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León Bocanegra
León Bocanegra
Alberto Vázquez-Figueroa
Plaza & Janés, 1998

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Con los libros de aventuras el lector puede tener una gran variedad de encuentros: visitar lugares de difícil acceso, reconstruir épocas pasadas en su presunta realidad, conocer gentes y costumbres fuera de lo cotidiano, y hasta sentir emociones que la vida cotidiana no suele proponer. Todo esto nos lo podemos encontrar en las páginas de León Bocanegra, novela de Alberto Vázquez-Figueroa, autor popular donde los haya en nuestro país, aunque no mediático, lo cual rompe bastante la idea general de lo que se suele entender por la relación entre el éxito y la fama.

Vázquez-Figueroa nos lleva en esta novela al siglo XVII, y a partir de un naufragio en las costas atlánticas del Sahara, nos embarca en un periplo apasionante y apasionado, en el que el viaje geográfico y étnico se mezcla con un terrible viaje personal que lleva al protagonista a los límites de la razón y la muerte. Vázquez-Figueroa no es un autor suave ni condescendiente, por lo que sus historias, y ésta no lo es menos, son de una intensidad y de una dureza que si no fuera por su vitalismo y apasionado amor por las gentes y los lugares casi podría caer en lo morboso o en la crueldad gratuita. Pero no es así; en León Bocanegra nos aparece el relato de una aventura impresionante y terrible de un hombre que en la más pavorosa situación de abandono y desolación logra con un terrible viaje interior y exterior afrontar las terribles condiciones físicas y humanas de los distintos lugares y gentes de ese terrible continente que es África. Porque si León Bocanegra es el protagonista humano de esta novela, África con sus variados paisajes y lugares, así como los distintos tipos humanos con sus peculiares formas de afrontar la dura realidad que les rodea, es el otro gran protagonista de esta epopeya. No es la primera vez que Vázquez-Figueroa utiliza esta ambientación para situar uno de sus relatos, pues es ya conocida la fascinación del autor por este continente maravilloso y terrible, y por sus no menos maravillosas y terribles gentes.

Si está usted dispuesto a embarcarse en una aventura fascinante y angustiosa, en la que casi ninguna emoción íntima, ni maravilla de las tierras y las gentes de África quedan fuera, agárrese fuertemente a los lomos de esta novela y déjese arrastrar por las fuerzas telúricas que tan bien sabe invocar su autor. ¡Buen viaje!

J. M. Sánchez

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