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El cortafuegos
El cortafuegos
Luis Ángel Cofiño
Col. Espiral Ciencia Ficción nº 26
Juan José Aroz Editor, 2002

Luis Ángel Cofiño se presenta al público (tras un relato incluido en la anterior antología de Aroz, Premio Espiral 2001) con esta notable novela de ciencia-ficción política.

El libro se desarrolla en el siglo XXII, en un mundo hipercontaminado dirigido por la ONU, un "gobierno represivo y ecologista radical" según el propio texto, que trata de devolver la vida a un planeta moribundo. Frente a ella, surge un oposición nacionalista tradicional que trata de "liberarse de su tiranía". Este enfrentamiento, el motor de la novela, va a ser un conflicto complejo e intrincado, lleno de espionaje y contraespionaje, estrategia, guerra de información...

La obra se concibe como un libro de historia para un "teórico lector del siglo XXV". Por ello, Cofiño ha trabajado mucho el trasfondo político y lo ha plasmado cuidadosamente. Es un marco que no es muy original porque, precisamente, es un camino muy probable y que todos tenemos en mente. Sin embargo, esa abundancia de detalles, esa credibilidad a base de acumulación, es uno de los grandes logros de la novela.

La narración de hechos y la exposición histórica están bien equilibradas. Al principio, existe un predominio de la segunda para una necesaria contextualización y, más adelante, un mayor peso de la acción para hacer avanzar el libro. En ese sentido, son muy destacables las escenas bélicas que dinamizan el texto.

El narrador, tal y como hacían los narradores medievales, adelanta pequeños acontecimientos o desvela algunas pistas de lo que sucederá. Es un magnífico método para aumentar la intriga y la atención del lector, para crear más expectación, que da muy buenos resultados. Es una herramienta muy útil para Cofiño puesto que pretende recrear hechos épicos, sucesos grandilocuentes que han marcado el curso del planeta.

Por otro lado, es muy curiosa la presencia de notas aclaratorias que explican al lector ideas, hechos o artefactos que existían en esos momentos pero que, para ese hipotético lector del siglo XXV, resultan extraños. Un detalle muy significativo para apoyar la concepción histórica del texto.

Otro de los principales aciertos de El cortafuegos es el multiperspectivismo. La novela se divide en cuatro partes (abrazadas por un prólogo y un epílogo) protagonizadas por cuatro personajes distintos que viven los hechos desde posiciones diferentes. Se alterna el relato de un personaje militar y de otro político, de uno y de otro bando, dándonos una visión de conjunto muy completa. De este modo, observamos la realidad desde el plano ideológico, desde el familiar, el militar y el político.

Cada una de las cuatro historias recorre el tiempo en que se desarrolla la anterior narración pero avanza en los hechos. Entre ellas, por su lado, se relacionan y comparan los sucesos para situar mejor al lector. Así, al mismo tiempo que se enriquece nuestra visión por los distintos puntos de vista, la novela avanza y no se estanca.

Pero, en esta obra, este multiperspectivismo posee, además, una función ideológica esencial y fundamental puesto que el autor busca desmontar los maniqueísmos. Aquí, ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos. Ni siquiera son aplicables esas consideraciones. La situación política está tan llena de matices que no podemos determinar con seguridad si este libro es una utopía o una distopía.

Por otra parte, en la novela podemos encontrar diversos temas que están puestos en conflicto, sobre los que se reflexiona implícitamente: la idea de nación, la lealtad, el totalitarismo y el bien común, la imposición social... Tiene bastante importancia la inhumanidad de los altos cargos y de las cúpulas políticas, que pierden, en su lucha por un alto ideal y una estrategia a gran escala, la perspectiva humana e individual: olvidan quién está combatiendo y no dudan en sacrificar vidas sin mostrar, ni siquiera, una ligera preocupación. Para finalizar, también podríamos decir que, en El cortafuegos, subyace una apuesta por la interculturalidad y el mestizaje (en ese sentido, es muy llamativa la reivindicación del esperanto como lengua universal).

En definitiva, Luis Ángel Cofiño ha escrito un libro muy bien hecho, con unas ideas claras que llegan al lector gracias a su estudiada estructura. Una novela arriesgada que nos presenta a un escritor muy interesante al que hay que seguir la pista.

Alberto García-Teresa

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