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El nombre del mundo es bosque
El nombre del mundo
es bosque

Ursula K. Le Guin
Título original: The Word for World is Forest
Trad. Matilde Horne
Minotauro, 2002

El nombre del mundo es bosque siempre se ha quedado a la sombra de otras novelas mayores de Ursula K. Le Guin. El ciclo de Terramar, La mano izquierda de la oscuridad o Los desposeídos acaparan todo el protagonismo. El problema de escribir libros de tanta calidad como los anteriores es que otras obras, bastante buenas, no adquieren toda la consideración que deberían alcanzar. El nombre del mundo... es una novela muy notable, con todo lo que es puramente Le Guin, aunque de menor valía que esas otras narraciones. Pero sigue resultando un libro muy interesante.

La novela aborda la constante leguiniana de la intromisión de una civilización expansionista en otra autóctona y del choque y el conflicto que se sigue. Las diferencias, en esta ocasión, se acentúan por el carácter opuesto de los personajes. Así, nos encontramos con los habitantes de Athshe, unos pequeños, verdes y peludos humanoides de comportamiento sosegado y contemplativo, que conviven en armonía total con la naturaleza. Su filosofía de vida, que tiene mucho del orientalismo que tanto le gusta a la escritora, está completamente determinada por los abundantes bosques que pueblan su mundo. Pero esos mismos bosques también serán muy importantes para un destacamento de terranos que acudirán al planeta para convertirlo en una colonia maderera. Los terranos explotan a los nativos y comienzan a arrasar la vegetación para conseguir campos de cultivo, con sl subsiguiente enfado de los nativos.

La narración nos lleva inmediatamente al momento de la revuelta. Esta precipitación, que tiene como ventaja un rápido acomodo a la acción, repercute negativamente en la presentación algo esquemática de la sociedad. Hay algunos aspectos muy sugestivos (como la idea del sueño como un imprescindible momento visionario) que son explorados más adelante, pero da la sensación que podrían haber dado más de sí. No en vano, la novela cuenta con 160 páginas en esta reedición de bolsillo con nuevo diseño de cubierta.

La historia está contada mediante el multiperspectivismo, lo que aporta riqueza al problema. De este modo, nos acercamos a distintos personajes muy dibujados que, aunque en sí no sean muy contrapuestos, sí nos proporcionan un amplio espectro de comportamientos y matices.

Como hará más adelante en su magistral Los desposeídos, el texto está salpicado de pequeños detalles de gran simbolismo, que nos dan una idea del carácter de la civilización o se encargan de crear una especie de fatum, de destino trágico. Esta última idea entronca con el análisis, ya presente aquí, del poder y de los procesos revolucionarios. La rebelión nativa pondrá de manifiesto algunos hechos que podrían interpretarse con valor universal y que acercarían a la narradora al marxismo más que al anarquismo expuesto en otras novelas.

Como telón de fondo, igual que en toda la producción de Le Guin, está el humanismo y el alegato contra la opresión y por la convivencia. En su crítica, hace gala de distintos recursos como la conexión emocional con los débiles o la ironía para desenmascarar la hipocresía. El hecho de que los usos y costumbres de los colonos terranos sean muy similares a nuestros antiecológicos hábitos actuales tampoco puede pasar desapercibido. Y es que El nombre del mundo es bosque es una llamada de atención sobre los devastadores efectos que estamos teniendo sobre nuestro entorno.

El tema del feminismo también le ha interesado mucho. En esta ocasión, el asunto adquiere un prisma diferente al contraponer la machista mentalidad terrana con la sociedad matriarcal nativa. Sin embargo, en esa cultura, los hombres son la élite intelectual y las mujeres conservan sus funciones afectivas en la familia.

A modo de síntesis, podríamos decir que El nombre del mundo es bosque encierra como motor el choque de civilizaciones, algo que ha marcado las novelas de Le Guin desde el principio, pero incidiendo en el componente ecológico y buscando una mayor concisión. Un buen libro, en definitiva, para leer tras sus imprescindibles.

Alberto García-Teresa

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