La cotidianidad de lo fantástico
Diabulus in musica es el título escogido por la bilbaína Espido Freire para su última novela. Una novela donde posiblemente resalta, más que la propia historia, el hecho de la incorporación de elementos fantásticos dentro de un marco cotidiano. Destaca, por tanto, más por sus implicaciones que por su contenido.
Se trata, a priori, de una historia de amor entre una joven y un maduro actor divorciado donde el pasado juega un papel fundamental. La protagonista es el personaje central y absoluto del relato. Narrado de forma retrospectiva autobiográfica, ella es una figura muy trabajada, con una gran complejidad y profundización psicológicas. Aunque capaz de tomar decisiones contundentes (como emigrar a Inglaterra para vivir allí), es una mujer que necesita una protección total y demostraciones continuas de afecto; una mujer que en muchos momentos se ve desbordada y absorbida por los pocos personajes que la rodean. Esta debilidad se manifiesta en su mundo cerrado y hermético (muy bien plasmado por Freire mediante el tratamiento subjetivo de la realidad, sumamente interesante) y en sus obsesiones y miedos, que la acercan más a una adolescente que a una mujer adulta (aunque se mueva en esos círculos).
Las conexiones entre esta chica y la propia autora son muchas, hecho relevante desde el punto de vista de la construcción del personaje, que sin duda habrá sido más fácil así. Además, la visión femenina (un personaje femenino dibujado por otra mujer) aporta mayor verosimilitud y capacidad de introspección. Además, la novela cuenta con todos los rasgos que le son ya propios a Espido Freire. Es un libro que se nota que es suyo.
El estilo es estilo ágil y ligero pero pulido, no exento de elementos retóricos, más cercano a Melocotones helados que a La última batalla de Vincavec el Bandido. La estructura circular está muy trabajada: repeticiones presentes del pasado, paralelismos, acontecimientos circulares, personajes reflejo de otros personajes... El desorden temporal de la narración (que es, repito, retrospectiva pero sin seguir ninguna línea temporal) nos da una imagen más fiel de la interiorización de la protagonista (pues todos recordamos caóticamente).
La atmósfera onírica tan característica de la bilbaína también está presente aquí, desde el arranque (espléndido, por otra parte) hasta el final (que es el mismo punto), recorriendo toda la novela con momentos de mayor y menor lirismo. Pero, en definitiva, siempre palpable.
Y ahí reside uno de los mayores aciertos de la obra; en la introducción de elementos fantásticos con absoluta naturalidad. Dije más arriba que se trataba, a priori, de una historia de amor entre una joven y un actor. Bien, pues si indagamos un poco más en el libro nos damos cuenta de que estamos en realidad ante un relato de terror de fantasmas y posesiones. Lo que ocurre es que Freire ha presentado estos rasgos con plena aceptación, dejando de ser así su función la de asustar y/o sorprender para pasar a configurarse como un instrumento más a cargo de una historia que se superpone sobre ellos. No los cubre, pues son fundamentales, pero tampoco aparecen como lo principal, aunque en realidad sean el móvil de todo.
Si seguimos el criterio de Todorov, esto sería una marca definitiva de narración puramente fantástica: lo fantástico no es explicado ni está encuadrado en una ambientación donde es algo usual. No. La novela está situada a finales del siglo pasado. Los fantasmas no son algo aceptado. Pero ella los muestra con total normalidad (que nadie se crea que le estoy chafando el libro, la gracia reside en que esto se dice abiertamente desde la primera página), como si no hubiera nada especial en ellos. Por tanto, la "vacilación" fantástica está muy disimulada. No dudamos de la existencia real de esos fantasmas porque en ningún momento se nos plantea esa posibilidad, pero nos choca que estén ahí.
Esta táctica tan bien maquinada responde, a mi modo de ver, a una manera de tratar de fusionar realidad, ficción y fantasía para crear un universo nuevo donde los tres conviven al mismo nivel. Supone, por tanto, una forma de enfocar la ficción en general desde una perspectiva más rica y abierta, puesto que la imaginación del autor, y no sólo el mundo empírico, constituye el campo de referencias en el que se basa. Evidentemente, esto no es novedoso (desde el realismo mágico es una tendencia habitual en la literatura hispanoamericana), pero sí es muy destacable pues supone seguir abriendo huecos para que la literatura fantástica deje de verse como un subgénero deleznable y poco literario por una gran parte de la crítica académica. Pero en absoluto afirmo que sea el único método; es más, el aumento de la calidad de las producciones fantásticas sería el camino ideal.
Antes de terminar, un último apunte. Una importante cadena comercial ha distribuido el libro junto a una edición no venal exclusiva: Cuentos malvados, una serie de cuentos ultracortos en una línea muy similar (quizá demasiado), en cuanto a lirismo, intención y formas, a los poemas en prosa del gran Rafael Pérez Estrada, donde resalta cierto toque perverso y malvado sobre un atmósfera muy poética en numerosas ocasiones. Resulta bastante interesante y sería una lástima que no se reeditase algún día en una versión más accesible.
En definitiva, Diabulus in musica es una buena obra, muy trabajada y estudiada, con personajes de una gran profundidad psicológica y con el aliciente especial de esa presentación cotidiana de lo sobrenatural, aunque la historia en sí no sea ni muy llamativa ni particularmente absorbente.
Alberto García-Teresa
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