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Worms of the Earth
Worms of the Earth
Roy Thomas, Barry Smith & Tim Conrad
Wandering Star, 2000

Vuelve el bárbaro ideológico

No sé si sería demasiado aventurado certificar que la pérdida de interés de la serie Conan the Barbarian se produce cuando eclosionan las aventuras en blanco y negro del personaje en el magazine Savage Sword of Conan. Dejando atrás la narrativa constreñida y a menudo confusa de los comic-books, al multiplicar el número de páginas en la revista, un autor como John Buscema (y el tropel de entintadores de lujo que le acompañan) logra adaptar a su gusto las mejores novelas y relatos de Robert E. Howard, dando rienda suelta a su clasicismo narrativo y remitiéndose mejor a las fuentes originales literarias. Para no quedarse atrás, y teniendo así que sacrificar la continuidad del personaje en la serie en color, Roy Thomas se dedicó a saquear y adaptar todo relato de Howard (y de quien fuese) que se le pusiera a tiro, canibalizando caballeros por bárbaros, aventureros por cimerios, espadachines por piratas. Daba lo mismo con tal de engordar el pedigree de Conan y rellenar el más mínimo hueco de sus andanzas desde Cimeria a Aquilonia.

Bran Mak Morn era uno de esos personajes de Howard, demasiado redondo para convertir sus hazañas en apócrifos devaneos de su hermano hyboreo, y quizá si el mercado hubiera sido otro (es decir, si no hubiera existido el Comics Code y se hubiera sabido hacer, que esa es otra), habría podido presentarse al picto como el bárbaro más bárbaro de todos: enclavado en un momento histórico determinado, pero sin hacer ascos a la ambientación fantástica, Roy Thomas iniciaría la adaptación de Gusanos de la tierra en 1976 para su revista en blanco y negro. Los dibujos de las primeras páginas corrieron a cargo de Barry Smith, pero la historia fue entintada y luego terminada (y de manera sobresaliente) por Tim Conrad, un alumno aventajado del artista inglés que, además, supo dotar a esta aventura de un tenebrismo y un sentido de la dureza de la que, quizás, Smith adolecía aún.

Veinticinco años han pasado y ahora se reedita en color (para los que vimos por primera vez esta historia en Relatos Salvajes de Vértice es como si no la hubiéramos visto nunca, dado el desaguisado cometido con la edición, toda llena de tintas corridas). Se nota que ha pasado el tiempo, se nota que hay demasiada profusión de prosa pseudopoética, se nota que el escaneado de las páginas y el color (bastante aceptable) provoca que algunas veces veamos los textos algo borrosos. No importa: el personaje sigue teniendo la fuerza de entonces, y es una lástima que no se produjeran más adaptaciones, o incluso aventuras inventadas, de semejante fuerza de la naturaleza.

Quizá es que Bran Mak Morn era demasiado europeo, con una carga ideológica que no se encontraba en otros bárbaros al uso, o que habría hecho falta un conocimiento de la historia de la antiguedad de la que Roy Thomas (y el propio Howard quizás, tan dado al batiburrillo o el pastiche) carecían. No es de extrañar que el referente más inmediato del personaje sea Jugurtha (también enfrentado al imperio romano, pero desde el sur), dibujado por un primerizo Hermann que incluso se da cierto parecido al trabajo de Conrad.

No se pudo o no se quiso hacer. Tendría que llegar Mel Gibson con su Braveheart para remitir con su William Wallace a este guerrero picto, a esas manchas de sangre tan características de Barry Smith, a esos brazos tatuados y ese espíritu indómito contra el imperialismo que es el guerrero protoescocés.

Los americanos, claro, romanos de hoy, no pudieron hacerlo. Quizás es que en el fondo se identificaban con Titus Sulla y no con Bran Mak Morn.

Rafael Marín

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