Para un lego en Vance, como es mi caso, la imagen apriorística a la que remite la narrativa de este autor es una de paisajes extraños, civilizaciones alienígenas... el viejo sentido de la maravilla en estado puro. Ésta es la idea que transmiten los entusiastas de Vance, y en esta línea se extiende Carlo Frabetti en su introducción al volumen (donde además nos informa de que ésta es la segunda parte de las dos en que se dividó The Best of Jack Vance para su edición en español). Tanto se insiste en ello, que la impagable cubierta posterior informa al desprevenido lector de que "se ha insinuado la posibilidad de que [Vance] sea un extraterrestre infiltrado" (¡sic!).
Bromas chungas sobre el estilo de Vance aparte, lo cierto es que los tres relatos contenidos en Estación de Abercrombie no contienen nada de lo que se podría esperar de ellos a la vista de su presentación. El primero, "El retiro de Ullward", es una fábula demasiado extendida cuyo interés se centra en la crítica al estilo consumista americano. Pues eso son los protagonistas, supuestos habitantes del siglo no sé cuántos, que aparecen en este relato: americanitos de los años cincuenta, por mucho que se llamen con nombres extravagantes, viajen cómodamente entre las estrellas o, como narra el relato, alquilen planetas. Así pues, nada de sense of wonder de momento, aunque esto puede disculparse por el carácter de fábula social del cuento, acerca del cual ya nos advierte el prologuista que no es lo que cabría esperar de Vance. Veamos el resto.
"Estación de Abercrombie", que da título al volumen, narra las peripecias de corte heinleniano de una adolescente dispuesta a todo por dinero sacada directamente de las fantasía adolesentes masculinas (es, para entendernos, una especie de mezcla entre Audrie Hepburn y Mata-Hari). Implicada en una trama de matrimonio de conveniencia, deberá ascender a la órbita para integrarse en una casta social que habita la Estación Abercrombie y que remite tanto a los Presteign de Las estrellas mi destino como a los aristócratas orbitales de Neuromante. A pesar de que esta ambientación no deja de tener su interés, la credibilidad del relato (esta vez, gracias a Dios, no es una fábula) se resiente por lo grotesco de los personajes y lo inerme de la trama, que se limita a una anécdota que se prolonga hasta llegar a un final resuelto mediante un deus ex machina.
Para terminar, "Rumfuddle" nos lleva a un futuro próximo (tanto que ya es nuestro pasado, por lo que debe ser un mundo alternativo, lo que es muy apropiado por el tema del relato) en el que un hombre, Alan Robertson, ha abierto las puertas a un multiverso de mundos infinitos donde la humanidad se apresura a instalarse. Pero su intrigante hermano Bob y sus amigotes organizan veladas anuales, los Rumfuddle del título, en las que juegan peligrosamente con el tiempo y el espacio, como descubre para su desgracia la modélica familia protagonista. Se trata de un relato con cierto interés (aunque éste sólo se mantiene si no se descubre antes de tiempo la auténtica personalidad de uno de los protagonistas, torpemente escondida bajo un pseudónimo transparente), que de nuevo se prolonga demasiado y finaliza anticlimáticamente.
¿Es esto lo mejor de Jack Vance? Sinceramente, espero que no. Como espero no tener que enfrentarme a otras traducciones de José Manuel Pomares, maestro del falso amigo y del estilo transparente. Sí: ése a través del cual se puede leer, si uno tiene la inclinación, el inglés del original.
Luis G. Prado
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