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Snow Crash
Snow Crash
Neal Stephenson
Título original: Snow Crash
Trad. Juanma Barranquero
Col. Gigamesh Libros nº 6
Ediciones Gigamesh, 2000

Lo digo con toda claridad: nos hallamos ante la mejor novela cyberpunk que se ha traducido al castellano. O, por lo menos, la más enjundiosa. Una de esas obras que arrancan con un ritmo trepidante, unas veinte primeras páginas de las que quitan el aliento y, por increíble que parezca, no decaen en ningún momento. En suma, el clásico del año...

El principio es antológico. Hiro Protagonist ("Héroe Protagonista", por si alguien no se había dado cuenta) es repartidor de pizzas en un irreconocible Los Ángeles de un futuro muy cercano (¿veinte minutos?). Los Estados Unidos se han fragmentado en una serie de pequeños estados-franquicia a cuál más delirante, y Hiro trabaja para uno de los más peligrosos: la Mafia. Un retraso de un solo segundo y las consecuencias serían... eh... más que incómodas. Y Hiro va a retrasarse. Pero gracias a una korreo (mensaka) quinceañera, T.A., lo conseguirá in extremis... Prueba superada, pasemos a la siguente pantalla (digo, al siguiente capítulo) y las veinte primeras páginas más inolvidables que se han escrito en muchos años... Y esto es sólo el principio.

Porque, en efecto, Snow Crash es mucho más. Hiro, un mediocre repartidor de pizzas en la vida real, es uno de los grandes héroes del Metaverso, una especie de ciberespacio (pero mucho más interesante y entrañable) que empieza a verse amenazado por una misteriosa droga, el Snow Crash epónimo. Comienzan a atarse los cabos, la acción se complica y durante más de cuatrocientas páginas tendremos diversión para dar y tomar. Villanos de cómic, magníficos chistes ("¿Veis? Os dije que atenderían a Razones" merece pasar a formar parte del vocabulario básico del aficionado a la cf... Por no hablar de las coñas marineras que se marca el primo Stephenson a costa de la hiperinflación, con sus billetes de mil billones de dólares... con la efigie de Reagan), política de altos vuelos, corrupción, duelos con katana... Stephenson vuelve del revés la imaginería más tópica y trillada del cyberpunk para crear a partir de ella algo completamente nuevo e inclasificable.

Pero también existe un sustrato más serio en Snow Crash. Si profundizamos un poco, bajo la capa más fácil y pirotécnica subyace una apasionante novela sobre ciencia ficción y lingüística, tan satisfactoria para paladares exigentes como puedan serlo Babel-17 de Delany o Lengua materna de Elgin. La teoría del lenguaje como virus -de reminiscencias burroughsianas- está muy adecuadamente expuesta, y el juego que se trae con su fundamento en los mitos sumerios de la creación resulta simplemente impecable. Instruir deleitando, que se dice...

Como conclusiones finales, y ahora que estamos en año olímpico, no puedo sino establecer un símil de carácter deportivo. En un hipotético pentathlon disputado entre novelas cyberpunk, tal vez Snow Crash no ganaría ninguna prueba parcial, pero no me cabe la menor duda de que se llevaría de calle el triunfo en la clasificación general: casi tan divertida y desquiciada como Cuando falla la gravedad de Effinger, casi tan atinada en su análisis socio-político como Islas en la red de Sterling, casi tan sofisticada e innovadora como Neuromante, casi tan violenta y preocupada por el lenguaje como Ambiente de Womack, casi tan lúdica como Hardwired de Williams... pero más completa que todas ellas. Mejor. Más grande. Más imperecedera.

(Por supuesto, mención aparte merece la esforzada -por difícil- traducción llevada a cabo por Juanma Barranquero.)

Juan Manuel Santiago

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