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Mecanoscrito del segundo origen
Mecanoscrito del segundo origen
Manuel de Pedrolo
Título original: Mecanoscrit del segon origen
Trad. Domingo Santos
Editorial Diagonal / Grup 62, 2002

Aparece reeditada en una cuidada edición este superventas catalán que se encuadra dentro de la tradición de la "ciencia-ficción catastrofista". Porque, efectivamente, lo que nos relata Mecanoscrito del segundo origen es la experiencia de unos supervivientes tras una fatal visita extraterrestre.

En ese sentido, el texto, básicamente descriptivo, no presenta gran originalidad, puesto que sigue todos los estereotipos de seres extraterrestres y de platillos volantes a pesar de estar escrito en los años 70.

Además, como novela de supervivencia, hay que decir que se pueden encontrar bastantes situaciones que, a nivel humano, no resultan creíbles. La más importante de ellas es, sin duda, la escasa emoción que los personajes son capaces de transmitir ante tan inmenso desastre: la aniquilación de toda la especie humana (revelada en las primeras páginas de la obra) merece mayor tratamiento dramático por parte del autor. A base de acumulación, la devastación acongoja al lector, pero parece que no a los protagonistas, quienes apenas sienten una leve tristeza, en ningún momento desgarradora tal y como cabría esperar.

También se le puede achacar algunos despistes y omisiones que en una novela de estas características son fundamentales (como es todo lo concerniente a los preparativos y la planificación de la nueva vida). Algunos aspectos, como la supuesta inocencia con la que arrancan los protagonistas -un niño y una adolescente- y su inmediata actuación (que no voy a descubrir), llegan a rozar lo inverosímil, y en eso la obra se resiente.

Por otro lado, las descripciones que nos reflejan la catástrofe nos la presentan al más puro estilo pompeyano. La muerte les ha llegado a los humanos en distintos momentos de la vida cotidiana. Lejos de ser un recurso meramente ornamental, esto le sirve a Pedrolo para acrecentar la melancolía de los personajes, aunque no llega a sacarle mucho partido y no profundiza en ella.

Uno de los aspectos más importantes de la novela, y el que mejor está plasmado y desarrollado, es la oposición destrucción-vida. En un primer momento, se focaliza en la supervivencia, pero, más adelante, lo hace en la resurrección de la existencia (y de la esperanza). También podemos observarlo en la evolución de los jóvenes protagonistas, que van despertando a la vida en todos los niveles.

Otro de los apuntes destacables de Mecanoscrito es su decidida defensa de los libros como principal y fundamental fuente de transmisión del saber. Alba, la adolescente, educada en unos valores progresistas no autoritarios, tiene muy claro cuál es el papel que ellos tienen, y no duda en dedicar esfuerzo y tiempo a garantizar su conservación.

Por otro lado, no podemos dejar de hablar de uno de los pilares capitales en donde se sostiene la novela, que es su apéndice. Es esta nota filológica la que otorga a la novela su verdadera dimensión y relevancia. Aunando el recurso del manuscrito encontrado con apuntes filológicos de ficción y ciertas dosis de perspectiva mítica, el apéndice, con el dramatismo que desprende de su rigurosa descripción histórica de los hechos, nos hace olvidarnos de las lagunas que posee la obra.

El agujero más importante, en ese sentido, se centra en el estilo y la forma de la narración. El texto está dispuesto en una serie de párrafos-apóstrofes, introducidos todos ellos por la conjunción "y". Esta anáfora entorpece la lectura y no llega a cumplir su objetivo, tanto si es acelerar la narración (algo imposible dado el tono descriptivo) como si es "infantilizar" la escritura para simular que el Mecanoscrito está escrito por un niño. Esto último se apoya, además, en un estilo decididamente simplón. Sin embargo, estos recusos chocan frontalmente con el léxico utilizado y con algunas técnicas narrativas que nos confunden y descolocan.

Paradójicamente, estas contradicciones son aprovechables por el lector para hacerse dudar a sí mismo sobre quién es el auténtico narrador y quiénes los verdaderos destinatarios. Es muy significativo que este despiste sirva a la obra para crear en la novela un nuevo juego narrativo.

Por todo esto podemos decir que Mecanoscrito de segundo origen es una obra irregular con abundantes incoherencias, aunque encierra unas cuantas sorpresas interesantes. Es una lástima que, de ellas, la mayoría estén descubiertas en el texto de la contracubierta y de las solapas... Chapeau, de nuevo, para los editores.

Alberto García-Teresa

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