Que el mundo de la historieta está muerto en España y en los USA es bien notorio; por más que queramos negarlo sentimentalmente, las cuentas cantan: un país de trescientos millones de habitantes como es el Gran Hermano apenas tiene por media treinta mil ejemplares de tirada de sus títulos supervivientes. Cierto que hay bastantes títulos, pero la diversidad temática es prácticamente nula, ahogado el mercado por el todopoderoso superhéroe, y es extrapolable que el público lector sea siempre el mismo, y a la baja.

Nos vamos a Europa. Sólo en Italia y Francia el tebeo sobrevive, porque todavía ha sido capaz de contentar a público recién llegado con el público adulto de poder adquisitivo. En Italia se publica un tebeo popular intachable. En Francia los álbumes han llegado a un extremo de exquisitez en la edición simplemente increíble.

Del álbum de 48 páginas en cartoné hemos pasado, después de muchos años de edición, a una nueva moda: los integrales. Es decir, comprendiendo quizá que unos títulos se han vendido ya lo suficiente después de décadas en el mercado, se aúnan los álbumes de tres en tres, sustituyendo las tres portadas de cartoné por una sola, con el consiguiente ahorro de costes, y se redondea la edición con artículos, ilustraciones inéditas, portadas, fotos, e incluso publicando ahora la versión original censurada o remontada para la publicación de esas mismas historias en formato revista o formato libro.

Más que integrales, son indispensables. Un precio que apenas rebasa las dos mil pesetas por tres álbumes y el lector puede acceder a títulos que jamás de los jamases se verán publicados ya aquí: Michel Tanguy, Barbe Rouge, Les Castors, Buck Danny... o toda la obra de un gran maestro de maestros como fue Joseph Gillian, alias Jijé.

Recopilada en álbumes (de fea portada, eso sí) ahora podemos acceder a la obra completa de este grande entre los grandes, creador de personajes como Jerry Spring o Jean Valhardi, continuador de Michel Tanguy y Barbe Rouge, sustituto casi imperceptible del primerizo Gir en dos álbumes de Blueberry (Tormenta en el oeste y El jinete perdido, miren a ver si son capaces de distinguir qué hace el maestro y qué el alumno), encargado de algunas de las historietas del popular Spirou o hagiógrafo de Baden-Powell o Don Bosco, el dominio de Jijé de los paisajes, los caballos, los coches, la pasmosa habilidad para cambiar de registro al dibujar un western o una historieta de humor, una caricatura o la adaptación de una película de vaqueros lo sitúan como uno de los más grandes autores de historieta de todos los tiempos. Esta recopilación cronológica de su obra (a falta de los álbumes de Tanguy y Barbarroja, recopilados en los integrales respectivos de esos personajes y para la competencia, Dargaud) suponen casi una obligación ineludible para comprender la evolución de la bedé en Francia y Bélgica, porque en la evolución del gran maestro está la clave para entender por qué el estado de salud de la historieta más allá de nuestras fronteras, a salvo del dominio yanqui, es óptimo y envidiable.

Rafael Marín