de la Noche, quienes cada cierto tiempo ocultan la luz de Solaris para dar paso a la noche.
En el Reino Medio de Ariano, un asesino a sueldo llamado Hugh La Mano es salvado de una muerte segura para que asesine a un niño llamado Bane, el hijo no hijo del Rey Stephen y la Reina Ana. Acompañados por un torpe chambelán llamado Alfred (que no es quien parece), el asesino a sueldo y el niño surcarán los cielos del Reino Medio en Ala de dragón, la nave élfica de Hugh La Mano. Más tarde se descubrirá que Bane es hijo de un poderoso misteriarca llamado Sinistrad, un hechicero de la Séptima Casa que habita en el Reino Superior, más allá del Firmamento, con los demás misteriarcas.
Mientras tanto, en el Reino Inferior un revolucionario geg, presidente de la Unión de Adoradores para el Progreso y la Prosperidad, llamado Limbeck Aprietatuercas es condenado a bajar los Peldaños del Terrel Fen, es decir, a muerte, por intentar desentrañar los misterios de la Tumpa-Chumpa y afirmar que los welfos no son dioses. El Terrel Fen es una serie de islas que están en continuo descenso hacia el Torbellino y se sitúan justo debajo de Drevlin, el continente flotante de los gegs. En las islas se topará con un malherido Haplo que ha ido ha parar allí tras una fatal travesía por la Puerta de la Muerte, después de que su nave se hiciese pedazos contra la coralita. Limbeck le considerará un dios que no lo es y regresará con él a Drevlin para demostrar que no es un dios y que han sido engañados.
Todo esto no parece tener relación alguna si no añadimos que La Mano, Bane y Alfred van también a parar a Drevlin y son considerados dioses por los enemigos de Limbeck. Así, cada uno con sus dioses, intentarán imponer su postura. Los dioses que no lo son se aliarán entre ellos y, tras embarcarse con Limbeck en una nave de elfos desertores, ascenderán al Reino Superior para librar la batalla final contra Sinistrad.
Hugh La Mano es uno de los personajes que más me ha llamado la atención. Asesino a sueldo, mata por dinero sin que hacerlo produzca en él ni el más mínimo arrepentimiento ni cargo de conciencia. Criado por los monjes kir, una secta que adora las virtudes de la muerte, todos los sentimientos parecen no afectarle. Impertérrito y sin escrúpulos, cuando le contratan para matar un niño ni siquiera siente piedad por él: ése es su trabajo, si ha matado a muchos hombres, ¿por qué no a un niño? Cumplirá con su trabajo y se marchará cuanto antes con el dinero, desentendiéndose por completo del asunto. Ese pensamiento suyo cambiará mucho a lo largo de la novela, llegando a salvarle la vida al joven príncipe en varias ocasiones.
Hay veces que los propósitos de Haplo resultan un poco desconcertantes: no sé sabe con certeza si está en el bando del bien o en el del mal, o en uno neutro. Él procura intervenir indirectamente para que Ariano se sumerja en el caos mientras lucha al lado de La Mano.
Podría decirse que el chambelán pasa toda la novela en el suelo, siempre tropezando y cayendo por culpa de obstáculos invisibles y desmayándose a la primera de cambio. Ala de dragón tiene también un toque de humor lacónico que, aunque no llega a provocar la carcajada, hace que el lector no pueda reprimir una sonrisa.
Lo más fascinante es la perfecta cohesión que existe entre los dos autores a la hora de escribir; aunque, según la propia Margaret Weis, entre los dos trabajan en la trama del libro y ella lo escribe. Juntos han trabajado en numerosas sagas, a parte de las que conforman el mundo de la Dragonlance, entre las que cabe destacar La espada de Joram (formada por los títulos: La forja, La profecía y El triunfo) y La rosa del profeta (que consta de los títulos: La voluntada del dios errante, El paladín de la noche y El profeta Akhran).
Después de la lectura de Ala de dragón, he de decir que la saga promete ser muy emocionante y, sobre todo, cargada de magia y fantasía. Veremos a ver que nos trae el próximo volumen, La estrella de los elfos, en el que Haplo viajará al Reino del Fuego de Pryan.
Blanca Martínez
|