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Tránsito
Tránsito
Connie Willis
Título original: Passage
Trad. Rafael Marín
Col. Nova nº 156
Ediciones B, 2003

Que la de Connie Willis es una de las trayectorias a seguir en la ciencia-ficción actual es algo que ya no se le escapa a casi nadie. Yo diría incluso que ella solita ha escrito dos o tres de las mejores novelas del género en los últimos diez (u once) años como son El libro del día del juicio final, Oveja mansa y Por no mencionar al perro aunque, ya se sabe, para gustos...

Cualquiera que haya leído las tres novelas anteriores disfrutará sin duda de Tránsito, la novela con la que la Willis ha sido finalista de los premios Hugo 2002, Nebula 2001 y John W. Campbell Memorial 2002 y ha conseguido el Locus 2002. Disfrutará, digo, porque la novela esta repleta de los elementos que han hecho famosa a su autora, a saber: un muy peculiar sentido del humor basado la mayoría de las veces en personajes secundarios terriblemente pesados a quienes los protagonistas se pasan todo el tiempo tratando de evitar, como sucedía en Oveja mansa; un gusto por los detalles que llega a lo obsesivo, pero que logra crear unos ambientes tremendamente realistas y unos personajes con los que nos vamos identificando poco a poco para darnos cuenta de ello cuando nos enfrentamos con el terrible desenlace como en El libro del día del juicio final y, por último, algo muy importante para el argumento : una gran plausibilidad científica fruto de una buena documentación.

Tránsito narra, también a semejanza de lo que ocurre en Oveja mansa, las andanzas de una pareja de científicos, Joanna Lander y Richard Wrigth, que tratan de desentrañar el misterio que se oculta tras las ECM, esto es, las experiencias cercanas a la muerte, mediante una simulación de éstas producida por una droga. En el camino, se tendrán que enfrentar al funesto doctor Mandrake, pseudocientífico empeñado en demostrar que las ECM son mensajes del “Otro Lado”, pero también a los resultados de su propia investigación, que les llevarán muchas veces por caminos muy parecidos a los de Mandrake. También como en Oveja mansa los protagonistas tienen todo el tiempo la solución al misterio en la punta de la lengua, lo que hace que el lector deba de estar muy atento a la multitud de detalles con los que nos bombardea la autora.

Se trata, en definitiva, de una novela que consigue explicar muy bien el proceso científico, y los obstáculos a los que se enfrentan cotidianamente los investigadores que se enfrentan desde un punto de vista serio a problemas fronterizos con lo sobrenatural.

Con todos estos elementos, la novela es sin duda una de las más interesantes de los últimos tiempos, sobre todo para aquellos versados en las llamadas ciencias de la salud (más aun si eres uno de esos pobres seres humanos que ven transcurrir sus vidas en un hospital laberíntico como el de esta historia), pero también es algo más. Podríamos decir que nos encontramos ante la primera novela de Connie Wilis que se sale parcialmente de la ciencia ficción para incorporar multitud de elementos de eso que ahora llaman technothriller, es decir, del primer intento de la autora de escribir un best seller al uso. Aparte del número de páginas, algo que ya era corriente en Connie Willis, nos encontramos con el uso de varios recursos muy frecuentes en los best sellers, como puede ser el personaje de la niña repelente que tanto juego daba en Parque Jurásico o la continua referencia a desastres como los del Titanic o el Hindemburg que llenan las páginas del libro. Eso sí, no hay tantos muertos ni explosiones como en un best seller de Crichton, la trama es mucho más entretenida y absorbente, y los resultados son, a mi juicio, mucho más satisfactorios en este caso gracias a la dosificación de elementos propios de otras novelas de la autora junto a los meramente espectaculares.

Con todo, parece que novelas como ésta son lo que nos depara la gran mayoría de la ciencia-ficción del futuro inmediato, a juzgar por las ventas de otras en la misma línea, como puedan ser La radio de Darwin de Bear o cualquiera de los libros de Robert J. Sawyer, que tratan de unir elementos que aseguran las ventas a una buena trama científica. Ello, en sí mismo, no tiene por qué ser malo, pese a lo que puedan opinar los muy puristas, sobre todo si el resultado final es tan bueno como el de la novela de Connie Willis.

José Antonio del Valle

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