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Memoranda
Memoranda
Jeffrey Ford
Título original: Memoranda
Trad. Estela Gutiérrez Torres
Minotauro, 2002

Memoranda es una ciudad construida en la memoria. Su objetivo: servir como almacén y laboratorio de ideas para Below, tecnomago de la peor especie, megalómano loco y siniestro. El ex fisiognomista -y ex esbirrio de Below- Cley tiene que introducirse en su interior, ayudado por un demonio humanizado, para localizar la fórmula de un antídoto para la enfermedad del sueño, provocada malignamente por Below para vengarse de los antiguos súbditos huidos al campo desde la Ciudad Bien Construida, fortaleza opresiva del poder del amo que quedó destruida en la primera parte, La fisiognomía.

Como ven, el inicio de esta reseña es denso; también lo es la novela, corta y densa en ideas empleadas para llenar la necesidad de continuidad de los lectores de la anterior obra de Ford.

El contenido es una fantasía oscura -a la que casi podríamos dar ya la categoría de subgénero (junto a las fantasías de Gaiman y Powers)- donde se mezclan un aire victoriano y maquinista con elementos de la tradición mágica más hermética. Y es eso lo sorprendente en un autor americano, que la obra es más solidaria con una tradición fantástica más europea, concretamente inglesa, de lo que podríamos esperar de un autor del nuevo continente. Memoranda recuerda, muy a menudo, a esas narraciones inglesas de hombres enfrentados a una fantasía opresiva y precisa: Lilith de G. McDonald, El buen vino del señor Wheston de T.F. Powys, y la sin par Gormenghast de Mervyn Peake, obras escasas de luz y plenas de significados metafísicos.

Ford ha cosechado en su corta carrera grandes éxitos: La fisiognomía recibió el Premio Mundial de Fantasía en 1999, y Memoranda ha sido destacado como “notable book” por el New York Times. Notable es, desde luego. Un libro de lectura agradable, lleno de magníficos escenarios e ideas cautivadoras, pero, también, de ritmo roto y desigual, escaso de desarrollo en algunas partes y pesado en otras. Sorprende la rapidez con que Ford describe escenarios y personajes en la primera parte de la historia, con prisa por llegar a la ciudad de la memoria. El libro avanza y se detiene con los ritmos propios quizá de los personajes -se trata de un relato en tercera persona y en pasado- pero en absoluto del lector, al que se desconcierta e impide una mayor fusión de lo narrado en una estructura sólida sobre la que se apoye la imaginación. Eso se traduce en que la identificación con el protagonista y la asimilación del escenario narrativo no se produzca con plenitud. Memoranda parece a ratos una novela meritoria y a ratos una continuación hecha de sobras forzadas a la vida y reconstruidas a lo Frankestein.

Todo ello redunda en una novela parecida a un hermoso rostro de mujer tocado por una poblada barba: la belleza está ahí, pero no se aprecia bien. Y aun así, ¿quién no jugaría a desvelar la belleza armado sólo de la imaginación?

Eduardo Vaquerizo

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