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Estación de tránsito
Estación de tránsito
Clifford D. Simak
Título original: Way Station
Trad. J. Ribera
Col. Biblioteca de Ciencia Ficción nº 4
Orbis, 1986

¿Qué podría decir de esta novela y de su autor que no se haya dicho ya? Os diría que es una de las más grandes escritas jamás, que forma parte de aquellos papeles impresos que nos han mantenido felizmente atrapados en el sillón durante tanto tiempo, que está a la altura de los seis o siete mejores títulos de ciencia-ficción, siempre en mi modestia opinión, junto a Pórtico de Frederik Pohl, Tigre Tigre (o Las estrellas mi destino, por favor) de Alfred Bester, El día de los trífidos de John Wyndham, 2001: una odisea espacial, de Clarke, Edén de Stanislaw Lem, Fundación de Asimov, y las que espero descubrir con los años.

Clifford Donald Simak (1904-1988) nació en Milville, Wisconsin, Estados Unidos. Periodista de formación y profesión, llegó a ser redactor jefe de un periódico en Minneapolis. Su obra se caracteriza por un claro humanismo, con cierto grado de optimismo y una exaltación por la vida rural. La emotividad y el sentimentalismo son fundamentales en sus obras, sin llegar nunca a caer en el ridículo. De él son también recomendables Ciudad, Extranjeros en el universo y "La gruta de los ciervos danzarines".

Estación de tránsito nos narra la historia de Enoch Wallace, una persona sencilla que vive en una casa desconectada de todo atisbo de civilización, y del que se dice que tiene más de un siglo. Hombre corriente, aparentemente apocado, guarda un maravilloso secreto que le convierte, irónicamente, en uno de los hombres más civilizados del planeta. Deberá compaginar su vida cotidiana -y sus remordimientos al recordar su participación en la Guerra de Secesión— con el tremendo secreto que esconde, consciente que será descubierto, tarde o temprano, por aquellos a los que trata de proteger de una situación que podría cambiar, e incluso destruir, su actual forma de vida.

El maestro Simak narra la historia con una perfección descriptiva (a veces excesiva) que muy pocas veces he podido descubrir. La naturaleza montañosa y los largos paseos por caminos de idílica tranquilidad demuestran una sensibilidad ecologista que resulta extremadamente avanzada para la época, y que llevan implícitos unos ligeros toques de mágica fantasía.

Se muestra crítico con situaciones enormemente preocupantes y gran conocedor de la sociedad humana "natural", donde sabe que el ser humano no es suficientemente bueno ni evolucionado. Hace gala de una imaginación propia de un avanzado exobiólogo, aunque debe expresarse en los términos de su época -el aparente desfase es más que natural—, y de una inventiva genial ante las situaciones que plantea, con un tono que se muestra, al mismo tiempo, utópico y clásico.

Si hay que poner un pero, sería el final, apretado y demasiado impaciente, que impide una conclusión explosiva de la historia que la convertiría, sin lugar a dudas, en la mejor novela de este género. No os dejéis disuadir por este pequeño punto negro y disfrutad de un libro maravilloso que, entre un maremagno de sentimientos, parece que nos ruega: seamos amigos.

Raúl de la Cruz Orobio

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