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El cálculo de Dios
El cálculo de Dios
Robert J. Sawyer
Título original: Calculating God
Trad. Pedro Jorge Romero
Col. Nova, nº 153
Ediciones B, 2002

A primera vista, parece derivarse un cierto engaño de la aparente propuesta que hace este libro de título anfibológico. Tanto la manera de venderlo como el tratamiento que Robert J. Sawyer da a la historia tiñen el producto de cierto sensacionalismo. La “sixtina” ilustración de portada y el texto de apoyo que la acompaña apuntan directamente hacia el canónico Dios-religión, y sin embargo, toda la disquisición gira en torno a la posible existencia de un Dios-ciencia, un diseñador universal que se sirvió de medios científicos para configurar esta realidad.

El tema no es nuevo: la ciencia-ficción ya lo ha tratado otras veces. El autor canadiense reconoce, incluso, la deuda contraída con el difunto Carl Sagan, quien en la maravillosa conclusión de su novela Contact (castrada en el filme homónimo en servicio de una mayor accesibilidad) resumió prodigiosamente la idea que da vida a las páginas de El cálculo de Dios. Donde Sagan se bastó del número pi para presuponer la manufactura del universo, Sawyer inventa una historia completa en la que, como es habitual en este autor, las implicaciones morales de ese hecho cobran mayor importancia que el hecho en sí.

Con la facilidad habitual en él, Sawyer narra, con amenidad y didactismo, la relación entre un extraterrestre que busca información y un paleontólogo del museo de Ontario. Las grandes extinciones sucedidas en nuestro planeta, coincidentes en el tiempo con las ocurridas en su mundo de origen, traen a Hollus, un alienígena de aspecto arácnido, hasta la Tierra. El primer contacto, de comicidad resultona, redunda en la parafernalia sawyeriana: libros del género, cine fantástico, televisión de moda y el fenómeno trekkie. El resto de la historia alterna ilustrativas discusiones sobre geología, biología, astronomía y demás ramas científicas con los conflictos morales que le suponen al vulnerable protagonista -científico ateo, pero enfermo de cáncer- las pruebas de la existencia de un Creador. En medio, una idea realmente interesante (aunque adelantada en cine hace bien poco) sobre el final lógico de toda civilización tecnológica. La conclusión resulta feble para las expectativas creadas, pero con la suficiente consistencia para cerrar con dignidad la novela.

El mayor valor del libro reside, curiosamente, en el asunto con el que comenzaba esta crítica. Para todo aquel que viva su ateismo como antítesis de la religión, El cálculo de Dios representa una ocasión ejemplar para reconsiderar si ciertas ideas provocan rechazo tan sólo por el ropaje que las cubre, y si lo que se esconde dentro de ambos disfraces es la misma cosa u otras muy distintas.

Sawyer sigue sin encontrar su obra magna, pero en su descargo se puede decir que es un escritor imaginativo, de propuestas inteligentes, cuya creación literaria nunca cae en el aburrimiento al que otros autores actuales de renombre someten a sus lectores. La pesadez de El cálculo de Dios, al menos, sólo está en las gargantuescas dimensiones con las que la colección Nova intenta maquillar, desde hace unos números, los precios que cobra al consumidor.

Santiago L. Moreno

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